Descubre cómo la Biodanza puede ser la llave maestra de tu bienestar emocional

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5,5 minutos de lecturaActualizado: 28/12/2024Publicado: 28/12/2024Categorías: Salud NaturalEtiquetas: , ,

El nivel de éxitos y felicidad del ser humano depende mucho de nuestra capacidad de desarrollo de nuestra inteligencia emocional. La biodanza es un sistema de integración socioemocional que nos ayuda a cambiar y reescribir nuestra historia emocional para transformar nuestra vida en aquello que deseamos.

Sabemos que cuando danzamos, nuestro cuerpo se mueve, pero no todos experimentamos que con el movimiento, también danzan las emociones. Las emociones son el principal motor que nos mueve a la acción. Sin la motivación que nos proporcionan, nos costaría mucho levantarnos de la cama cada mañana y hacer la mayoría de las cosas que llenan nuestra vida de sentido y felicidad.

Creo que todos hemos experimentado la diferencia entre la acción que nace de la emoción y la que nace de la obligación o el pensamiento. Desde la primera, el viaje es menos costoso y ligero, como si fuéramos movidos por una fuerza invisible que nos empuja. Pero es conveniente mantener siempre entrenado el “músculo de la voluntad” para que nuestra vida no se detenga cuando nos falten emociones que nos movilicen a actuar.

A través de distintas líneas de vivencia —vitalidad, creatividad, afectividad, sexualidad y trascendencia—, la biodanza nos ayuda a equilibrar y armonizar nuestras emociones. Potencia especialmente aquellas que nos impulsan positivamente hacia la vida. Además, trabaja con categorías del movimiento que precisan control voluntario, reforzando las vías sensoriales y motoras del cerebro, lo que a su vez desarrolla destreza, expresión y sensibilidad corporal.

La riqueza de nuestro repertorio emocional es inmensa en comparación con el cerebro primitivo, que carece de control sobre las emociones y que se denomina cerebro reptiliano. Con los mamíferos aparece el sistema límbico, también conocido como cerebro emocional, que incluye a la Amígdala, el centro de las emociones básicas de supervivencia, como el miedo. Este centro actúa como un detector rápido y hipersensible. Ante cualquier estímulo que perciba como potencialmente peligroso, la amígdala desencadena rápidamente la respuesta de “lucha o huida”.

Para entender la importancia de esta conexión emocional, consideremos que todos nuestros recuerdos negativos de los primeros años de vida quedan grabados a fuego en nuestra amígdala, convirtiéndose en respuestas automáticas ante ciertos estímulos. La corteza prefrontal, encargada de evaluar la situación, muchas veces no responde a tiempo, y esto puede llevar a lo que conocemos como “rapto o secuestro emocional”. Esta reacción puede impedirnos actuar de manera lógica, por eso se aconseja respirar profundamente antes de reaccionar, permitiendo que la corteza evalúe y responda adecuadamente.

Antonio Damasio y la relación entre emociones y cerebro

Antonio Damasio, uno de los neurocientíficos más importantes de la actualidad, en su obra “Y el cerebro creó al hombre” (2010), postula que las emociones preceden al pensamiento; es decir, “las emociones crearon el cerebro”. Está ampliamente demostrado que el aprendizaje y la memoria dependen de nuestro estado emocional. Cuando estamos emocionalmente alterados, nuestro cerebro no funciona de manera óptima y es difícil pensar y recordar.

Las vías de comunicación entre nuestros cerebros (límbico y neocortex) se establecen principalmente durante el desarrollo fetal y los primeros meses de vida, haciendo que ese periodo sea crítico para un buen aprendizaje y salud emocional. Las vivencias que forman estas conexiones son lo que Rolando Toro, creador de la Biodanza, llamó “protovivencias”.

Tomemos el ejemplo de un bebé que usa el llanto para expresar sus necesidades. Si esas necesidades no son atendidas, la amígdala genera una respuesta de estrés, lo que puede dificultar una conexión adecuada entre el sistema límbico y la corteza prefrontal. Como resultado, se refuerza la idea de que expresar necesidades no tiene valor, llevando a la persona a reprimir sus emociones y responder de manera automática e inadecuada a situaciones futuras. Esta experiencia grabada se almacena en el cerebro, creando una huella neuronal que condiciona respuestas durante toda la vida a menos que se aborde y modifique.

Por eso la biodanza utiliza una metodología vivencial y un lenguaje gestual y emocional. La repetición de nuevas experiencias en un ambiente seguro y positivo es fundamental para cambiar nuestra programación emocional negativa. El entorno enriquecido, los ejercicios específicos y la conexión emocional del grupo facilitan el desarrollo de nuevas vivencias como la aceptación, valoración y alegría.

La investigación sobre la plasticidad neuronal nos dice que el cerebro tiene la capacidad de seguir desarrollándose a lo largo de toda la vida. Por lo tanto, no podemos culpar al pasado por nuestros problemas actuales. Podemos cambiar las conexiones neuronales y adaptarnos a nuevas realidades.

Aprender a reconocer las emociones en nosotros y en los demás, es fundamental. La inteligencia emocional se puede entrenar y perfeccionar a través de la práctica; es un tipo de inteligencia que garantiza el éxito personal y profesional. ¡Definitivamente es un área donde vale la pena invertir!

En nuestra sociedad actual, a pesar del constante contacto con los demás, la cultura a menudo reprime la expresión emocional. Desde la infancia, aprendemos a sustituir nuestras emociones primarias por otras más aceptadas culturalmente, creando una desconexión entre nuestras emociones y actos. Esto se manifiesta en nuestro cuerpo como tensiones o corazas, un concepto que Wilhelm Reich denominó corazas caracterológicas. Rolando Toro desarrolló ejercicios segmentarios que ayudan a disolver estas corazas.

Si la sociedad y la cultura no fomentan el desarrollo de nuestra inteligencia emocional, debemos buscar otros medios para ejercitarla. La biodanza ofrece una forma de “sacudir” nuestras emociones mediante músicas y danzas que, con la ayuda del grupo y los facilitadores, permiten que nuevas experiencias emocionales se transformen en cambios neuronales. Accedemos a ellas a través del mismo lenguaje de nuestra infancia: movimiento y gestos emocionales auténticos. Así, a pesar de la fuerza con la que pueda llover, permaneceremos impermeables si no permitimos que las emociones nos afecten y nos transformen. A través de más de diez años en la facilitación y formación en biodanza, puedo afirmar que nadie que haya danzado al menos tres meses regularmente ha fallado en mejorar su vida.

La decisión es tuya: puedes seguir culpando a otros por lo que te sucede o limpiar y reescribir tu historia emocional proyectándote hacia un futuro mejor.

Pilar Peña
Facilitadora y Didacta de Biodanza
Doctora en Biología Molecular
www.pilarbiodanza.com

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