Hay un gran problema que todos los seres humanos y de todas las épocas hemos compartido: la mente. Esa mente que, incontrolada, es **el ladrón de la dicha**; esa mente que es una gran atadura pero que también, bien dirigida, nos puede ayudar a liberarnos; esa mente que es (haciendo un juego de palabras) una **ment-ira**, pero que también, bien entrenada, nos puede hacer mirar lo que se esconde más allá de lo fenoménico e ilusorio (maya) y conducirnos hasta la última realidad.
¿Quién no tiene problemas con su mente?
Muchas veces parece que gusta en tornarse **nuestra peor enemiga**, pero tenemos que poner los medios para convertirla en aliada. Mientras no se reoriente y se estabilice, la mente es, como decía el gran místico Kabir, un fraude, una casa con un millón de puertas. Para bien o para mal, la mente es muy poderosa. De ella parten dos caminos: uno que conduce al paraíso y otra al infierno. Me gusta recordarle a mis alumnos en las clases de yoga mental y meditación el siguiente adagio: “El monarca que no controla su mente es un mendigo; el mendigo que controla su mente es un monarca”.
Como al final todo se vive y experimenta en el escenario de la mente, si algo urge es **cambiar la mente** y conseguir que la mente hostil se torne mente amiga, que la mente que oscurece, esclarezca. Para ello hay que ir liberando la mente de lo que Buda llamaba sus oscurecimientos y de todos esos factores que la disgregan, neurotizan, fragmentan y debilitan. Entre esos factores, nadie puede negarlo, se encuentra la **agitación o dispersión mental**, que desestabiliza a la persona, confunde y le roba sus mejores energías, impidiéndole ver las cosas como son.
La mente, cargada de **tendencias nocivas** como la avidez, el odio, la envidia y la rabia, a menudo crea sufrimiento adicional. Cuando no hay dificultades reales, se las inventa, buscando soluciones que también son irreales. Por eso, si la mente es la precursor de todos los estados, **hay que apuntar a la mente**. Métodos ancestrales y sumamente experimentados no faltan, y hay muchos a través de los cuales la persona puede acceder a su naturaleza **supraconsciente**. Se abre así ese tercer ojo que es capaz de ir más allá de las dualidades y percibir la **Unidad en lo diverso**.
Desde tiempos inmemoriales se nos han ofrecido enseñanzas y métodos para la mutación de la consciencia y poder captar aquello que se esconde tras las apariencias. Un especial tipo de captación (y autopercepción) surge cuando la **mente se silencia**. No olvidemos la antigua instrucción mística: “Cuando el pensamiento cesa, se revela la luz del Ser”. Debemos aprender no solo a pensar (que no sabemos), sino a **dejar de pensar**. Ese dicho de Descartes “pienso, luego existo”, se transforma en su antítesis: “cuando no pienso, existo más”.
Hay un tipo de percepción especial o intuición que surge cuando el pensamiento es contenido. A través de la meditación y de los procedimientos que nos ofrecen, podemos aprender a inhibir el pensamiento mecánico y acceder a otro tipo de percepción. Así comenzamos a captar lo que se nos ocultaba, a ver lo que se disfrazaba, y a retirar los velos que distorsionan la última realidad. La experiencia tiene que ser vivida por uno mismo; el trabajo incumbe a cada cual.
Existen métodos eminentemente prácticos, y no hay lugar solo para la teoría. Estos son también una **técnica de vida**, una actitud existencial que cambia nuestra consciencia y nos permite inhibir el pensamiento y captar nuestra naturaleza interior. Los **smaskaras** o tendencias latentes pierden su impulso y la persona logra liberarse de muchos patrones y clichés que la encadenan. El sabor de la **libertad interior** comienza a degustarse, y surge la comprensión clara de lo que es, no de lo que uno creía que era.
En el vacío de la mente hay un mensaje que se nos escapa. En ese vacío glorioso que se obtiene cuando uno se aleja del pensamiento automático, se escucha la voz del yo real. Si el yoga y disciplinas afines han puesto tanto énfasis en silenciar la mente e interiorizarla, es para alcanzar su fuente o raíz del pensamiento, donde se celebra otro tipo de experiencia que podríamos denominar **supramundana** o **supraconciente**, iluminada con la intuición mística.
Quien aprende a establecerse en su naturaleza real no deja de navegar en el océano de lo cotidiano; al contrario, libera potenciales internos que puede llevar a la vida diaria, sin perder su “centro” ante las dificultades. **La sabiduría de Nisargadatta** nos recuerda: “En el ahora, tú eres a la vez lo que se mueve y lo inmóvil. Da un giro radical a tu espíritu. No tengas en cuenta lo que se mueve, y te verás como la realidad inmutable, siempre presente, inexplicable, pero sólida como una roca”.
Ramiro Calle
Director del Centro de Yoga Shadak y escritor