En busca de otra Dimensión de la Consciencia -1

¿Quieres más?

¿Te gustaría estar siempre al día con las últimas tendencias, consejos y secretos?  Suscríbete a nuestro boletín mensual y sé parte de una comunidad exclusiva.

Todas las personas, salvo rarísimas excepciones, tenemos carencias emocionales, agujeros psíquicos, discapacidades afectivas, torturadores internos e inestabilidad mental. Pero con respecto a todo ello hay tres categorías de personas: las que nunca reparan en ello, aunque lo sufran, por supuesto; las que se percatan de ello pero se resignan fatalmente, por aquello tan evasivo de «uno es como es»; y la de las que nos damos plenamente cuenta de todo ello y de cómo nos encontramos en un estado de consciencia semidesarrollada o crepuscular, pero que no nos resignamos al mismo y queremos, a toda costa, poner las condiciones para acelerar la evolución consciente y obtener un tipo especial de conocimiento y de percepción más allá del pensamiento ordinario y todas sus limitaciones.

Cuando en una persona se manifiesta en todo su vigor la certeza de su propia mecanicidad, quedanto espantada por su grado de robotismo y ceguera espiritual, o lo asume, sintiéndose derrotada de antemano, o empieza a poner todos los medios para encontrar respuestas existenciales más allá del intelecto común y emprender un riguroso trabajo interior para poder actualizar potenciales y energías internas, hasta entonces insospechadas y, por supuesto, aletargadas; energías mucho más inteligentes y finas con las que podemos conectar y que nos ayudarán en nuestra larga marcha de la autorrealización.

Todos buscamos sentirnos mejor, ser un poco más dichosos y no experimentar tanta insatisfacción, darle algún sentido a la vida y encontrar ciertas respuestas que se nos escapan; pero podemos decir que es un buscador espiritual o un artífice de la propia evolución de su consciencia, aquel que, desde su descontento interior y su cruda consciencia de mediocridad espiritual, se pone en marcha para poder conocerse, hallar sosiego, afinar el discernimiento y poder ver más allá de las apariencias. Es la búsqueda del Ser o del No-ser, como queramos llamarla, pero es la búsqueda, sin duda, de un espacio más elevado de consciencia que intuimos que existe pero que se nos escabulle una y otra vez, aunque en alguna ocasión, por confortadora fortuna, uno tiene un atisbo o vislumbre del mismo y se da cuenta de que ese estado reporta una dicha superior a cualquier estímulo puramente sensorial.

Si un día al despertar, de súbito, uno se encontrase en un campo de concentración, toda la motivación y esfuerzo estarían encaminados a poder fugarse. Cuando uno se da cuenta desde lo más profundo, y no solo intelectualmente, de cómo es prisionero de su propio campo de concentración, trata de salir del mismo para poder empezar a deleitarse con el sabor de la libertad.

La Búsqueda nunca es fácil, y a muchos aterra, porque a veces es un camino de «sangre psicológica», donde se producen toda clase de autoencuentros y autodesencuentros, momentos de exaltación pero no pocas noches oscuras del alma, instantes de prometedora certidumbre, pero también de desolación y escepticismo. Pero cuando uno está «tocado» por la Búsqueda, ésta no cesa, y uno se convierte en una especie de insaciable sabueso rastreando realidades suprasensibles, tratando de hallar respuestas a los grandes interrogantes de la vida y en el anhelo porque la existencia no se convierta tan solo en «dos o tres momentos de confusión y se acabó».

En su afán por encontrar un modo más elevado de comprensión y una manera más apropiada de ser y serse, el buscador tantea por uno y otro lado, prueba enseñanzas y métodos, vive momentos de gran soledad y realiza esfuerzos que muchas veces no están bien dirigidos y resultan estériles. Todo ello forma también parte de la Búsqueda.

Hay que servirse, como mapas espirituales, de las enseñanzas de las mentes más realizadas a lo largo de la historia de la humanidad, aunque luego cada uno deba seguir su propia senda, porque es la senda sin senda la verdadera Senda. No se trata de convertirse en un imitador, o en un lacayo de un lider espiritual, o en hacer uso de la obediencia ciega y abyecta, sino todo lo contrario, en convertirse en uno mismo, sin modelos fijos y petrificados, sin dogmas secos y que embotan más la consciencia, sin los adoctrinamientos de otros, que nos los imponen debido al papel que desempeñan de oprimentes y egocéntricos «salvadores de almas», revistiéndose de una fea y mezquina solemnidad. Cada buscador es como una orquídea única. Al final seguirá su propia ley. Puede o no puede observar una religión o un culto, pero entiende que la verdadera espiritualidad está más allá de las «jaulas» de las religiones, de las creencias preestalecidas y de los líderes espirituales; que la mística solo tiene un color: el de la unidad. La Búsqueda misma le confiere un gran sentido a la vida, un propósito y un significado. Y la Búsqueda misma ya es logro y meta.

No es decir lo que hay que hacer, sino dar los medios para poder hacerlo; no es apuntar hacia dónde hay que dirigirse, sino que nos procuren los vehículos para poder hacer el desplazamiento y saber poner las condiciones para el trabajo interior que nos transforme de manera real y no se quede todo en una mera elucubración o buenas intenciones ineficaces. Aquí es donde juega un papel esencial el sadhana, o sea esa bien experimentada y fiable disciplina espiritual o método para favorecer el progreso de la consciencia y el mejoramiento humano.

El sadhana son los métodos prácticos que nos ayudan a despejar la ignorancia básica de la mente y saber adoptar las actitudes vitales adecuadas. Mediante el sadhana podemos tener la seguridad de que iremos ganando la batalla a la escurridiza y alienante maya, ese entendimiento incorrecto que es como una espesa niebla mental que impide la captación de lo que realmente es y que nos hace tomar lo irreal por real y las apariencias por lo esencial, escondiendo lo más sustancial e impidiéndonos priorizar debidamente y desconectándonos de nuestra inteligencia primordial. Maya crea energías muy densas y que alerdan la consciencia; nos hace entrar en un decorado mucho más de sombras que de luces y nos enreda en la brea de la ofuscación, la acción torpe y las reacciones neuróticas.

Desde la más remota antiguedad, aquellos que se han percatado de algún modo de esa ignorancia básica de la mente que convierte la vida «en dos o tres momentos de confusión y se acabó», han tratado -a veces tan esforzada y tenazmente que les ha conducido al abatimiento o desesperación- de hallar condiciones para hacer un canal de luz y clara comprensión en esa densa neblina mental y poder ver lo que antes se escapaba al entendimiento.

En ese tan encomiable afán, se ha recurrido a todas las sendas y métodos posibles, aunque no todos hayan sido eficaces e incluso algunos de ellos hayan resultado peligrosos para la salud psíquica de la persona. Desde las danzas sagradas a la gimnástica de movimientos calculados y sacros; desde las técnicas de introspección a las de recitación de mantras y de visualización; desde los métodos concentrativos a los de fijación de la mente en mantras o mandalas; desde la ejecución rigurosa del pranayama a los procedimientos de autoexploración; desde la meditación deambulante al ayuno; desde la oración consciente a determinados rituales; desde el culto a la diosa a la sexualidad consciente.

Algunos, como si hubiera atajos para llegar al cielo, se han servido de esos «paraísos artificiales» que son las sustancias psicodélicas o los alucinógenos, añadiendo de tal modo más maya (lo ilusorio) a maya. Así, los llamados buscadores de realidades más allá de la realidad aparente y de respuestas más allá de las que ofrece el pensamiento dual, no han dejado de poner las condiciones para que se produzca un giro de la mente y haya una apertura de la consciencia. En esta búsqueda para conectar con la realidad inmediata y abrir los ojos a otra supramental, no puedo dejar de insistir, y de ahí la necesidad de este apéndice, en la importancia del trabajo sobre el cuerpo.

Ramiro Calle

Director del Centro de Yoga Shadak y escritor

Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak

Ramiro Calle

Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak

Ramiro Calle

Haz tu buena obra del día ¡Compártelo!

7,3 minutos de lecturaActualizado: 03/06/2024Publicado: 06/06/2014Categorías: Ramiro CalleEtiquetas: , , ,

Comenta este artículo