El sosiego es una de las vivencias más ricas y enriquecedoras de la que puede gozar un ser humano. El sosiego es una energía de quietud, calma profunda, bienestar y disfrute inspirador y revelador. No solo es ausencia de agitación, ansiedad o inquietud, sino una experiencia profunda que nos conecta con el ser interno, nos completa y esmalta nuestra alma de confortamiento y dicha. Es una verdadera medicina, capaz de disipar las tensiones y preocupaciones, centrarnos y equilibrarnos, otorgarnos armonía y pacificar nuestras emociones. Por todo ello y mucho más, el sosiego es altamente deseable.

Por un lado reporta esa experiencia tan gozosa de la paz interior y por otro dispone la mente para que pueda desarrollar otras de sus potencias. No es así de extrañar que desde muy antaño se hayan ido perpetuando las enseñanzas y métodos para hacer posible esa serenidad de la cual surge una visión más clara, esa quietud que conlleva lucidez, entendimiento correcto y sabiduría. De la quietud de la mente nace la comprensión clara, la visión penetrativa, el discernimiento lúcido, la compasión y la acción correcta. Así como de la ofuscación solo surge ofuscación, de la mente quieta emana una percepción pura, que no está velada por las tendencias egocéntricas, la imaginación incontrolada, las memorias y los viejos patrones. Así como cuando se aquietan las aguas de un estanque se tornan cristalinas, cuando la mente se apacigua y el ánimo se sosiega, surge un estado mental de mayor perspicacia, libre de confusión, desorden e insanía. A lo largo de los siglos se ha ido configurando un fecundo cuerpo de enseñanzas para la quietud y toda una «farmacopea» de medicamentos para aprender a aquietarse.

Cuando los discípulos le preguntaron a una mentora espiritual que iba a morir que última instrucción les entregaba, ella dijo: «Estad tranquilos, tranquilos, tranquilos». Mi buen y querido amigo Baba Sibananda siempre decía: «Observa, contempla, mira, pero siempre sereno». Buda exhortaba a sus discípulos: «Sosegados entre los desasosegados, sin ansiedad entre los que ansían». El sosiego es tan valioso y transformativo que una antigua instrucción reza. «No hay nada que sea tan valioso como un instante de paz». Y sin embargo, y aunque nos pertenece y yace dentro de nosotros, vivimos de espaldas al mismo: urgidos, angustiados, impacientes, intranquilos, ansiosos, preocupados, descontentos, disgustados, profundamente insatisfechos, nerviosos, incontrolados e inarmónicos. Lo anhelamos, pero no sabemos como buscarlo; aspiramos a él como el sediento al agua, pero a menudo hacemos todo lo contrario que tendríamos que hacer para recobrarlo. ¿Hasta cuando estaremos practicando el yoga del desasosiego en lugar del yoga del sosiego? ¿Hasta cuando el yoga del dolor y no del bienestar? Incluso la dicha la perseguimos desasosegadamente, y así la alejamos, y desasosegadamente recibimos el sufrimiento inevitable y así lo fortalecemos e intensificamos. Hay caos en nuestra mente y desorden en nuestros comportamientos. Nuestro propio ánimo intranquilo se lo contagiamos a los demás, del mismo modo que la persona sosegada transmite su sosiego. Y el verdadero sosiego es alegre y vital, y nunca se trata de una «paz de cementerio». En la medida en que se logra la calma mental y se vive más centrado en cada momento, el sosiego se despliega. Cuando la mente está de continuo en lo que pudo ser o debería ser, ahuyenta el sosiego.

Me confieso un buscador del sosiego, porque cuando uno gusta de la serenidad no hay un sabor más dulce. Inspirado por este anhelo de recuperar esa frecuencia de calma profunda que nos libera de la incertidumbre y los pesares, escribí, y publiqué recientemente, mi último relato espiritual: «En Busca de la paz interior». Un hombre que tras haber conseguido muchos logros mundanos, se percata de que interiormente sigue arrastrando su vacío existencial y decide emprender una intrépida aventura espiritual en busca de ese tesoro de tesoros que es la paz interior.

A través del trabajo interior y en la medida en que controlamos la mente y desarrollamos la intuición mística o percepción supraconsciente, el sosiego es como una nube que nos va invadiendo. El sosiego tiene sus enemigos, claro que sí: agitación mental, desequilibrio emocional, impaciencia, avaricia, odio, celos, malevolencia, el egocentrismo, el rencor y tantos otros. También tiene sus aliados: aceptación de lo inevitable, humildad, compasión, comprensión clara, dominio de la mente, contento interior, ecuanimidad, lucidez y benevolencia. En un antiguo texto hindú se nos dan prescripciones muy sabias:

«¿Qué es la tranquilidad imperturbable? Es la paz de la mente, la paz del cuerpo, el control de las facultades sensoriales sin que se distraigan, el estar libre de agitación, de falta de moderación, de desasosiego, de inconstancia; la posesión de afabilidad, autodominio, humildad, modales correctos, mente recogida; evitar las compañías y deleitarse con la soledad; aislamiento corporal y mente sus distracciones, Mente encauzada hacia la vida natural; frugalidad, control de las actitudes; conocimiento del momento adecuado, de la oportunidad idónea, de la medida conveniente y lograr mantener la liberación de la mente, así como ser fácil de soportar y ser fácil de satisfacer».

¿Acaso la mayor grandeza no yace en la serenidad?, como también el texto citado se pregunta.

La meditación es una de las llaves que abre la puerta hacia la paz interior. Asimismo la ética genuina y la sabiduría. Nada tan elocuente como el silencio interior, que nos abre una vía para conectar con el ser interno. En ese silencio, que es sosiego profundo, se puede escuchar la voz del yo más honesto. Mientras nos dejemos atrapar en la red de lo puramente mundano o ilusorio, no será fácil conectar con nuestra naturaleza real. No se trata de renunciar a nada que no sea la necedad de la mente y el afán de posesividad, o sea, el ego exacerbado. El sosiego se puede encontrar en un claustro o en medio del bullicio de una jungla urbana. Es una dimensión de consciencia, es una forma de ser y estar. Al conseguir la serenidad auténtica estamos contribuyendo en la de los demás. Como reza otro texto hindú: «Permanece tranquilo sin que te importe tu suerte». Permanecer atento, sosegado, en armonía con uno mismo y con los demás.

Como no basta tan solo con desear estar atento, hay que servirse de herramientas para el aquietamiento del cuerpo y de la mente. Abundan y van desde el trabajo consciente sobre el cuerpo y las técnicas psicosomáticas, a los procedimientos para la concentración y dominio de la mente y la interiorización. Si contamos con las enseñanzas y con las herramientas, lo que tenemos que hacer a poco inteligentes que seamos es servirnos de unas y otras y encontrar esa paz interior que ponga fin a tantos miedos, recelos, fricciones y emociones insanas. Recuerdo unas alentadoras palabras de Buda, cuando dijo:

«Si no se pudiera hacer, no os pediría que lo hicierais; pero se puedo hacer, os lo pido».

Ramiro Calle

Director del Centro Sadhak

www.ramirocalle.com