La odontología, al igual que otros campos de la medicina, está evolucionando hacia el uso de materiales compatibles con la salud y el medio ambiente. Se les conoce como materiales biocompatibles, tienen un elevado grado de adaptación a nuestro organismo y no generan efectos secundarios.
De unos años a esta parte hemos podido comprobar como el uso de metales en los tratamientos de odontología se ha visto reducido de manera considerable. Un claro ejemplo es el de las antiguas amalgamas de metal, que han quedado reducidas a un uso residual. Pocas, por no decir ninguna, son las clínicas dentales que utilizan ya este tipo de materiales para la obturación de empastes o incrustaciones.
El motivo es muy simple. Debido a su composición (50% de una aleación en polvo de plata, estaño, cobre, cinc y mercurio y el otro 50% de mercurio líquido) provocan irritación al contacto con los tejidos blandos de nuestra boca, generando malestar en el paciente y pudiendo desembocar en una reacción alérgica en el caso de personas altamente sensibles a los metales. Además, se ha demostrado que estas amalgamas desprenden vapores tóxicos y que al desgastarse con el paso de los años, estas sustancias se iban depositando en diversos órganos como los riñones, hígado, etc… produciendo trastornos en el metabolismo.
Por esta serie de razones poco a poco las amalgamas metálicas para obturaciones en empastes han ido dando paso a materiales biocompatibles como la cerámica y el composite, materiales capaces de provocar una respuesta biológica adecuada en nuestro organismo, algo que actualmente se considera un requisito fundamental e indispensable en los tratamientos de restauración dental.
Estos materiales, junto la porcelana y el circonio, son materiales de referencia en otros tratamientos de restauración dental como las incrustaciones inlay y onlay, utilizadas para reparar dientes posteriores con caries
moderadas o piezas agrietadas o fracturadas. Otra de sus principales ventajas es que este tipo de materiales no requieren que el dentista elimine demasiada superficie dental y como son de un color similar al de nuestra dentadura, se mimetizan y logran un resultado estético más adecuado y discreto.
Pero la verdadera revolución de los materiales biocompatibles se produjo con su aplicación en el campo de la implantología. Un implante dental consiste en la sustitución mediante una intervención quirúrgica de una
pieza dental dañada por un “tornillo” de titanio que se introduce en el interior de la encía y una corona de cerámica o porcelana en la parte exterior a la que se moldea para darla forma de diente.

Implantes

El material más utilizado actualmente, como ya hemos mencionado, es el titanio.

Se trata de un material biocompatible con un alto grado de durabilidad y de compatibilidad con las estructuras dentales de la boca. Pero a pesar de ello, no deja de ser un metal, por lo que genera incompatibilidades en las personas altamente sensibles a estos materiales.
Actualmente ya existe otro material capaz de sustituir al titanio en los implantes de personas con sensibilidad a los metales. Se trata del circonio, un material biocompatible, libre de metales, que hasta ahora se ha estado utilizando en la fabricación de incrustaciones, coronas y puentes dentales con mucho éxito y que ahora también se utilizará como sujeción de la nueva pieza dental.
Como se puede observar, la ciencia, y con ella la odontología, no para de avanzar en busca de soluciones más respetuosas menos invasivas tanto con los pacientes, como con el medioambiente.
Doctor Jesús Isidro
Odontólogo especialista en estética dental y ortodoncia invisible