No hay muchas razas humanas, sino solo dos: las personas de buenos sentimientos y las de malos sentimientos. Como he comentado a veces en mis clases de meditación, las personas buenas son muchas más que las malas, pero éstas últimas se organizan mejor. Hay personas con el alma bella y otras con el alma que es un verdadero estercolero. Estas últimas son verdaderas des-almadas (sin alma). Si en la mente humana están las denominadas por Buda «raices del bien y raíces del mal«, hay que trabajar sobre uno mismo para estimular y desplegar las raíces del bien o de lo sano (lucidez, generosidad y compasión) y erradicar las raíces del mal o de lo insano (ofuscación, avidez y odio).
Por increible que parezca sigue habiendo personas realmente malvadas que se complacen en dañar y maltratar a los animales, como hemos visto recientemente en los medios a propósito de unos malvados excursionistas enfoncando su agresividad y demoniacos sentimiento sobre un jabalí. En casos así uno tiene siempre que denunciar por todos los medios esas fechorías y, sobre todo, a las autoridades competentes.
Como declaraba Ramakrishna, hay personas que tienen la apariencia de tales, pero que en realidad son malignos duendes. Denunciar los malos tratos a los animales es un deber ético insoslayable.
Hace unos meses tuve ocasión de contemplar in situ los malos tratos de un despreciable individuo a sus animales en San Sebastián. Se trata de un tal Patxi Irazusta, mentiroso y cruel, al que pedí indulgencia para sus animales, pero de nada sirvió, a pesar de que los vecinos vienen desde hace años comprobando la malévola y despiadada conducta de este individuo. Lo denuncié al Ayuntamiento de San Sebastián y a la Diputación de Guipuzcoa y muchos lectores de mi Facebook se sumaron a la denuncia; tambien cursé denuncia a la Guardia Civil y a la policía de Donostia. No sé qué ha podido suceder con todo ello y a veces uno puede desmoralizarse al no ver los resultados esperados y que todo el peso de la ley no recaiga sobre los maltratados. Pero hay que seguir denunciando y haciendo frente a la gentuza que da la espalda a los seres sintientes y tienen un corazón de acero.
Siempre tengo presente las palabras de Vicente Ferrer cuando en uno de sus encuentros me dijo: «Lo único que le pido a Dios es un corazón de carne y sangre«. Un corazón alimentado por el néctar de la compasión y no por el veneno de la crueldad.
Comparto con vosotros un video que es esperanzador (aquí), porque si un gato llega a acariciar a un pájaro con tanta ternura, todavía podemos esperar que venga el día, por muy lejano que esté, en que el ser humano merezca llamarse tal y tener un alma verdaderamente amorosa y compasiva. ¡Ojalá sea así!.
Ramiro Calle
Centro Shadak
Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak
Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak