Un recluso iba a ser trasladado de una prisión a otra, pero para ello había que atravesar toda la ciudad. Le colocaron un cuenco de aceite sobre la cabeza, lleno hasta el borde, y le previnieron así:
– Un verdugo caminará detrás de tí, portando una afilada espada en la mano. En el momento en que derrames una gota de aceite, te rebanará la cabeza.
El preso comenzó a caminar con el verdugo pisándole los talones.
Cuando estaba en el centro de la ciudad, pasó a su lado un grupo de bellísimas bailarinas que habían llegado a la ciudad para efectuar una representación de danzas. Ellas gritaban alborozadas, coqueteaban, se reían, pero el recluso, para no encontrarse con la muerte, ni siquiera ladeó la cabeza un centímetro, por si derramaba una gota de aceite. Siguió caminando lentamente, erguido, con suma precisión.
Y así, gracias a su atención, autocontrol y a no dejarse ganar por la negligencia, la distracción, y el descuido, pudo salvar la vida.
REFLEXIÓN:
En el Dhammapada podemos leer: «El que está atento está vivo, pero el que no, es como si ya hubiera muerto«.
La atención es la función más preciosa de la mente y la que nos permite percibir y darnos cuenta de lo que sucede dentro y fuera de nosotros. La atención es un candil, la lámpara de la mente, un filtro y un custodio de la misma; es la que nos permite conectar y estar más autovigilantes, vivaces, plenos, intensos y protegidos.
Al estar más atentos, cometemos menos fallos, herimos menos a los demás por insensatez o descuido, y somos capaces de regular nuestras conductas mental, emocional, verbal y corporal.
La atención hace que cada momento tenga su brillo, significado y peso específico. Nos hace más perceptivos, nos mantiene alerta y nos ayuda a no dejarnos tanto atrapar por pensamientos automáticos y a estar más en el momento presente.
Con razón Buda declaraba: «La atención es todopoderosa en cualquier momento y circunstancia«. También hay varias parábolas de Jesús que invitan a estar vigilantes. La atención es como un escudo que nos protege. Los maestros zen nos dicen que la atención plena hace que el color sea más color y el sonido más sonido.
Hay que entrenar metódicamente la atención a través de la práctica asidua de la meditación y tratando de estar más atento en cada momento y circunstancia.
Nisargadatta aseveró: «Nunca infravalores la atención. Significa interés y, al mismo tiempo, amor. Para crear, hacer, descubrir, tienes que poner todo tu corazón, lo que es igual a poner la atención. De ella brotan todas las bendiciones».
Para los interesados en el estudio de la verdadera atención y su entrenamiento y alcance, no hay obras tan válidas al respecto como las del monje germano-cingalés Nyanaponika Thera, al que el autor de este trabajo entrevistó numerosas veces en su ermita de Sri Lanka.
Ramiro Calle
Director del centro Shadak
Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak
Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak