Preguntas transcendentales a Ramiro Calle

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Pregunta: A menudo en tus clases hablas del ego y nos dices que es muy necesario aprender a dominarlo en la senda hacia la propia naturaleza real. ¿Es el ego malo en sí mismo?

Respuesta: Depende de cómo se oriente el ego, de qué dirección le damos. Es como la electricidad: buena si te da luz y calor; mala si te electrocuta. Todo depende de la fuerza del ego y de cómo se dirige la misma. Si el ego es para ser más cooperante, colaborar con los demás, perseguir empresas nobles, lo convertimos en un aliado; si es para convertirnos en altivos, egocéntricos, ávidos, posesivos o rencorosos, es un enemigo, un grave obstáculo en el despertar de la consciencia.

Ahí está el ego de la Madre Teresa; ahí está el ego de Hitler. El ego tiene que convertirse en un ayudante y no en un señor. La sociedad se mueve mal guiada por un desenfrenado ego-colectivo que pone su energía en dominar, explotar, denigrar.

P: A veces hablas del orgullo espiritual como de uno de los peores orgullos. ¿Está detrás el ego?

R: Por supuesto. ¿A ver quién si no? Un ego que se cree muy espiritual y superior, que llega incluso a menospreciar a aquellos que no están en la búsqueda espiritual, que gusta de mostrarse prepotente y hacer gala de su saber (si fuera sabiduría no podría haber orgullo espiritual),… ese ego, cuando se exacerba y tiene oportunidad, lleva a la persona a convertirse en uno de esos feos y esperpénticos gurús de masas que, empero, engañan, embaucan y manipulan a los demás. En el ámbito tenido como espiritual abundan los egos que se creen muy evolucionados y se embriagan de orgullo espiritual; incluso esas personas que en el campo del yoga, por ejemplo, adoptan una actitud mesiánica y se creen con derecho a ser ellos los infalibles jueces que determinan quiénes pueden formar profesores y enseñar y quiénes no. ¡Sepulcros blanqueados!. ¡Qué triste que también el politiqueo de pasillos haya ensuciado el territorio del yoga!. Esa gente no es capaz ni de ver la punta de su nariz. El orgullo espiritual, ya lo enfatizaba Trungpa Rinpoché, es una miseria, un obstáculo muy grave a salvar en el viaje interior.

P: ¿Tiene la vida algún sentido?

R: El que tú quieras darle. Dáselo si lo necesitas, a cada momento: al hacer una caricia, al preparar la taza de té, al mirar los ojos de tu gato, al abrazar a un amigo o pasear por el parque. El sentido lo imprimes tu. Si hay un sentido último o no, no depende de una creencia. Pero en cada instante puedes encontrar el sentido. El sin-sentido vivido con consciencia, también es sentido. Si la vida tiene un propósito, vívela con consciencia; si es un despropósito, vívela con consciencia. El sentido lo hallas tú; no esperes que venga otro y te diga cuál es. Tu responsabilidad y tu privilegio es hallar tú el sentido o el sin-sentido. Al hoy abrazar a mi gato y hablarle al oído, he sentido que ese momento tenía todo el sentido imaginable. Vivir con sentido es vivir con consciencia. El mayor desatino es vivir sin consciencia.

P: ¿Cómo encontrar lo que deseamos para nuestra vida interior?

R. Busca donde tienes que buscar y no seas como esa mujer que perdió una aguja en su casa y como se había ido la luz en la misma, se fue a dar vueltas a un farol pensando que allí la encontraría. Hay que buscar para que la búsqueda nos encuentre. La célebre enseñanza mística: «El Absoluto se busca a sí mismo a través de nosotros». A veces parece que se despista, pero ya reencontrará su camino. La búsqueda se celebra a cada momento. No debe ser para mañana, sino para hoy. Si en una persona se activa el mecanismo de la búsqueda, si surge ese llamado interior, no podrá dejar de buscar. La búsqueda le ha encontrado a ella y tendrá qué seguir buscando. Tal vez estuviera mejor dormida, pero si has despertado un instante, ya no puedes volver a dormirte. Hay mucha gente que no quiere despertar; les aterraría despertar. Prefieren seguir en su jaula, en su hipnosis, en su adormidera psíquica. No busca el que quiere, sino el que no puede evitarlo.

P. ¿Por qué insistes tanto en las excelencias y beneficios de los asanas mantenidos un tiempo estáticamente?

R. No sólo porque eso representa el verdadero hatha-yoga, sino porque de esa manera le sacamos todo el verdadero jugo espiritual y transformativo a esta modalidad de yoga. Las posturas estáticas nos permiten interiorizarnos, trabajar de afuera adentro y de adentro afuera; nos ayudan a combatir la mecanicidad y a conectar con energías más finas y sutiles; podemos otorgarles quietud a la mente, experimentar mejor los estiramientos, masajes y presiones; captar las sensaciones burdas y sutiles; aumentar la capacidad de concentración y cultivar la atención mental pura. Claro que todo ello no le importa a quien sólo se preocupa por divertirse, hacer ejercicio compulsivamente y convertir el hatha-yoga en un culto al cuerpo y un entrenamiento somático y no psicosomático y espiritual. ¿Cómo le va a importar a quien no quiere transformarse, sino sólo afirmar su ego a través del cuerpo y asentarse en la estampa del campeón?

P. ¿Qué opinas de la sexualidad consciente?

R. Sobre el tantra se han escrito las cosas más inexactas que uno pueda imaginar, reduciéndose a sexo, cuando el sexo sólo ocupa un cinco por ciento de sus enseñanzas. El maithuna o ritual erótico-místico tiene sus exigencias y requisitos y si no, no es más que un intercambio de pulsiones sexuales. Si en la sabiduría oriental se insiste en lo conveniente de hacerlo todo a la luz de la consciencia, incluso dar un paseo o preparar una taza de té, lavar los platos o poner la mesa, ¿cómo no se va a valorar la sexualidad consciente?. Con su modo a veces tan contundente de expresarse, D. H. Lawrence decía que la mayoría de las personas fornican como perros. La sexualidad, como asevero en los cuatro libros que tengo sobre Tantra, puede ser banal y hueca o trascendente y plena, de la misma manera que hay sexualidad sin amor y sexualidad con amor. Cada persona que opte por el tipo de sexualidad que quiera: sea mecánica y profana, o consciente y para el despertar de las energías más sutiles.

De cualquier modo, el rito tántrico-erótico es para muy determinadas ocasiones, y no para retroalimentar la compulsión sexual. Uno de los yoguis que fui a entrevistar durante años a Rishikesh y que me hablaba de la sexualidad tántrica como una meditación a través del cuerpo, también decía que si no cumple todos los requisitos, es como escupir: un proceso más. Lo mismo que enriquece, empobrece. No se trata de servirse de métodos circenses (como tras eyacular, retomar el semen; eso es faquirismo), sino de que nuestras funciones (motriz, instintiva, sexual, mental o emocional) sean vividas con mayor consciencia y nos ayuden a despertar. Los compulsivos coleccionistas de contactos sexuales tienen un problema.

P. ¿No se entiende a veces muy mal la insistencia en el aquí-ahora?

R: ¡Cuánta razón tienes! Pero que muy mal. Se explica mal y se entiende mal. Desde hace milenios en la sabiduría oriental se recomienda conectar con el aquí y ahora, para así cultivar metódicamente la atención y que ésta reporte visión clara y nos ayude a conocernos y transformarnos. ¿De qué sirve que un verdugo, un torturador, un ladrón vivan en el aquí-ahora? Eso no les transforma. El aquí y ahora tiene que inspirarse siempre en la ética genuina y el desarrollo del entendimiento correcto. Uno puede darse con desenfreno sensual al aquí y ahora, pero ¿en qué le transforma ello?

Por otro lado, estar más en el aquí y ahora no quiere decir que, desde el aquí y ahora con consciencia, no puedas recordar, proyectar, imaginar. Las enseñanzas de la sabiduría oriental se ponen de moda y cada uno las explica como quiere, al igual que los pseudo-hippies se pretextaban con principios del Zen para ser unos holgazanes, unos desaliñados, unos irreflexivos y no toman del Zen su énfasis en la disciplina, la meditación y la responsabilidad de los propios actos. No es aquello de «esté en el ahora y haga lo que le venga en gana, incluso descuidando los intereses y necesidades ajenos». Para eso es mejor no estar en el ahora ni en el aquí.

P. He leído en alguno de tus libros, creo que en tu obra «En el Límite», que mientras estabas en el hospital y a pesar de estar muchos días al borde de la muerte, nunca sentiste miedo, pero que al llegar a casa tuviste atisbos del mismo. ¿Por qué?

R. Primero, amigo míos, porque no soy un liberado-viviente… ¡ya querría!. Segundo, porque en el hospital no había lugar para la elucubración, ni siquiera para pensar si me moría o no, aunque hay demostradas evidencias, como explico en esa obra, de que sabía que me estaba muriendo irremediablemente. Toda la energía estaba puesta en cada instante, sin pensamiento de pasado o de futuro. Si no hay pensamiento elucubrante, ¿puede haber miedo? Pero al llegar a casa, ya sabiendo lo gravísimo que había estado, el pensamiento se dispara: «¿Superaré las secuelas?, ¿Puede sobrevivir la bacteria?», etcétera. Esta enseñanza es muy importante: el pensamiento es el gran ladrón de la felicidad y se puede convertir en la fábrica más grande de sufrimiento.

Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak

Ramiro Calle

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8,5 minutos de lecturaActualizado: 22/07/2024Publicado: 20/08/2013Categorías: Ramiro CalleEtiquetas: , , ,

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