amor humano de carne y hueso, ya que el amor trascendente y primordial, es un sentimiento universal, una fuerza magnética que mantiene la vida y hace que los planetas se mantengan en sus exactos recorridos de conjunciones y oposiciones; lo mismo que los humanos.
Dice el refrán que “segundas partes nunca fueron buenas” y he conocido parejas que se han vuelto a juntar después de divorciarse, para separarse otra vez de nuevo. Necesitaban “distancias creativas” en el tiempo y en el espacio para ver las cosas con más objetividad que la que proporciona la convivencia diaria y las frustraciones de las expectativas no cumplidas. Después cerraron circuitos que quedaron abiertos y “a otra cosa mariposa”. Claro que también existen otros dichos como, “no hay dos sin tres” o “a la tercera va la vencida”. Parecería que cuando se inventan solo se habla de experiencias personales, locales o temporales; por tanto, difícilmente generalizables. Lo que sí podría generalizarse es el cambio continuo en espirales dinámicas que parecen hacernos regresar al mismo lugar, pero que nunca es el mismo.
Cada 365 días la Tierra se halla en el mismo punto equidistante del sol en una elipse que podemos representar geométricamente. Sin embargo, el punto espacial no es el mismo, porque todo el sistema solar se habrá desplazado millones de kilómetros: la velocidad del movimiento orbital del sistema solar alrededor del centro de la galaxia es de 217.215 kilómetros por segundo; para dar una vuelta completa necesita 226 millones de años. Son cifras que superan nuestra capacidad de aplicarlas en nuestras pequeñas vidas de humanos-hormigas centrados en lo inmediato y en lo cercano.
A veces, lo inmediato es salir corriendo de relaciones tóxicas, de situaciones peligrosas o de simple estancamiento. Personalmente salí huyendo en mi juventud de un Madrid provinciano, gris y opresivo, hacia la Europa de las libertades. Posteriormente tuve que abandonar la política antifranquista y mi profesión de editor en París por puro instinto de supervivencia física y amor: el amor erótico en su más amplio concepto de amor instintivo, compartido por la mayoría de los seres vivos y que empieza con la tendencia al placer del niño recién nacido; el amor que identificamos como compasión o amor incondicional que se atribuye a una madre; y el amor admirativo, o amor hacia el padre (autoridad, arquetipos, modelos de conducta).
Gran parte de la infelicidad e insatisfacción de muchas personas se debe a que buscan sustitutos erróneos al amor: se quiere entrega incondicional y cariño, cuando a veces sólo hay sexo; se piensa lograr la unión y el éxtasis en el alcohol o en los estupefacientes y sólo se obtiene olvido momentáneo y dependencia a largo plazo; se necesita sensualidad y erotismo y se subliman mediante acciones caritativas para no enfrentarse al miedo a la entrega o a la pérdida de control… En una sociedad patriarcal y mercantilista como la nuestra, necesitamos volver a la sensualidad, a la ternura, a la confianza y al respeto. Todo lo contrario de la competitividad generadora de estrés, de la acumulación de bienes, de la indigestión de desinformación. Necesitamos espacios de silencio y escucha, de reflexión y meditación, de naturaleza y éxtasis. Simplemente necesitamos espacio alrededor: suficiente espacio para podernos equivocar y empezar de nuevo sin ser juzgados: si nadie se arriesgase a lo nuevo, a abrir caminos inexplorados, nunca habría posibilidad de cambio. Y el principal riesgo es el amor, pues el verdadero amor disuelve el ego, el “yo encapsulado en una piel”, la identificación con una biografía.
Como afirmó el gran poeta y místico libanés, Jalil Gibran, “el amor es la única libertad que existe en el mundo, porque eleva hasta tal punto el espíritu que las leyes de los hombres y los fenómenos de la naturaleza no pueden alterar su curso”.