La adolescencia de hoy y de siempre

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«Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura». Esta frase se encontraba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia;

Resulta curioso cómo a pesar del paso de los años, parece que la «brecha generacional» entre los adultos y adolescentes se mantuviera firme. Como si de repente, el ponerse en el lugar del otro fuera más difícil, hubiera más obstáculos. Sucede, a veces, que la comunicación entre adulto y adolescente se tropieza. Llega una etapa de cambio y de oportunidades.

En cuanto al papel del adulto en la sociedad actual, creo que resulta bastante reconfortante evadir nuestra mirada hacia nosotros mismos y culpabilizar a l@s adolescentes de los comportamientos que les caracterizan, de los rituales que practican, de sus formas de ocio. Como si olvidásemos que esta sociedad que compartimos está constituida por nosotros mismos, por adultos. Olvidamos que les influenciamos, que ocupamos un lugar fundamental en la gestación de los espacios en los que ellos y ellas se desarrollan.

Los adultos creamos y votamos las leyes que regulan su educación, seleccionamos el material televisivo, somos los responsables de crear, mantener y transmitir una serie de valores. Somos referentes en todos los aspectos y ell@s reproducen y heredan gran parte de lo que está ahí antes de que puedan ser parte activa en todo ello.

Por otra parte, l@s adolescentes ejercen su derecho a expresarse desde su momento evolutivo, y no tanto desde las expectativas de los adultos. Este momento evolutivo tiene algunas características propias:

Se denomina como presentismo a la vivencia en la adolescencia del aquí y ahora como único espacio vital. Les resulta difícil anticiparse al futuro y planificar y actuar teniéndolo en cuenta. Experimentan el presente compartido con su grupo de iguales como el momento ideal para satisfacer su curiosidad. El grupo se convierte en el referente principal. Esto implica que aparezca una cierta distancia con el mundo del adulto con el fin de buscarse a sí mismos. Una forma de poder investigar y crecer es a través de las ganas de conocer, de experimentar lo nuevo, lo distinto, desarrollando una gran curiosidad por lo prohibido. Desde la intención oculta del adolescente, desafiar lo prohibido implica atreverse a ser uno mismo por encima de todo aquello que se les impone como válido.

Se trata, en definitiva, de tomar las riendas de sus propias vidas desde el impulso e impulsividad por aprender y crecer aunque para ello sea necesario poner en cuestionamiento todo el mundo del adulto. Y aunque deseamos que se hagan mayores y sean autónomos y responsables, a veces olvidamos que para ello resulta adaptativo que se alejen de nuestras directrices para ser ell@s mismos.

A este acercamiento a la autonomía, se une una baja percepción del riesgo que a veces les acerca al peligro frente al que no están lo suficientemente protegidos. A veces esta tendencia puede generarnos miedo por todo aquello que podría ocurrir y de lo que ell@s parecen no ser conscientes. Esta visión futura condicional, es la visión de posibles futuras consecuencias de un adulto, que resulta más compleja durante el proceso de la adolescencia.

A todo esto se le une una transformación tanto externa (cambios físicos externos) como interna (transformación química de los estados de ánimo, cambios en la estructura de pensamiento) que deben reconocer y aprender a encajar como parte de las nuevas personas en las que se están convirtiendo. Y llevar a cabo este proceso cuando los niveles de tolerancia a la frustración son bajos y cualquier dificultad se puede convertir en algo desestabilizante, puede producir ciertas confusiones y dificultades a la hora de relacionarnos con la adolescencia.

Desde la familia puede resultar difícil, en ocasiones, adaptarse a esta serie de cambios y necesidades (algunas de ellas nuevas). Una persona puede sentir que de repente su hijo o hija demanda cosas diferentes y eso implica que el acercamiento sea de manera diferente. La sensación de que no se tienen recursos suficientes para enfrentarse a esta nueva etapa de la adolescencia suele ocurrir en algunas familias.

Convivir con todas estas dificultades y circunstancias puede ocasionar momentos que desestabilizan las familias. Incluso podemos denominar estos procesos como crisis. Las crisis pueden ser entendidas como momentos de dificultad y de cambio, pero también como momentos de reequilibrio y de avance. Pueden significar un momento de oportunidad hacia algo diferente que implique crecimiento.

Dese la familia estos procesos se viven en primera persona, día a día. Esto supone que tengamos el privilegio de poder incidir sobre la vida de nuestr@s hij@s a lo largo de todo su desarrollo. Destacaría el poder del núcleo familiar como factor de protección en la vida adolescente además de serlo a lo largo de todo el desarrollo de una persona.

Esto permite que podamos acompañar a l@s adolescentes comprendiendo que forman parte de una sociedad que les transmite constantemente mensajes de los que formamos parte. También podemos intentar comprender que gran parte de su comportamiento está muy ligado a un momento evolutivo específico que se dirige hacia adelante, buscando desarrollo y crecimiento. La adolescencia investiga nuevos patrones, se cuestiona los patrones ya establecidos e incluso los desestima y adquiere algunos patrones nuevos.

Podemos recordar que un/a adolescente no es un adulto. Tampoco un niño. Y tiene una serie de necesidades respecto de su familia. Necesitan referentes que les ayuden y guíen en sus decisiones. Necesitan límites que les indiquen hasta dónde, cuándo y cómo deben investigar. Necesitan espacios de participación y decisión. Necesitan abrazos, atención y afecto que les hagan sentir que forman parte de un entorno seguro en el que se les quiere y cuenta con ellos. Necesitan tiempo.

Comenzaba el artículo denominando «brecha generacional» al espacio que se percibe a través del tiempo entre la etapa del adolescente y la etapa adulta. Quizá esta «brecha», al igual que las crisis, pueda entenderse como una oportunidad de cambio. Como un espacio que da sentido al crecimiento y desarrollo del individuo.

 

Pamela Valencia.

Psicóloga clínica del centro AFART.

www.afart-arteterapia.com

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5,5 minutos de lecturaActualizado: 11/01/2019Publicado: 21/12/2012Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: ,

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