Mujeres y hombres- Más fácil de lo que parece

¿Quieres más?

¿Te gustaría estar siempre al día con las últimas tendencias, consejos y secretos?  Suscríbete a nuestro boletín mensual y sé parte de una comunidad exclusiva.

No suelo ir a bares de copas. Tal vez por ello me sorprendió lo que vi la noche en que hice una excepción. Había una treintena de jóvenes entre 20 y 30 años. La música invitaba al baile, pero sólo tres o cuatro se animaban en el espacio dedicado a moverse. Ellos estaban en pequeños grupos. Ellas también. Un par de parejas eran la excepción. La comunicación era nula. La escena me devolvía a esos antiguos bailes de pueblo en donde hombres y mujeres eran dos mundos separados por el río de la vergüenza, del qué dirán, del relación a largo plazo. No es lo mismo atracción física, que pasión. No es lo mismo pasión que enamoramiento, ni enamoramiento que convivencia. Y para establecer una relación con miras de futuro, no basta la atracción, ni el enamoramiento –que la convivencia suele apagar, cuando no matar-. Es necesario la idoneidad: complementariedad y factores compartidos por partes iguales. No se puede ser totalmente idénticos en caracteres y gustos, pero tampoco totalmente opuestos. Existe el amor inteligente y lúcido, la auténtica pasión del deseo y de la entrega, sin la posesividad y sin los celos.

¿Pero cómo encontrar la diana a la que dirigir la flecha de Cupido? ¿Existe la diana perfecta, eso que llaman el alma gemela, la pareja ideal, o la media naranja? En mi experiencia, planteo como hipótesis que no existe como posibilidad única. Que dianas puede haber varias a lo largo de la vida y que depende a dónde miremos y hacia dónde dirigimos el arco. La media naranja está dentro y sólo hay que encontrar afuera la naranja entera con la que queramos –y ella quiera- juntar en un vaso los dos zumos. Lo más probable es que se encuentre en el círculo de estudios, profesional, social, de vecindad o de ocio, y no en el otro extremo del mundo. Se encontrará en espacios comunes en el que las personas acudan con el corazón abierto y la mirada limpia. En un entorno en el que dos miradas puedan cruzarse sin prisas, sin demandas, sin expectativas. Por el placer de dar y de recibir, de acoger y de entregarse. Entonces se produce el milagro de VER, de empezar a comprender; de ahí decidirse a aceptar y después a AMAR. Amar profundamente sin que tenga forzosamente que establecerse una relación física de intimidad, sin que el hecho de estar o no estar en pareja sea un impedimento para poder tener la mirada limpia y el corazón abierto.

Ha llegado el momento de examinar y vivir más lo que nos une a mujeres y a hombres que lo que nos separa, más allá de la atracción física, el enamoramiento, la pareja o la colaboración en las tareas domésticas y en la esfera de lo público: el trabajo, las relaciones sociales, las actividades culturales y la política. Privilegiar una relación que supone un amor especial, intimidad emocional y corporal, máximo deseo y más intensa convivencia, constituye una decisión absolutamente subjetiva y personal, única e intransferible. Dos personas deciden compartir sus vidas o un periodo de las mismas por múltiples razones. Gran parte de ellas inconscientes. Y de lo que se trata es de hacerlas conscientes, de sacarlas a la luz. De responsabilizarse y admitir de una vez por todas que es un acto voluntario. El ejercicio de elegir, la capacidad de apostar y asumir riesgos, la decisión de querer entregarse a otra persona y de ser capaz de aceptarla y acogerla por completo es lo que inicia ese camino que llamamos “pareja” y que muchos confunden con la meta.

Pero lo más importante de todo en ese caminar es ver el alma de la persona con la que hemos elegido caminar y dejarse ver el alma. Volver a mirar profundamente a sus ojos, cuando se nos vela el alma y sólo vemos agujeros y claroscuros o un cuerpo opaco y sin luz, porque hemos perdido la luz de nuestra propia mirada por habernos puesto las gafas oscuras, rayadas y rotas de ver. Si el cruce de miradas enamoradas del amor mismo, de la vida que se expresa libre en cuerpos de mujer o en cuerpos de hombre, se produce al mismo tiempo en un encuentro de grupo, el éxtasis de la atracción y la creatividad que éste genera se multiplican como el eco que las montañas amplifican. Basta con dejarse desvelar y estar abiertos a revelar, como un negativo fotográfico, el original único, singular y sexuado que todos y cada uno de nosotros somos.

Y todo esto se hace fácil, cuando nos permitimos hacer un alto en nuestro runrún cotidiano, reflexionar con otros hombres y mujeres que nos sirven de espejo, compartir en voz alta nuestros temores, expectativas, decepciones y sueños. Cuando escuchamos con el corazón los temores, expectativas, decepciones y sueños de los demás. Y a veces los recursos y las soluciones encontradas. En definitiva, cuando abrimos nuestro corazón y nos abrimos a poder latir al unísono con otros corazones en este asunto esencial que es compartir o no la vida en pareja, con quién, cómo, cuánto tiempo y, sobre todo, con qué propósito y en qué dirección.

Escritor, terapeuta gestáltico y consultor transpersonal

Alfonso Colodrón

Comenta este artículo

Haz tu buena obra del día ¡Compártelo!