Cada año nuevo, surgen propósitos y proyectos. Cierres y bienvenidas. Este año recién estrenado forma parte de un caminar. Cada día podemos elegir cómo vivirlo. Cuando se cierra una etapa, es una oportunidad para iniciar y crear una nueva manera de amarnos y amar a los demás: Objetivo 2019, abriendo el corazón.
¡Revisemos!
Antes de crear nuevos propósitos es imprescindible saber qué necesitamos. Podemos percibir necesidades que no son nuestras o proyectar en los demás lo que queremos cubrir. Revisar con honestidad nuestros requerimientos nos ayudará a equilibrar nuestras responsabilidades personal y familiarmente.
La vida está en constante movimiento y nosotros también. Aprender a soltar despidiéndonos de lo que se fue y no volverá, supone abrir nuestro corazón a nuevas posibilidades. Los cambios a veces traen consigo dolor y sufrimiento. Suponen enfrentarse a nuevos escenarios, incertidumbre, miedo o inseguridad. Durante el proceso tendemos a replegarnos o debilitarnos. Podemos generar un foco de depresión que puede dar la cara con diferentes síntomas: tristeza, falta de energía o indefensión. Sin embargo, mirando con detenimiento y conciencia, pueden ser grandes oportunidades de crecimiento. La vida es dinámica, creativa y siempre ofrece posibilidades. Al iniciar un nuevo año, de manera natural surge la necesidad de mirar atrás y revisar. Hoy os invito a mirar con conciencia vuestro presente. Buda decía «Si quieres conocer el pasado entonces mira tu presente que es el resultado. Si quieres conocer tu futuro mira tu presente que es la causa».
Abrir el corazón Si queremos que en nuestra familia predomine la armonía y el cariño, debemos establecer espacios para que estas cualidades se puedan desarrollar. Tener en cuenta nuestras necesidades personales, y las del núcleo familiar en su conjunto puede facilitar un clima de encuentro y diálogo.
¿Qué necesito?
Os invito a hacer un pequeño ejercicio de toma de conciencia con vuestros hijos.
Tomar lápiz y papel, buscar un lugar donde estéis tranquilos y dibujar un círculo. Dividirlo en “quesitos”, de manera que el espacio que deis a cada uno corresponda al tiempo que dedicáis actualmente a las siguientes áreas personales:
- Amigos.
- Familia creada (pareja, hijos)
- Familia de origen (familia nuclear)
- Trabajo/estudios.
- Actividades de ocio.
Cuando lo hayáis hecho, observar su distribución. Probablemente os sor-prenderá el espacio que ocupa cada área de vuestra vida. Tomaros un tiempo de reflexión sobre lo que habéis descubierto.
Ahora crear otro diagrama con el reparto que necesitéis para equilibrar vuestra vida y compartirlo en familia. ¿Hay mucha diferencia? ¿Qué necesito qué no estoy teniendo en cuenta? Podemos ir un poco más a allá y explorar qué emociones provocan hoy, en nosotros, estas necesidades no cubiertas. Puede ser que trabaje demasiado, pase poco tiempo con mis hijos, les sienta lejos y me frustre. Quizá uno de mis hijos descubra que pasa mucho tiempo jugando con videojuegos, se aísle de sus amigos e internamente se sienta triste.
Actualizando
Podéis dialogar sobre lo que cada uno necesita, las emociones desenmascaradas y buscar la manera de distribuir vuestro tiempo a nivel individual y familiar. Es importante no entrar en reproches ni exigencias. Abrirse a las necesidades personales y aceptarlas, aunque no se puedan cumplir en cada momento, nos facilita una comprensión profunda de nuestro mundo emocional y nos ayudará a gestionarlo mejor. Una familia es un sistema complejo, dinámico, creativo y funcional.
Es la base sobre la que nos construimos y descansamos cuando es necesario.Cuidar el espacio familiar con una buena comunicación, cariño y firmeza,suele promover estados mentales saludables y adaptativos. Abrir el corazón a nuestras necesidades, expresarlas y compartirlas sin exigirlas, favorecerá un encuentro más armonioso y afectuoso con nuestros hijos.
Directora y supervisora de Adhara Psicología. Psicóloga.