Cuidamos a nuestro niño interior para recuperar esa parte de la infancia que a veces está dañada, pero qué le pasó a nuestro adolescente y qué vivió, también marca nuestro momento presente.
Actualmente en todas las terapias que hacemos de adultos se habla mucho de cuidar a nuestro niño interior, de mimarle y amarle para conectar con nuestro potencial creativo. Pero el adolescente es tan importante en el desarrollo emocional como lo es el niño.
La adolescencia es el momento en el que nuestro cerebro madura y se transforma para darnos la capacidad de hacer frente a la vida, y el adulto que seremos está muy relacionado con ella.
A nivel neuronal, se considera que el adolescente transforma su cerebro entre los diez y los veinticinco años. Por tanto esta etapa es crucial para establecer nuestra adaptación a la vida, el aprendizaje, la sociabilidad con el entorno y desarrollar la capacidad de empatizar.
Se han hecho estudios con escáner a distintos grupos de adolescentes y se ha visto que contrariamente a lo que se pensaba, el cerebro no termina de madurar a los seis años sino que los cambios siguen avanzando más lentamente, desde la parte posterior del cerebro hasta la frontal, es decir, desde las áreas más cercanas al tronco cerebral encargadas de funciones como la visión, el movimiento y el procesamiento de datos, hacia las áreas evolutivamente más modernas que son las de la corteza y el lóbulo frontal.
El cuerpo calloso, encargado de conectar los dos hemisferios cerebrales, aumenta de grosor progresivamente. También aumentan las conexiones entre el hipocampo encargado entre otras funciones de la memoria, y el área frontal que establece los objetivos y las comparaciones entre diferentes planes de acción, esto hace que mejoremos la capacidad de integrar la memoria y la experiencia en nuestras decisiones.
Al desarrollarse más la parte frontal del cerebro, nos va a permitir sopesar más variables para ser capaces de tomar mejor las decisiones.
Por tanto la adolescencia es una etapa crucial en nuestra vida para aprender a controlar los deseos e impulsos y tener un comportamiento en el que valoremos adecuadamente objetivos, intereses, normas, ética y altruismo; aprendiendo a empatizar, entendiendo al otro, poniéndonos en su lugar. Este comportamiento es mucho más elaborado y complejo por lo que al principio el adolescente se va a encontrar perdido entre muchas reacciones encontradas.
En esta etapa es cuando aprende a salir al mundo y defenderse en él sin la presencia continua de los padres; éstos pasan a un segundo plano porque a quien quieren impresionar es a sus amigos.
Tienen un carácter muy variable debido a que también las hormonas están modificando todo su cuerpo, y en las neuronas hay mayor sensibilidad a los neurotransmisores como la dopamina que activa los circuitos del cerebro de la gratificación (Se segrega en cantidades cuando todos los amigos le jalean cualquier acto de riesgo que haya hecho); y la oxitocina, que hace que las relaciones sociales sean más gratificantes e interviene fundamentalmente en el enamoramiento.
Algunos padres se desesperan a veces con sus hijos adolescentes porque sienten que están perdiendo el control, y no van nada desencaminados. Nos puede parecer que hacen verdaderas tonterías arriesgándose en conducciones temerarias, ingiriendo alcohol o drogas, cosas que saben perfectamente que implican un riesgo. La gratificación que obtienen al ser admirados por su entorno de amigos hace que no sean capaces de detenerse.
No hay que desesperarse por los hijos. Aunque no lo parezca, están escuchando, aprenden mucho de nosotros y de nuestro comportamiento. Hay que darles confianza pero también enseñarles que no la pueden tirar por la borda cometiendo tonterías, y si observamos que determinado grupo de amigos le está perjudicando a lo mejor la solución no es alejarle de ellos, sino intentar conocer al grupo; todos son susceptibles de cambiar.
En mi experiencia con la técnica Metamórfica he tratado a varios adolescentes problemáticos. Sus madres me pedían que no les dijera que les hacía metamórfico, pero al chico se le debe decir qué tipo de terapia está recibiendo.
Uno de los casos que tuve hace ya tiempo fue el de un chico de 20 años al que le trajo la madre porque tenía una novia muy destructiva que le había llevado a dejar sus estudios en tercero de la ESO, y todos los fines de semana se iba con el grupo de amigos a beber y fumar porros. En casa estaban desesperados por su falta de interés por todo.
Empecé haciéndole reflexoterapia Podal con la excusa de tratarle una fístula que le iban a operar. Mientras le trataba empecé a hablarle de la técnica metamórfica como una terapia que nos ayuda a conectar con nosotros mismos y cuál no sería mi sorpresa cuando me dijo que a lo mejor esa era la terapia que él necesitaba. A partir de ahí en cada sesión le hacía media hora de reflexoterapia y otra media hora de metamórfico. Hicimos unas ocho sesiones.
No volví a saber nada de él hasta dos años después que me llamó su madre para apuntarse al curso de metamórfico y me contó que su hijo después de aquel tratamiento dejó a la novia, terminó los estudios de la ESO y había hecho formación profesional.
El día que cumplió 23 años se vino a un metamórfico. Fue muy gratificante cuando hablando con él me manifestó que estaba seguro de que aquel tratamiento le había ayudado a encontrar su camino.
Por todo lo expuesto vemos que esta etapa es fundamental en nuestra vida ya que nos ayuda a adaptarnos al mundo en que vivimos, a interpretarlo y ser capaces de desenvolvernos en él.
Carmen Benito.
Bióloga, reflexóloga y terapeuta de masaje metamórfico