El cerebro, con razón se le ha llamado el rey, el monarca, porque él rige todas las funciones psicosomáticas. Entendemos por sistema nervioso, el cerebro, y también la médula espinal, todas las funciones de pares de nervios espinales y, en suma, todo lo que llamamos nuestro sistema orgánico mental emocional. Para los yoguis, el cerebro –lo dicen así-es el cuerpo de la mente. Igual que una bombilla, poniendo un ejemplo muy burdo, refleja la luz, el cerebro hace posible la mente y, por tanto, todas sus funciones.

Hasta hace unas décadas, se consideraba que el cerebro era algo rígido, como una escayola, al principio el yeso está blando pero más tarde se vuelve rígido. Desde hace años, se empezó a hablar de la flexibilidad del cerebro y lo que se ha venido en llamar neuroplasticidad o la plasticidad del cerebro, como si fuera de plastilina que se puede remodelar.

El cerebro, salvo casos muy graves, de ictus, hemorragias cerebrales o isquemias cerebrales graves es, de alguna manera, reconstruible. Pero si una zona del cerebro se deteriora o muere por completo, no se puede reconstruir. El cerebro tiene la capacidad de autorregenerarse y de ir, poco a poco, de nuevo utilizando neuronas, sinarsis, sinergias del cerebro que otra vez nos permitan, incluso si ha habido daños previos, poder separarlos. En cierto modo, yo soy la prueba de ello porque algunos de vosotros vivisteis muy de cerca, como relato en mi libro «En el límite», cuando estuve varios meses al borde de la muerte por una lesión muy grave cerebral debido a una bacteria que cogí en Oriente. Sin embargo, me fui recuperando, poco a poco, de todas las secuelas y eso que esta bacteria se alojó en el tronco del encéfalo que es un poco el núcleo de la vida, ahí está todo, la vista, el olfato, la digestión, el sueño, etc…, y todo esto se me deterioró mucho pero trabajando mucho con el yoga y con la medicación, me fui recuperando. Quiere decir que el cerebro, salvo alguna lesión irreversible, lo podemos todos mantener más joven, podemos evitar un envejecimiento prematuro, podemos fortalecerlo, cuidarlo, incluso hoy hay movimientos y médicos que hablan del rejuvenecimiento del cerebro y conseguir recuperarlo cuando prematuramente ha envejecido o ha sido dañado.

Hay, lo que llamaríamos toda una estrategia, para ir poco a poco rejuveneciendo o por lo menos restableciendo el cerebro y trabajándolo y tener en cuenta que si el cerebro es todo, pues merece la pena cuidarle y mantenerle. Es la memoria, es la atención, es la concentración, es toda nuestra movilidad, es el habla, es todo, los órganos sensoriales conectan con él, absolutamente todo. Para cuidarlo, hay que saber primeramente las cinco fuentes de energía: saber alimentarse, alimentación lo más pura posible; saber respirar, aprender a respirar; saber relajarse y descansar; aprender a dormir profundamente y tratar de dar a la mente impresiones positivas y no tóxicas: estados mentales, sentimientos, emociones y pensamientos constructivos. Todo esto le agrada al cerebro, le mantiene en buen estado.

Se dice que al cerebro le gusta mucho la vitamina D, B y C, con lo que con una alimentación muy rica en zumos naturales, en hortalizas, verduras y frutas, es excelente para el cerebro.

Este órgano requiere un ejercitamiento inteligente, nosotros promovemos como el más importante el hatha yoga pero también si no cualquier ejercitamiento como caminar o movilizar el cuerpo. También es muy importante el contacto con la naturaleza, cierto silencio interior y exterior y, por supuesto, ejercitar el cerebro, una especie de gimnasia mental cerebral que viene dada por la lectura, los intereses vitales, todo lo que nos ayude de alguna manera a evitar la inercia cerebral, la pereza, la holgazanería. También, para los que no son hipertensos, posturas de inversión que riegan el cerebro de sangre y lo favorecen.

Debemos evitar los disgustos excesivos, las preocupaciones, las obsesiones y un asesino del cerebro que es el estrés. No entendamos solo por estrés el ámbito laboral, estrés es toda preocupación, presión, autoexigencia excesiva, precisamente los niños escolares tienen mucho estrés, llegando algunos al suicidio. El estrés está ahí y va poco a poco preocupando a la persona, desgarrándola y hasta, finalmente, dañar su construcción cerebral. Todos podemos pues atender al cerebro hablábamos estos días porque hay en clase un especialista en ajedrez que nos contaba como un ajedrecista de 92 años logra estar en un estado de hipervigilia cuando juega al ajedrez pero a la vez se da cuenta de todo lo que sucede a su alrededor.

El cerebro, pues, es desarrollable, es trabajable, pero claro, como todo, requiere una disciplina. Si un músculo no lo trabajas, pierde su musculatura y se vuelve flácido, flojo. Lo mismo sucede con este “gran músculo” que es el cerebro.

Entre las funciones del cerebro, hay una a la que le damos enorme importancia en el yoga, que es la consciencia. Pero ¿Qué es la consciencia? Es ese “órgano” que nos permite darnos cuenta, que nos permite percibir, que nos permite captar y conectar. La consciencia, por tanto, es fundamental en nuestra vida y es la viva hermana gemela de la atención. La consciencia también se desarrolla, si la trabajas evoluciona y si no al revés, se enquista, o en el peor de los casos no solo se estanca sino que decrece.

Algunos yoguis que han trabajado mucho, la han llamado la consciencia testigo. ¿Qué quiere decir consciencia testigo? Quiere decir desarrollar un tipo especial de consciencia que está más allá de la consciencia habitual, y que consiste en aprender a ver las cosas, a mirarlas, a atestiguarlas, sin estar siempre midiendo, juzgando, rechazando, aprobando apegos y odios. La consciencia testigo es un observador atento que no se deja contaminar tanto por lo observado. Es un punto de consciencia que podemos ir desarrollando, que no se implica tanto en lo observado, no se condiciona tanto, ni está en lo grato o ingrato.

De la consciencia testigo se ha dicho que en realidad es como una especie de visión muy especial que nos permite ver lo de afuera, ver lo de dentro, ver como nos movemos, como nos manejamos, etc…; lo que pasa es que, al principio, esta consciencia testigo está muy debilitada. Si la consciencia normal ya es paupérrima en el ser humano, fijaos en la consciencia testigo, pues hay que trabajarla mucho para lograr, incluso, que en nuestra vida cotidiana se mantenga un poco y no nos implique tanto con lo que nos disgusta, con lo que nos preocupa, con lo que detestamos, con los agravios, con las ofensas, sino que haya una parte de nosotros que pueda estar a buen recaudo.

Para entender lo que es la consciencia testigo se han utilizado, tradicionalmente, dos analogías: una es un grabado, una pintura, donde vemos un árbol con dos pájaros. Uno está comiendo y deleitando las frutas del árbol y el otro está al lado, observándole, con gran paz y tranquilidad. Uno se afana, el otro observa al que se afana. Otra analogía es la de los dos hermanos gemelos. Uno es el que hace, actúa, trabaja, y el otro es el que camina detrás y lo observa, y nunca pierde la calma y la quietud porque precisamente es un testigo.

Todos hemos desarrollado un hermano gemelo que es el que hace, el que se afana, se preocupa, se enrabieta, odia, ama, etc…, pero lo malo es que el hermano gemelo –que es el testigo- lo tenemos insospechado o solo en embrión, y de lo que se trata es de ir poco a poco desarrollando esa consciencia testigo, que está en embrión, y la podemos desarrollar y es como un punto de quietud en la inquietud; es como cuando les dijo Buda a sus discípulos, “Sosegados entre los desasosegados”, y la única manera de estar más sosegado es mantener una parte de uno en esa consciencia testigo. Esto no quiere decir que no podamos ser ni diligentes, ni activos, ni implicarnos, pero una parte de nosotros debe mantener esa quietud, que no es nada fácil, por eso decía el gran yogui Vivekananda, actúa, actúa, actúa, no dejes de actuar, de hacer, pero que ni una sola onda de inquietud alcance tu cerebro. Pero estamos tan implicados en todo que entonces nos disparatamos, nos dislocamos, perdemos la lucidez e incluso, nos ofuscamos.

La consciencia testigo no es que nos haga insensibles, ni impasibles, ni indiferentes, todo lo contrario, pero la consciencia testigo es como un vigía que está ahí, dirigiendo el rumbo de nuestra nave en la vida diaria Al principio es muy difícil porque estamos todos tan inmiscuidos en nuestras ocupaciones, preocupaciones, miedos, angustias, celos, que es muy difícil que una parte de nosotros logre mantener la consciencia testigo o lo que decía Kipling en su hermoso poema “If”, mantener la mente tranquila cuando todo a tu alrededor es mente perdida. Para mantener ese punto de quietud, hay que ir trabajándolo pero merece la pena porque es encontrar un espacio de calma dentro de nosotros y hablando de calma, al cerebro, la calma es lo mejor que le podemos dar, porque cuando hay calma, cuando hay quietud, cuando hay silencio interior, podríamos decir que este trabajo –a veces tan desmesurado de las neuronas- , por culpa de obsesiones, charloteos, preocupaciones, por lo menos cede y podemos encontrar un verdadero reposo para nuestro sistema nervioso y por eso, también, la relajación profunda es un bálsamo para el sistema nervioso.

Ramiro Calle
Centro Shadak
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