Biodanza Acuática: La búsqueda del paraíso perdido
El agua es el elemento fundamental para la vida, en ella se creo, en ella se perpetúa y ella es el elemento mayoritario de todos los seres vivos.
La vida se originó en un medio acuoso y todos los primeros organismos vivos fueron anaerobios (viven en ausencia de oxigeno). La aparición de los primeros organismos aerobios (que pudieron vivir fuera del agua), fue el resultado de la cooperación y la simbiosis entre un organismos anaerobio y una bacteria que podía metabolizar el oxígeno. Esa bacteria que confería la nueva capacidad de respirar fuera del agua, fue incorporada de una forma estable en el nuevo huésped como uno más de sus orgánulos celulares, dando lugar a la mitocondria, que es el único orgánulo de la célula con ADN propio. La teoría Endosimbiotica del origen bacteriano de las mitocondrias, postulada por Lynn Margulis, está totalmente demostrada.
Este no es un ejemplo aislado de cómo la cooperación es parte importante en los procesos evolutivos, pero en un mundo tan competitivo como el nuestro, siempre ha interesado más ver el proceso de la evolución como un proceso de adaptación competitiva en vez de cooperativa. De hecho hoy sabemos que muy al contrario, es la cooperación lo que nos va ayudando a sobrevivir a los nuevos cambios ambientales. El primer ejemplo es el ser humano cuyo genoma tiene una cantidad ingente de material genético proveniente de virus y todo tipo de microorganismos. Somos lo que somos gracias a que nos abrimos a la entrada de huéspedes, que se quedaron aportándonos nuevas capacidades y ventajas para la evolución de la especie.
Al igual que las primeras formas de vida, nuestros primeros meses de vida como mamíferos, tiene lugar en el medio acuoso, el líquido amniótico de nuestras madres. En esos nueve meses de experiencia oceánica, nuestra existencia está muy ligada a sensaciones de bienestar y placer, porque sin esfuerzo, recibimos todo lo que necesitamos para crecer y desarrollarnos. Puede ser, que cuando hablamos del «paraíso perdido», pudiéramos referirnos a ese momento de nuestra existencia. ¿A que no estaría nada mal recuperar ese paraíso, aunque solo fuera en pequeños momentos de nuestra vida?
La biodanza es un sistema que favorece la búsqueda y el reencuentro con nuestros orígenes. De hecho en la definición que hizo, Rolando Toro, su creador, está incluido que es «un sistema de reaprendizaje de las funciones originarias de la vida». Voy a tratar de desarrollar un poco algunas de las formas en la que este reaprendizaje tiene lugar.
Aunque damos a luz sin haber completado nuestro desarrollo fetal, y por eso necesitamos que nuestros primeros meses de vida sean lo más parecido a nuestro ambiente uterino, cálido y nutricio, no nacemos incompletos. Venimos al mundo con todos nuestros potenciales preparados para ser desarrollados, de hecho, si recibimos la nutrición suficiente, nuestro organismo tiene una sabiduría innata que le permite realizar todas sus funciones de forma espontanea. Entendemos por nutrición, tanto el alimento como el afecto, ya que la falta de cualquiera de ellos, es incompatible con la vida.
La cultura, a través de normas impuestas que van en contra de nuestra necesidades fisiológicas y por tanto, en contra de la vida, hace que nuestro cuerpo se aleje de la sabiduría innata que garantiza su salud. Dejamos de comer y beber cuando sentimos la necesidad, para pasar a hacerlo en los momentos establecidos. Lo mismo ocurre con otras necesidades orgánicas básicas y con la expresión de las emociones, que son postergadas o reprimidas, alterando nuestro equilibrio y dando lugar a la enfermedad.
La biodanza favorece y permite la expresión de las emociones, sensaciones e instintos, y de esa forma, ayuda a que mecanismos naturales que se habían perdido o alterado por influencias culturales y entornos afectivos tóxicos, se re-establezcan o reaprendan nuevamente. Una de las formas en las que lo hace es volviéndonos a reconectar con el niño alegre y lúdico, que descubre y conoce el mundo y aprende a través del juego. Por eso, el juego, es un recurso vivencial y pedagógico fundamental de la biodanza, y es muy común que muchos de los participantes relaten la influencia positiva que ha tenido en sus vidas, reconectarse con su dimensión lúdica, o como dice la canción de Jarabe de Palo, «volver a ser un niño».
De la misma forma que en la primera célula que fuimos cuando el óvulo y el espermatozoide de nuestros padres se unieron, estaba todo el potencial para general un bebe completo, en éste, está todo el potencial para nuestro perfecto crecimiento. A parir de esta primera células se generaron nuevas células indiferenciadas (lo que se llama también, células madre), que fueron generando células más diferenciadas, hasta dar lugar a las que componen los diferentes tejidos y tipos celulares (musculares, sanguíneas, óseas, nerviosas, etc…), que nos conforman.
Mirando el proceso desde el origen, es más fácil entender que para avanzar, rectificar o sanar, es necesario volver atrás, hacer un aparente retroceso. Como dijo Rol Carballo: «Si los sistemas biológicos no fueses capaces de regresar a una fase primaria del desarrollo, o sea a una fase embrionaria de su estructura, desdiferenciándose, el organismo perdería uno de sus más importantes dispositivos de seguridad».
El mecanismo que utiliza la biodanza para que tenga lugar este retroceso que permite la regeneración y el reaprendizaje de las funciones orgánicas, es mediante la inducción de «trance integrativo», que permite la entrada a un estado regresivo. Algunos de los factores que favorecen esta inducción son: músicas especificas, movimientos que inducen la pérdida del control voluntario, la voz y las caricias. Pero uno de las vías más directas y profundas para conseguir estos efectos es a través de la extensión denominada Biodanza Acuática.
Esta extensión se realiza en agua a temperatura corporal, para simular las condiciones uterinas y favorecer la experiencia oceánica que tuvimos durante ese periodo de nuestra existencia. El agua tiene un efecto amplificador o «lupa», sobre la vivencia, de forma que todos los efectos obtenidos en una sesión en sala, se ven multiplicados en el agua. Por eso, incluso los que practican biodanza en grupos semanales, experimentan una transformación importante cuando practican biodanza acuática.
¿Quién de nosotros no nos hemos dado un baño calentito para tranquilizarnos, relajarnos, mitigar dolores musculares, o simplemente por placer? Pues si a esos efectos, le añadimos los de la biodanza, tenemos un montón de beneficios a nivel físico, psíquico y emocional.
El principal objetivo de la biodanza acuática es estimular vivencias de regresión al origen, mediante la inducción de estados de trance en el agua. Esta experiencia de trance produce una posterior estado de: expansión de conciencia (accedemos a una visión más ampliada de la realidad), reparentalización (una experiencia de renacimiento con amor), renovación celular y estimulación de nuestro humor endógeno. Pero también hay objetivos secundarios como:
– La optimización del mecanismo de autorregulación neurovegetativa (efecto anti-estrés).
– Inducción de un proceso de nutrición celular (efecto trofotrópico)
– Estimulación del instinto lúdico
– Restauración del erotismo y conexión con el placer
A algunas personas les ha servido para perder el miedo al agua o a reconciliarse con ella, pero a todos nos sirve para aumentar nuestra capacidad de fluir, experimentar ligereza y capaces de sostener a otros. Su poder disolvente nos ayuda a disolver tensiones, y como es un elemento que une, experimentamos con más facilidad la sensación de unión y el sentimiento de solidaridad.
La biodanza acuática es una verdadera experiencia oceánica donde uno puede volver a sentir por unos instantes un retorno al paraíso perdido. Igual que hay un tiempo para cada cosa, y cada cosa tiene su tiempo, tal vez, sea tu momento para sumergirte en una experiencia de renacimiento.
Pilar Peña
Facilitadora y Didacta de Biodanza SRT
Doctora en Biología Molecular
www.biodanzamadrid.com