Si algo tiene sentido, es la búsqueda por sí misma (Parte II)

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La presencia de ser es el trabajo interior sobre uno mismo; profundizando aprendemos a desapegarnos o desligarnos de las envolturas psicofísicas. De esta forma uno logra estar en su «centro» y quebrar el dispositivo de la identificación, que tanto nos arrebata y, por consiguiente, nos acapara y nos roba la libertad interior, la lucidez y la ecuanimidad.

Existe siempre una brecha, y no poco extensa, entre el yo social y el yo real, entre la persona aparente y la genuina, entre la propia identidad y el modelo idealizado.

Lo que no evoluciona, se degrada.

La presencia de ser conduce a la Presencia, donde uno está más libre de ser esto o aquello, e incluso se trasciende el ego.

Te haces muchas preguntas, por eso buscas, pero pregúntate por el que pregunta.

En la cenagosa ruta del samsara (lo fenoménico) hay que celebrar la vida.

No es bueno aferrarse a una sola doctrina. ¿Acaso no es uno su propia senda, su propio maestro, su propia luz? Aprovechemos todo lo que nos ayude a superar la neblina o maya de la mente y a esclarecernos y humanizarnos. Eso es inteligencia; lo otro es dogmatismo y sectarismo.

El zen de la vida y de la muerte. Si tienes que pensar, piensa. Si tienes que experimentar, experimenta. Si tienes que vivir, vive. Si tienes que morir, muere. Pero todo ello consciencia.

Hay un tiempo para todo. La vida es inestable, impredecible e imprevisible. Podemos vivir ciega y mecánicamente, desde el ego y el egoísmo, o consciente, lúcida y compasivamente. Podemos rendir el ego al ir a morir o rebelarnos y aumentar el sufrimiento. Hay que saber asir; hay que saber soltar. Hay que fluir con la vida. ¿Será posible hacerlo con la muerte?

El camino ya es la meta. Dharma (Enseñanza Espiritual) y Sadhana (entrenamiento espiritual) son los refugios o asideros.

Hay que aprender no solo a hacer sino a ser, no solo a ir sino a estar. El buscador espiritual tiene que convertirlo todo en una herramienta para transformarse, en un catapulta para relanzarse hacia la Sabiduría, en un puente para cruzar de la orilla de la ignorancia a la de la luz. A veces las pruebas son muy duras, a veces la noches oscuras del alma nos vienen sin darnos cuenta, a veces hay que recurrir a todos los aliados internos para no desesperarse.

¡Cuántas veces hay que sacrificar de uno mismo para al final ser uno mismo!

La muerte iniciática: morir en vida para renacer a la vida, dar muerte a la vieja psicología para nacer a una nueva psicología más fructífera. La necesidad de abandonar la mente vieja y encontrar una nueva manera de ver y de ser; la necesidad de transformarse yendo más allá del ego, para fundirse con la Gran Mente.

El ego es el mayor impostor y la mayor esclavitud.

La vida es la gran paradoja, Tiene mucho de acertijo. Es como un laboratorio experimental donde uno se prueba y trata de conocerse a sí mismo. A cada sombra corresponde una luz. En el desafío de la vida uno encuentra el detonante para ir transformando todo en consciencia y abrazar la vida toda ella, porque no se puede fragmentar y menos ignorar. Cada vez que uno cae, tiene que incorporarse. Es la ley de la vida y nada es tan poderoso como encontrar morada en el propio corazón y en el de los demás.

El pensamiento de la muerte no es la muerte, pero la muerte viene haya o no pensamientos. Por tanto, vive, que ya habrá tiempo para morir. Es la mente conceptual la que teme la muerte como idea. Mientras hay el pequeño yo, la muerte aterra, porque representa su liquidación total.

No queremos soltar el cuerpo; no queremos soltar nuestros placeres y miserias; no queremos soltar el pequeño yo dominante y voraz que querría perpetuarse siempre. Pero la muerte vendrá, mas mientras tanto lo importante es no dejar de evolucionar conscientemente, procurarle un sentido a la vida y vivir en plenitud.

Solo con el amor la vida adquiere su propósito y su sentido.

Es preciso sustituir los ídolos por una experiencia, o sea, la práctica.

Solo mediante el discernimiento consciente podemos ganar la partida a maya (lo fenoménico, aparente y engañoso) y tratar de desenmascarar sus artimañas y trucos y poder utilizar a la misma maya para ir más allá de maya.

Ante el umbral de lo Incognoscible hay que abandonar (por mucho que cueste o mucho apego que uno le tenga a éste) al baúl de los conceptos, las comparaciones, las ideas, los prejuicios y sobre todo la auto-importancia. Ante el umbral de lo Incognoscible solo saben los que han dejado su ego y son alumbrados por «la nube del no saber». No sabiendo, saben

Después de mucho buscar, lo que buscamos nos encuentra. Si algo tiene sentido, es la búsqueda por sí misma.

Hay que dar la bienvenida con lucidez y ecuanimidad a lo que va sucediendo, siempre estando en el aprendizaje constante. Ser un aprendiz hasta el último día de nuestras vidas, sin incurrir en el perverso juego narcisista de «yo sé y tú no sabes».

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Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak

Ramiro Calle

Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak

Ramiro Calle

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4,5 minutos de lecturaActualizado: 07/06/2024Publicado: 06/06/2024Categorías: Ramiro Calle, YogaEtiquetas: , ,

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