Impacto de las Amalgamas Dentales en la Salud: Riesgos, Síntomas y Alternativas Seguras

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9,3 minutos de lecturaActualizado: 19/10/2024Publicado: 19/10/2024Categorías: Salud NaturalEtiquetas: , , ,

Dice Thorwald Dethlefsen en su libro “La enfermedad como camino”:

“Ni los bacilos, ni las madres, ni los metales pesados provocan la enfermedad, si no que el ser humano los utiliza como medio para realizar su enfermedad, convierte una cosa en una causa”.

“El Ser humano está enfermo desde su nacimiento, y está enfermo porque le falta la unidad; el Ser humano vive desde su ego y el ego demanda poder, nos hincha con diversidad de disfraces nuevos y más exquisitos que hacen que el Yo viva en disociación, no llegando a la unidad con ese modelo interior que se llama el Ser”.

“La trayectoria vital del individuo o evolución, es el camino que debe recorrer el Ser humano hasta encontrar conscientemente a este Ser interior que es símbolo del todo y que ha existido siempre en nosotros; la enfermedad es el punto de inflexión en que lo incompleto, puede completarse”.

“En este camino hacia el autoconocimiento le surgen obstáculos o espejismos, que no son más que el no reconocimiento de sus sombras, y como no le gusta, proyecta en un mal anónimo (causa) la verdadera fuente de su desgracia, para de esta forma trasladar la propia responsabilidad a la causa y no encontrarla en sí mismo”.

La medicina tradicional piensa de una manera bastante parecida y habla de la enfermedad como “la pérdida de armonía en la conciencia”, ese sentir interior que nos dice que lo que estamos haciendo no nos gusta; ante esto, cada persona reacciona con unos síntomas los cuales son los mecanismos de defensa del organismo puestos en marcha para restablecer el equilibrio perdido; estos, nos dan una idea de cómo reacciona el ser humano para conseguir ese estado.

Para unos, la enfermedad es la pérdida de la armonía; para otros, es la búsqueda de esta.

Dependiendo de los síntomas que se presenten, la medicina académica da nombre a las distintas enfermedades; por ejemplo, si una persona que tiene AMALGAMAS en la boca presenta varios de estos síntomas (cansancio, pérdida de memoria, irritabilidad, candidiasis, dolor de cabeza, debilidad generalizada, insomnio, bruxismo, diarrea, erupciones, alergia alimentaria, bronquitis crónica, sensación de compresión cardiaca, temblores, problemas de concentración, sensibilidad a la luz y a los sonidos, ataques de pánico , electrosensibilidad, insuficiencia del sistema inmunológico, neuralgia del trigémino, tinitus, caída del pelo, arritmia cardiacas, ojos secos, sensibilidad de los dientes, dolor muscular, reúma, anemia, sobrepeso por la acumulación de líquidos, quistes en los riñones, malformación del feto durante el embarazo), lo denominan Micromercurialismo o intoxicación al mercurio como metal pesado.

Aunque también es cierto que existen muchos seres humanos con estos síntomas y que no tienen en su boca ninguna amalgama, o mucha gente que tiene amalgamas y no presenta ninguno de estos síntomas (no existen enfermedades, existen pacientes). Debemos preguntarnos, ¿el problema está en el mercurio o en mí que no sé convivir tranquilamente con algo que me puede parecer hostil? ¿El problema está en el mercurio, o el mercurio es la cosa que yo convierto en causa para explicar mis problemas, y no ver en mi interior al causante?

Si alguien presenta, por ejemplo, reacciones exageradas al pelo de gato, el tratamiento no consiste en erradicar a todos los gatos del universo, ni en aislarse de ellos (son encantadores); el tratamiento consistirá en separarte temporalmente de ellos mientras encuentras y corriges la causa por la cual esta reacción exagerada se produce. El erradicarlos solo valdrá para que tu Ser busque otra forma de despertarte.

“Si alguien quiere construirse una casa, aunque le quites todos los ladrillos, la seguirá levantando aunque sea de madera”.

No vamos a dar una conferencia de química molecular para hablar de los componentes de las amalgamas, ni vamos a perder más tiempo en demostrar su toxicidad, “científicamente” no probada, pero sí claramente suscitada (el mercurio es el metal no radioactivo más tóxico del planeta), ni tampoco vamos a comentar que El Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo tiene publicado un artículo (DT.6491) en el cual confirma la toxicidad del mercurio al ser manipulado. Tampoco vamos a pararnos a explicar, (como hizo Alessandro Volta), las corrientes galvánicas que se producen entre distintos metales si estos están en un líquido hidrosalino como la boca; ni por supuesto perderemos el tiempo demostrando electrónicamente la alteración mecanoreceptora y por ende neuromuscular de esas corrientes, así como tampoco incidiremos en los más que posibles cortes energéticos que estas corrientes provocan en los meridianos medios del cuerpo (vasoconcepción y vasogobernación).

No vamos a comentar la mejoría clínica presentada en cerca de 2000 pacientes tratados en nuestra consulta en base a la retirada de estos empastes metálicos y el consiguiente tratamiento homeoSpagyrico de drenaje, quelación y energetización. Tampoco nos vamos a preguntar por qué las leyes me obligan a retirar los restos de amalgamas utilizadas dentro de un contenedor especial anticontaminación, pero en cambio me permiten, y además me dejan cobrar, el colocarlas en la boca de los pacientes.

No vamos a discutir sobre si las amalgamas son superiores en durabilidad y calidad a los composites, ya que no perderemos el tiempo contando que más del 70% de las amalgamas de más de tres años retiradas en nuestra consulta presentaban caries activas debajo de la amalgama debido a la filtración producida (la amalgama se expande y contrae y por lo tanto pierde su sellado, ya que no se adhiere al diente, simplemente se retiene), ni comentaremos que si no llegamos a haber actuado, estas piezas con el tiempo hubieran necesitado endodoncia, perno y corona. Tampoco perderemos tiempo en recordar que la expansión que se produce en las amalgamas (15%) suelen producir líneas de fractura que con el tiempo, por efecto cuña, terminarán rompiendo el diente, necesitando la extracción y posterior puente o implante, provocando en el paciente el susto con la rotura y la consabida minuta del dentista.

No vamos a perder el tiempo discutiendo sobre si los composites son solo más estéticos y que no presentan ninguna otra ventaja, como por ejemplo que tanto el sellado como la durabilidad son mayores que las de la amalgama (si la técnica empleada es la correcta). Ni que en su realización se tiene que destruir un 35% menos de diente. Ni que su conformación anatómica sea más fisiológica y predecible en el tiempo. Ni que la oclusión es más efectiva ya que su dureza es más parecida al esmalte del diente antagonista, tampoco realzaremos que es más fácil la detección y corrección de posibles filtraciones.

Una vez decididos a la sustitución de estos empastes, tenemos que conocer que la retirada de las amalgamas debe de hacerse de una forma segura y mediante un protocolo establecido realizado por profesionales de la salud que crean verdaderamente en este proceso. Queda claro que es peor eliminar aleatoriamente y sin un rigor técnico las amalgamas, que dejarlas en boca de por vida, sobre todo en personas que tienen sintomatología de intoxicación por metales pesados.

Este protocolo se basa en:

* Historia clínica completa tanto orgánica como emocional. Rx panorámica de la boca. (Profundidad y extensión de las amalgamas), examen de mucosas, examen dental.

* Escuchar al paciente, y conocer “algo” de su vida intentando relacionar sus síntomas dentales con otras alteraciones presentes en su cuerpo.

* Valorar e informar de las posibles complicaciones en el acto de sustitución.

* Diagnóstico kinesiológico fundamental para conocer el orden y la frecuencia con la que su cuerpo “quiere” limpiarse de estas sustancias.

* Regulación, nutrición y energización de los órganos emuntorios (riñón, digestivo y piel) para la posterior quelación y drenaje de toxinas canalizándolas desde el interior de la célula hasta el espacio extracelular, o espacio de Pischinger, y posterior eliminación por las vías de excreción. Nosotros utilizamos medicina tradicional de occidente MTO, sistema que Paracelso en el siglo XVI, enseñó y denominó Spagyria, y que en la actualidad ha codificado el Dr. D. Juan Carlos Avilés y ha denominado Homeospagyria.

* Técnica: Utilización de diques de goma (pañuelo de látex que deja al descubierto solo las piezas a tratar) para evitar que partículas de amalgama sean ingeridas durante el proceso de remoción. Intentar quitar la amalgama en bloque, sin desgastar sus superficies; utilización de maquinaria rotatoria si es posible eléctrica y no de aire, complementada con mucha presión de agua, y aspiración quirúrgica de esta. Colocación en las fosas nasales de cánulas que administran oxígeno húmedo para evitar la inhalación de vapores de mercurio, o simplemente usando mascarillas para impedir su inhalación (no queda claro a qué temperatura se producen estos gases).

* Dieta: tomar de dos duchas diarias, disminución en la ingesta de pescados grandes, café, tabaco, alcohol, té y cerdo blanco; beber si es posible unos dos litros de agua preferentemente con bajo residuo seco.

Una vez acabada la sustitución de amalgamas, es aconsejable la toma de un probiótico durante un mes para restablecer la flora del tracto digestivo, incluyendo tracto oro, nasofaríngeo, intestino delgado y colon.

Nuestro cuerpo es sabio; sabe lo que tiene que hacer en cada momento, no tenemos que decirle a nuestros riñones que sus 2 millones de nefronas filtren 1700 litros de sangre al día para mantener sus 50 litros de agua libres de toxinas; no tenemos que decirle a nuestros pulmones que sus 300 millones de alvéolos intercambien oxígeno por CO2 en las 30.000 respiraciones diarias para nutrir a nuestras células y desintoxicarlas de CO2.

Lo mismo pasa con los árboles, que saben perfectamente cuándo tienen que desprenderse de las hojas para poder llevar la savia hacia las raíces en épocas de frío, o cuándo tienen que hacer brotar a la flor para que los insectos polinicen a sus congéneres; es el ser humano, mejor dicho, la mente del ser humano quien lo complica todo, planta árboles a su conveniencia o se crea dogmas y pecados y de esta forma rompe la armonía entre los seres vivos y la naturaleza, el árbol y el Ser se pierden y las reglas se incumplen.

Por todo ello pensamos que si tenemos amalgamas en nuestra boca, la sustitución de estas por un material no tóxico, más moderno, estético, funcional y fisiológico, junto con un drenaje y quelación de metales pesados, es lo más lógico. Eso sí, no paremos en este punto: una vez limpio de mercurio, sigamos investigando el porqué un simple trozo de metal plateado puede estar destrozando nuestra vida.

Dr. D. Miguel Angel Recatero

Odontólogo

Medicina Tradicional de Occidente

Homeoespagyria

Colegiado. nº 28082

www.estomatologiaholistica.es

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