El Corazón del Trotamundos en México
El corazón del trotamundos empieza en México
Hace muchos años, un aprendiz de viajero aterriza en el aeropuerto de México capital a las cuatro de la madrugada. Parecía que fuera hace unas horas. Los viajes, como el gran viaje de ama desde el primer instante. A aquellos donde siempre se deja a alguien a quien reencontrar, un deseo por cumplir, una fantasía por realizar…
Y el “mochilero”, al atravesar la frontera con Guatemala tres meses después de ese primer aterrizaje, ¡deja tantas cosas pendientes! Entre otras, saldar una deuda con el país de “las tres culturas” (precolombina, colonial y moderna). México le acaba sanando una profunda depresión. A los 30 años, en plena crisis existencial, solo se le ocurre huir hacia adelante, saltar el charco, alejarse del viejo continente en dirección del ocaso. Como queriendo alargar el día y la luz, evitar la noche…, la noche oscura del alma.
La Vitalidad de México
Desde el primer día, la vitalidad del zócalo y los mercados callejeros frenan que el deseo de morir siga invadiendo sus células, que Thanatos venza a Eros. Y es que la vida es el virus más contagioso que existe. La sonoridad de los mariachis a medianoche en la Plaza Garibaldi despierta un alma adormecida por el trabajo y la política. La intensidad de los olores de los puestos de comida callejera, abiertos a cualquier hora del día o de la noche, estimula un apetito perdido hacía tiempo: el apetito de vida.
Un País, Varios Mundos
México va desvelándose, desde las alturas, como algo más que un país: casi un continente bañado por el atlántico y el pacífico, con playas y cordilleras, volcanes y planicies, desiertos y fértiles vegas, clima tropical y eternas nieves de las cumbres, aguas turquesas de arrecifes y lagos interiores.
Y si los españoles creyeron descubrir indígenas, iban a encontrarse con sofisticadas culturas superpuestas: azteca, maya, olmeca, tolteca… Aún hoy persiste mucho desconocimiento en España de ese gran país que acogió a una parte importantísima del exilio republicano. Una minoría viajera empieza a apreciar las medicinas tradicionales, el chamanismo, el ayahuasca y los temazcales o “templos del vapor” (inipis en la tradición lakota).
Reflexiones sobre el Viaje
Y el trotamundos va descubriendo las diferencias entre el viajero y el turista; entre quien recorre caminos dejándose penetrar por el entorno y quien va protegido por un grupo, un guía y los cristales esféricos de un autobús, como si fuera una pecera. El turista acumula souvenirs, experiencias, fotos y vídeos, mientras que las mejores fotos del caminante las guarda en el corazón.
Un Enfoque de Vida
Paulatinamente al peregrino le interesa más la actualidad que las ruinas arqueológicas. El turista tiene el tiempo medido y, viviendo a la defensiva, rara vez se abre a la hospitalidad inesperada. El nómada no ha puesto límite a su deambular. Va entablando amistades profundas que perduran tras la partida.
Trotar mundos es abrirse a lo inesperado, a nuevas visiones del mundo y a insólitas costumbres; exige romper rutinas, perder algo de la propia identidad, que no es sino una identificación limitante, para saber más quién se es a través del Otro.
Inspiraciones de un Corazón Vagabundo
Cuando pasan las grandes bandadas de aves migratorias, el corazón del trotamundos vuela con ellas y el mundo recobra su unidad. Un reflejo del universo interior y un macrocosmos del propio corazón.