Entre dos lobos: Desentrañando la lucha interna del ser humano en el coaching

¿Quieres más?

¿Te gustaría estar siempre al día con las últimas tendencias, consejos y secretos?  Suscríbete a nuestro boletín mensual y sé parte de una comunidad exclusiva.

5,7 minutos de lecturaActualizado: 27/11/2024Publicado: 27/11/2024Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: , , , , , , , , ,

Se puede considerar a Mani, pensador persa (215-276 d.C.), el representante más radical del dualismo, de quien deriva el término maniqueísmo, cuya afirmación central es que la realidad está constituida por dos principios opuestos e irreductibles entre sí y que existe una lucha eterna entre el bien y el mal.

La concepción no–dual, que tiene en Plotino, filósofo griego (205-270 d.C.) a uno de sus más conspicuos representantes, afirmaba que “todo lo manifestado fluye desde el Uno, omniabarcante y omnitrascendente, origen y raíz de todo lo existente”. Estas dos cosmovisiones tienen una relación directa en el plano emocional. Para decirlo de un modo breve y sencillo, la frase que mejor refleja a la concepción dualista es: “En el corazón humano hay un eterno combate entre los impulsos constructivos y los destructivos (eros y tanathos)”. Y para la concepción no-dual: “En el corazón humano hay un continuo proceso de autorregulación en curso”.

En estas diferentes visiones se ponen de manifiesto la manera en que cada una explica el desarrollo del odio y la destrucción. Para el dualismo, la causa última del odio es la destructividad primaria que todos los seres humanos albergamos. Para la concepción no-dual, la causa última del odio es el amor frustrado, confundido y desesperado, al que se suman las conclusiones equivocadas surgidas de la inmadurez y la ignorancia.

Este es un cuento que ilustra a la perfección la esencia de la concepción dualista:

Un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida. Él les dijo:
“¡Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí!… ¡es entre dos lobos! Uno de los lobos es maldad, temor, ira, envidia, avaricia, arrogancia, resentimiento, egolatría, competencia y superioridad. El otro es bondad, alegría, paz, amor, humildad, dulzura, generosidad, amistad, compasión y fe.
Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra.

Lo pensaron por un minuto y uno de los niños le preguntó a su abuelo: “¿Y cuál de los lobos crees que ganará?”
El viejo cacique respondió, simplemente: “El que alimentes”

Este pequeño relato es un muy buen ejemplo que muestra con claridad la actitud que surge cuando uno cree que el problema existencial humano radica en la batalla entre dos fuerzas antagónicas: el bien y el mal, y que la solución es procurar el triunfo de una sobre otra.

En nuestro universo emocional solemos simplificar más las cosas y denominamos a estas fuerzas antagónicas como emociones “positivas” y “negativas”. De tal forma que continuamente estamos en guerra en nuestro interior. Y, como todos sabemos, en las guerras siempre hay uno que gana desmereciendo al otro.

Si el alimentado es el lobo del amor, la alegría, la bondad, etc., entendemos que el destino del lobo de la envidia, el resentimiento y la avaricia es dejar que se debilite hasta que muera de inanición.

Esta actitud lo que consigue es que cada vez escuchemos menos a ese lobo, que no le prestemos atención y lo despreciemos hasta el punto de sentirnos satisfechos al actuar en nombre del amor….

Y cuando uno se plantea alimentar a uno y matar de hambre al otro, en realidad, lo que se está haciendo es eternizar esa lucha interior que nunca va a tener fin porque, en un mundo dualista, el otro nunca desaparece. Lo único que hacemos es fomentar más nuestra faceta destructiva.

Por esta razón es importante reflexionar sobre esta actitud generalizada que tenemos respecto a la existencia de dos fuerzas diametralmente opuestas e irreductibles, en esa lucha sin cuartel que libramos permanentemente dentro de nuestro corazón. El triunfo de un lobo sobre el otro es lo que se presenta como la solución, pero, aunque parezca extraño, es esta creencia la que genera el problema.

Coaching: Un espacio de diálogo interior

Sócrates nunca escribió. Platón, su discípulo, plasmó su pensamiento en los “Diálogos”. Mediante la “Mayéutica” conseguía que sus alumnos accedieran a la verdad tan solo generando preguntas y hallando las respuestas necesarias para el conocimiento.

La experiencia vital de conocerse a sí mismo que mostraba Sócrates no está lejana de la figura del coaching, con las especificidades de la vida contemporánea.

En nuestra vida cotidiana, entramos en guerra muy a menudo con nuestros lobos interiores, sin dejar espacio para el diálogo, convirtiendo esta lucha en un eterno ruido interior que no nos deja espacio para descubrir, reflexionar y admirar todas las cosas que existen fuera de ese conflicto, esa energía vital que necesitamos para afrontar la vida desde una perspectiva más objetiva, y más real con el verdadero significado de la vida.

Cuando se interrumpe el diálogo interior es cuando aparecen las sesiones de coaching temáticas que tienen que ver con la baja autoestima, la exigencia, el miedo y la desvalorización que la misma persona hace sobre sus emociones que culturalmente se llaman “negativas” y que están ahí para no dejarles cumplir con su “objetivo”.

Sabemos que dialogamos con nosotros, pero no tenemos claro aún quiénes son los que dialogan entre sí. Y un propósito de este artículo es mostrar con más precisión a los protagonistas interiores de dicho diálogo.

Si bien tales protagonistas pueden variar, en la inmensa mayoría de los casos son: un exigente y un exigido, un culpado y un culpable, un amor y un desamor interior. No estamos habituados a poner el foco de nuestra atención sobre dichos roles ni sobre la relación que existe entre ellos. Sin embargo, cuando lo hacemos, iluminamos un campo de diálogos interiores que es una verdadera fábrica de conflictos cuando funciona mal, y de soluciones cuando funciona bien. De ahí la enorme importancia de percibir con claridad esta relación interior.

En las sesiones de coaching podemos entrenarnos para aumentar nuestra capacidad de ver (nos) y escuchar(nos) con respeto y claridad, con la tranquilidad de saber que todas nuestras partes merecen un espacio de diálogo y que aquellas emociones que culturalmente se clasifican como negativas también tienen un origen y un derecho de existir y que, al revés de lo que creemos, están allí para funcionar como poderosas señales que nos avisan que hay algo dentro de nosotros que merece ser atendido y escuchado, sabiendo que -en palabras de Pablo Freire- “el verdadero diálogo no impone, no manipula, no domestica, no estigmatiza, se alimenta de la integración“.

Verónica Rodríguez Orellana
Coordinadora del Coaching Club Madrid-Canarias
Coach Sistémico ACC -Master Practitioner en PNL
Terapeuta Gestalt
www.coachingclub.es

Comenta este artículo

Haz tu buena obra del día ¡Compártelo!