Energía del corazón: la fuerza de las terapias energéticas

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«El corazón es quien realmente debe guiar nuestras acciones y no el cerebro». Así explica la gran importancia que da al corazón el Dr. Paul Pearsall en su libro «El código del corazón» como órgano regidor de nuestras vidas.

Los terapeutas que nos dedicamos a trabajar a través de nuestras manos conocemos bien la energía que emana de ellas desde nuestro corazón, pero es ahora cuando se comienza a hablar en el ámbito científico del corazón como un tercer cerebro capaz de tomar decisiones más acertadas y sabias que nuestro propio cerebro.

Dice la Medicina Tradicional China que el Corazón alberga el Espíritu del conocimiento, tiene por tanto una propia vivencia interior y una propia decisión hacia el exterior. Se habla del corazón como el emperador, por lo que será en sí mismo quien definirá la esencia vital de la persona. Todo lo que suceda en el organismo está relacionado con su energía.

El corazón rige el Shen o energía psíquica. Dice el «Nei Ping» que si la energía Shen está en equilibrio ninguna energía por muy fuerte que sea puede dañar al organismo.

Todo esto nos lleva a pensar que llevarle la contraria a nuestro corazón será la primera causa de desequilibrio y de enfermedad.

Las manos son la expresión de la energía del corazón, siempre están activas son ágiles y dinámicas. Cuando trabajamos con ellas somos capaces de sentir su fuego y energía como un gran colchón que a veces nos impide acercarnos al cuerpo de las personas que tratemos, pero que a la vez nos transmiten emociones y sentimientos del otro, leyendo en él como en un libro abierto.

Cuando nuestras emociones entran en conflicto, se traduce en nuestro organismo por un cambio en las hormonas y neurotransmisores que influirán negativamente en nuestros sistemas sobre todo el inmunológico, dejándonos expuestos a enfermedades e infecciones.

Desde hace unos años se investiga a fondo en las hormonas que es capaz de producir el corazón para controlar entre otros la presión sanguínea, actuando más rápidamente que las producidas por el riñón. La medicina lo reconoce como un tercer cerebro, capaz de tomar decisiones por sí mismo en situaciones límite. También se ha descubierto su capacidad de producir neurotransmisores como la noradrenalina, dopamina y oxitocina, de los que se creía que sólo se fabricaban en el cerebro. Es importante sobre todo la oxitocina, ya que es clave en los comportamientos tanto sexuales como maternales en casi todos los animales incluidos los humanos.

El corazón tiene un sistema nervioso propio muy complejo, capaz de funcionar independientemente del cerebro. Se comunica con el encéfalo a través de fibras nerviosas que le conectan con la médula espinal. El nervio del sistema nervioso autónomo que lo regula es el «vago» (décimo par craneal), y sus células poseen receptores de todos los neurotransmisores que posee el organismo, por lo que inmediatamente sabe lo que nos está pasando.

Su sistema nervioso es tan importante que cuando una persona es trasplantada de corazón, el nuevo corazón comienza a latir en el momento en que se realizan las conexiones a las vías sanguíneas una vez albergado en la cavidad cardiaca, sin que todavía se hayan formado las conexiones nerviosas con el receptor, que tardan meses en formarse, por tanto durante ese tiempo es capaz de trabajar autónomamente.

Nuestro corazón es capaz de producir en cada latido 2,5 vatios de energía eléctrica, lo que crea un poderoso campo electromagnético mucho más poderoso que el del cerebro. Este campo electromagnético cambia según las emociones que tengamos, pudiendo alterarse hasta el caos en caso de enfado, estrés, miedo o frustración. Cuando las emociones que sentimos son positivas, como gratitud, compasión o amor el campo que generamos es de tal intensidad que se puede detectar gracias a instrumentos de medida que no tienen por qué ser sofisticados, hasta una distancia de dos a cuatro metros.

Si nuestro corazón actúa coherentemente tendremos la posibilidad de estimular nuestra creatividad y claridad mental. Actualmente se plantea ya la teoría de que nuestras emociones emanan más del corazón que del propio cerebro.

Una de las pruebas más irrefutables de que nuestras células albergan la memoria de quienes somos, incluso de nuestro carácter se ha visto en estudios profundos que hicieron a finales de los años 90 los doctores P. Pearsall, G. E. Schwartz y L. Russek con personas trasplantadas de corazón.

El Dr. P. Pearsall cuenta en su libro «El Código del Corazón» que todas nuestras células almacenan información de recuerdos sucedidos, como de la herencia que traemos no sólo de especie sino también social y familiar. Ha podido constatarlo al observar los cambios que se han producido en el carácter y los gustos de personas que han sufrido un trasplante de corazón. Uno de los muchos que cuenta es el de una joven de 18 años llamada Danny, inquieta y muy activa, que recibe el corazón de Paul un niño muy tranquilo que escribe poemas y canciones, que muere a la misma edad. Después del trasplante la chica se vuelve muy tranquila y amante de la música poniéndose a estudiar guitarra. Cuenta que al revisar posteriormente la familia de Paul su diario encontraron la letra de una canción de amor que se titulaba Danny y que había escrito poco antes de su muerte.

Pueden recordarse vivencias y sentir incluso emociones del donante, pero esas reacciones no siempre se producen, comenta el Dr. Pearsall que sólo en determinados momentos de relajación la persona puede llegar a conectar con la memoria del donante pero que eso no se puede forzar ya que, en muchas ocasiones, no sucede. Los médicos achacan estas reacciones a los inmunosupresores que se utilizan par evitar el rechazo.

No hay porqué tener miedo a un trasplante, y se debe agradecer profundamente el que otra persona en un acto de generosidad nos llegue a devolver la vida.

La música es capaz de influir en nuestro ritmo cardíaco, por tanto la que nos resulte agradable ayudará más a nuestra recuperación. En consulta suelo utilizar música relajante durante las sesiones de masaje.

Comenta el Dr. Pearsall que si hay una distorsión en la energía del corazón de la madre durante el embarazo, en forma de tristeza o pena, esto puede en casos extremos debilitar el corazón del feto y manifestarse en forma de dolencia cardiaca.

Cuando hacemos masaje metamórfico o celular, conectamos a través de nuestras manos la energía de nuestro corazón con la energía del otro, si nos relajamos y permanecemos a la escucha pude darse la circunstancia de que al entrar en un estado de meditación profundo con el otro seamos capaces de leer en sus memorias celulares y es cuando nos invaden imágenes y emociones de la vida de la otra persona. Como en el caso de conectar en los trasplantados con la memoria celular del donante, tampoco es algo que podamos forzar, sino que en un momento determinado y en una sesión se produce esa química capaz de conducirnos hacia algo que puede ser importante para la persona en ese momento.

Si me preguntáis que cómo es posible ver imágenes de la otra persona, la explicación es sencilla, actuamos como un aparato de televisión capaz de modular sus receptores de frecuencias con la frecuencia que emite la otra persona, trasladándonos a nuestro cerebro las imágenes que hay en el suyo como un televisor capaz de recibir ondas a través de su antena y emitir imágenes.

Pero eso no es lo más importante en el trabajo del terapeuta, lo que nos motiva es lo fundamental, estar ahí para ayudar en la medida de nuestras posibilidades a la persona que nos pide ayuda, desde el amor y el respeto más profundo.

Carmen Benito.

Lda. En Biología

Especialista en Reflexología Podal y Metamórfico

www.carmenbenitobioestetica.com

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7,1 minutos de lecturaActualizado: 23/03/2024Publicado: 24/05/2013Categorías: Estilo de VidaEtiquetas: ,

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