El niño/a representa la vulnerabilidad, la inocencia, la pizarra en blanco sobre la que se escribe una nueva vida.
¿Te cuesta recibir? ¿Sabes pedir ayuda? ¿Sabes cuidar de ti? ¿Sabes defender/te?
Un día fuimos niños. Éramos vulnerables, inocentes, otros nos cuidaban, nos protegían y éramos dependientes. Y como fruto de esas relaciones aprendimos a cuidarnos o no, a protegernos o no, a ser vulnerables sin morir en el intento.
¿Cómo te llevas en tus relaciones? ¿Te lanzas sin salvavidas? ¿Nadas y guardas la ropa? Todo ello lo aprendiste como bien sabes, fundamentalmente en la infancia.
Quiero hablar del niño de nuestro entorno, el que está abocado a relacionarse por whatsapp, que se enfrenta al consumismo, a la depresión psicológica, al acoso escolar que ya tiene nombre y es perseguido.
No se diferencia de los de otras generaciones en que depende de un adulto que pesa y mide tres veces más que él/la. Puede que reciba maltrato y abusos; están por superar los gritos, las amenazas, el chiste sobre su dificultad para aprender. Cierto es que la labor de los educadores no es fácil, requiere muuucha paciencia.
Lo que sí es importante es que no paguemos con ellos el estrés o las frustraciones del vivir diario, sobre todo porque los niñ@s no están en igualdad de condiciones; los adultos tenemos el poder. Por ello hemos de cuidar de no abusar del mismo.
Hablo con mis hijos sobre mis experiencias vitales y lo que me importa, y les hablo sobre la importancia del Presente. A mi hijo de 10 años le enseño a aplicar esto en su estudio, a estudiar y a confiar en el trabajo realizado. Ya ha comprobado que si se pone nervioso y tiene miedo de no acordarse de ello, bloquea a la mente y lo aprendido no fluye. Por eso ha visto que tan importante es estudiar, como confiar en sí mismo e ir relajado al examen. Lo aprendido viene a la memoria sin esfuerzo.
Les enseño a vivir sin culpa, sin vergüenza, sin miedo, que son las emociones que alimentan el ego. Los muchachos entienden, si se lo explicamos, que lo hacen lo mejor posible y que pueden mejorarlo porque ese es el reto de la especie humana.
Es bueno enseñarles a no compararse. Sí, podemos sentirnos bien tal y como somos y podemos aspirar a estar/ser aún mejor.
Es bueno ejercitarse en la voluntad de ser y estar, en eso los niños nos aportan mucho.
Mis muchachos me dicen que soy muy sermonera pero bien que me buscan cuando algo les preocupa, cuando necesitan ser escuchados o cuando quieren un consejo.
En casa tenemos nuestras leyes que ellos verán si mantienen el resto de su vida pero que por ahora han de cumplir:
- •está prohibido odiar.
- •está prohibido mentir.
- •está prohibido pelearse entre ellos. Esto es falta grave.
Les enseño a respetar a los adultos, a todo ser humano y más especialmente a las personas que les están educando. Es un tributo de agradecimiento.
Entre los más pequeños, podemos encontrar crueldad, ataque a los más vulnerables. En casa se les ha enseñado a ayudar a aquellos que no pueden o no saben defenderse y de hecho lo han realizado en varias ocasiones.
Muchos niños se enfrentan al divorcio de sus padres. Cuantas menos críticas oigan del otro, mejor; aunque estemos cargados de razón, ese otro es parte del niño, es su padre/madre y cualquier crítica al mismo, atenta a su propia identidad.
En definitiva acabo diciendo que a pesar de algunos momentos duros, presentes en cualquier experiencia amorosa, es un honor poder contribuir a la formación de un ser humano, es un gran honor ser madre y ver crecer a nuestros niños. Ello sin duda, me ha ayudado a ser mejor persona.
Consuelo Soto Martín.
Lcda. en Geografía e Historia
Vicepresidenta de Adasec España
www.adasec.net