La otra dimensión de la conciencia

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A poco que uno comienza a observarse y examinarse, se percata de hasta qué punto los hábitos psíquicos, las antiguas conductas, las asociaciones de ideas y las tendencias incontroladas se repiten y perpetúan, llegando a resultar un proceso exasperante para el que ha emprendido el trabajo sobre sí mismo a fin de conseguir la transformación interior. Se da uno cuenta de hasta qué punto es difícil desarticular las reacciones nocivas y los comportamientos indeseados, y hasta qué grado es arduo mitigar las propensiones nocivas y evitar la expresión de las emociones tóxicas.

De lo que no nos damos a menudo cuenta es de que cuanto más cedamos a esas propensiones latentes perjudiciales y a las reacciones emocionales anómalas, más estamos enraizándolas y fortaleciéndolas, con lo que aún somos más víctimas de ellas y más nos van sustrayendo la paz interior, la independencia mental y la libertad interior. Todo ello forma parte de esa mecanicidad y automatismos que frustran la evolución consciente y la liberación de las corrupciones de la mente, tales como la ofuscación, la avaricia y el odio.

Si uno realmente aspira a evolucionar y humanizarse (que es el genuino propósito del buscador espiritual), necesita emprender un trabajo de envergadura para descubrir, examinar y tratar de resistirse a las tendencias nocivas predominantes y las emociones insanas, logrando así debilitarlas.

Tenemos que recurrir a la firme motivación de querer introducir cambios en nosotros, activar la voluntad y el esfuerzo, intensificar la atención y la ecuanimidad, practicar la meditación y tratar de captar el primer destello de la emoción tóxica para resistirse a ser arrastrado por la misma. Hay que desidentificarse y dejar pasar la emoción insana, agotando así su impulso, contemplado desde la calma cómo viene y parte.

Hay que evitar cargar y perpetuar la emoción negativa poniendo a su servicio el pensamiento negativo. Se requiere un sólido entrenamiento para mantenerse como un sólido testigo de las reacciones emocionales. Aprendemos mucho mediante esta observación y terminamos por lograr mantenernos en el «punto de quietud» incluso en la inquietud. Uno se instala en la actitud de un testigo muy atento e imperturbado.

Así recuperamos ese eje interno que a menudo perdemos y se logra un provechoso giro para la mente y accediendo a otra dimensión de la consciencia, que es como un cielo despejado que los nubarrones emocionales no pueden llevarse tras de sí. Entonces, como nos recuerdan los mentores del yoga, uno consigue mantenerse interiormente inmóvil en el movimiento, estableciéndose en su ser más allá de la personalidad y el ego.

Hay que adiestrarse en profundizar la sensación «soy» y así acceder a la sensación de «ser», que nos transportará más allá de la misma, a una dimensión de consciencia inasible a las palabras, pero que representa otro modo de sentir y sentirse, vivir y vivirse.

Entonces, en esta aventura intrépida del espíritu, uno comprende que la gracia yace dentro de uno y que el gurú más fiable es el gurú interior. Por esta razón, las esclarecedoras y confortadoras palabras de Ramana Maharshi, del que el psiquiatra Jung llegó a decir que era el punto más blanco en una hoja en blanco:

«La gracia del Gurú está siempre presente. Tú imaginas que es algo lejano, allá arriba en el cielo, que tiene que descender, cuando en realidad está dentro de ti, en tu corazón; y en el momento que logras fundir la mente en su fuente, la gracia emana como un torrente desde dentro».

Ramiro Calle

Director del Centro Sadhak

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3,1 minutos de lecturaActualizado: 26/06/2013Publicado: 26/06/2013Categorías: RAMIRO CALLEEtiquetas: , , ,

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