Zazen, un método -no tan fácil- para combatir la duda y la ansiedad que poseen nuestras vidas cotidianas, mal llevadas en esta época de crisis. En lugar de correr en todas las direcciones hacia un futuro incierto, tomemos el tiempo de pararnos y observemos el panorama de nuestra vida.
El maestro Sosan vivió en china a principio del siglo VII. Es el tercer maestro sucesor del linaje del zen y el autor del primer poema zen el Shin Jin Mei -Poema de la Fe en el Espíritu- en el que nos introduce a la sabiduría milenaria del budismo zen.
El poema empieza así:
Practicar la Vía no es difícil,
Evita seleccionar y rechazar,
Si no hay ni amor, ni odio
Esto se vuelve claro, evidente.
Son versos antiguos; tienen miles de años y ahora, nos parecen muy difíciles de realizar. Sin embargo, si empezamos a observar la actitud de nuestra mente frente a las circunstancias de la vida, percibimos que siempre pensamos en relación a seleccionar o a rechazar y con amar o con odiar. Muchas veces la duda nos carcome. ¿Habremos elegido bien? ¿Qué es lo mejor para nosotros? El maestro Sosan se dirige a las personas que buscan la Vía espiritual del zen. Él enseña el camino. No seleccionéis, no rechacéis, por lo que pensamos… ¡qué difícil!
Echando un vistazo a la situación de crisis económica actual de nuestra sociedad, nos podemos preguntar sobre la cuestión de la elección. Una multitud de jóvenes diplomados hacen cola para presentarse a un empleo que requiere de unas aptitudes bien inferiores a sus capacidades. ¿Tienen elección? Quieren este trabajo, necesitan entrar en la vida laboral y vivir sus vidas, están dispuestos a hacer casi cualquier cosa para realizarse. Envían su currículum a todas las ofertas de empleo, después esperan impacientes un respuesta. Si nada ocurre, empiezan las dudas, la ansiedad, les cuesta aceptar que alguien mejor ha sido elegido. Por otro lado, hay un empresario que, después de haber anunciado un puesto de trabajo, recibe miles de C.V. en los que cada cual vende sus cualidades para ser elegido. El necesitaría contratar a una persona de confianza para seleccionar al candidato ideal con el que su negocio prosperase de la mejor manera. Pero él no puede, eso le costaría demasiado caro. Entonces, ¿cómo va a seleccionar o rechazar a los candidatos? ¿Con intuición? o ¿contratara al que acepte el salario más bajo o al más guapo? Esto es estresante. Todas estas posibilidades son dejadas al azar o a la buena fortuna. Mientras tanto, el empresario va a intentar sacar beneficio: – Te he elegido, te doy trabajo, no tienes elección… Si no te interesa, hay mil más que están dispuestos a hacer el trabajo-.
La situación de nuestra sociedad es peligrosa, pues las condiciones del trabajo empeoran. Se ha convertido en un trabajo para comer aunque deberíamos comer para trabajar. El empleado hace el trabajo que el empresario no puede hacer, pero que necesita para que su negocio funcione. Hay una unión importante de interdependencia entre el empleado y el empresario: este último debe enseñar a su auxiliar y amarle, ya que sin él la maquina no puede funcionar. Espartaco ya se dio cuenta de ello hace más de dos mil amos y provocó la revuelta de los esclavos en Roma. ¿Querría nuestra sociedad, teóricamente tan desarrollada, programar una nueva esclavitud?
Finalmente, las palabras del maestro Sosan no están tan lejos de nuestra vida cotidiana, sino que las enseña como siendo la práctica de la Vía. Hay una diferencia entre practicar libremente un estado de espíritu y someterse sin ninguna libertad de elección. La diferencia es la práctica de la Vía del zen. Esta vía de sabiduría milenaria se apoya sobre la práctica de zazen. Zazen no es sólo meditación, sino la esencia del comportamiento donde se encuentra la unidad del cuerpo y de la mente. Una postura muy rigurosa, muy exacta, donde todas las partes de nuestro cuerpo están presentes. Las piernas, por supuesto, bien cruzadas, con las rodillas en contacto con el suelo; pero también la flexibilidad de la pelvis, la rectitud de la columna vertebral y de la cabeza, los hombros relajados y la atención puesta en la posición de las manos… Tantos aspectos de nuestro cuerpo que tenemos tendencia a olvidar en nuestro día a día. Durante zazen no necesitamos un espejo para observar nuestro cuerpo; el equilibrio viene poco a poco. Estamos mal sentados o estamos bien sentados. Nuestro cuerpo está presente al veinte por ciento o a cien por cien. Cuando la postura se equilibra, la segunda función esencial de nuestra vida aparece naturalmente: es la respiración. En lugar de querer coger aire, como en el momento doloroso de nuestro nacimiento, lo vamos a expulsar. La concentración se centra en la espiración, en la evacuación del aire; pero en lugar de meter la tripa, el vientre estará en ligera expansión e irrigado por el oxígeno del soplo. Una respiración muy beneficiosa para la salud de los órganos internos; una espiración purificante para el cuerpo y para la actividad de la conciencia, la cual constituye el tercer aspecto esencial de nuestra vida. En zazen la conciencia es como un espejo claro delante del que pasan las imágenes de nuestro pensamiento. Los pensamientos no tocan ni manchan el espejo; sólo pasan. Evitamos seleccionarlos o rechazarlos. No es difícil gracias al apoyo de la concentración del cuerpo y de la respiración; pensamos con el cuerpo, pensamos sin pensar; dejamos pasar los pensamientos sin apegarnos como el viento de otoño empuja las nubes dejando aparecer la inmensidad del cielo.
El hombre moderno está siempre en movimiento, anda siempre en dirección del ‘devenir’. Ha perdido la costumbre de pararse y contemplar el presente, de contemplar el panorama de su existencia. Ha perdido el lazo con el instante. Zazen es pararse un momento; parar los movimientos del cuerpo, de la palabra y de los pensamientos. Encontrar de nuevo el origen. Allá donde el nombre no existe. Luego, levantarse, andar en la vida diaria , volver a las palabras en la simplicidad y la frugalidad; volver al movimiento en la consciencia del cuerpo, volver al pensamiento en la sabiduría no discriminativa que ha surgido de zazen. Este trabajo lo hacemos primero con nosotros mismos y para algunos es, incluso, su primera acción del día: sentarse cada mañana sin idea de seleccionar o rechazar.
No hay nada que rechazar, hacemos balance con nosotros mismos y con los demás; sin amor ni odio. Yo y los demás, de hecho, estamos sin separación, tenemos la misma naturaleza y participamos todos en la verdad universal donde no existe ninguna noción de ganancia o de perdida. Si este pensamiento nos anima, si nuestro cuerpo lo manifiesta en sus acciones diarias, entonces esto se vuelve evidente y claro y quizás, el ‘devenir’ de los esclavos del futuro no tendrá la ocasión de aparecer.
Barbara Kosen, Shorin ji.
Asociación zen Taisen Deshimaru