El Orgullo Humano: La Llama que Ilumina Nuestras Emociones

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3,2 minutos de lecturaActualizado: 15/11/2024Publicado: 15/11/2024Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: , , , , ,

Albert Einstein a Charles Chaplin: “Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal; todo el mundo le comprende y le admira”. Respuesta de Chaplin: “Lo suyo es mucho más digno de respeto: todo el mundo le admira y prácticamente nadie le comprende”.

La riqueza emocional humana es un tema que ha suscitado el interés de muchos. A uno de los actuales participantes del ciclo de talleres “El hombre emocionado”, le fascinó la propuesta de trabajar las emociones como el miedo, la tristeza, la rabia, el orgullo, el amor y la alegría. Sin embargo, hay una pregunta que ronda la mente de muchos: ¿es realmente el orgullo una emoción válida? En nuestra cultura judeocristiana, a menudo, se asimila a “la altivez”, “la arrogancia” y “la soberbia”. Recapitulamos la historia del ángel caído, Lucifer, quien fue arrojado del cielo por su deseo de ser igual a Dios; la humildad se propuso como virtud antagónica a la soberbia.

Sin embargo, reflexionemos: el auténtico orgullo es una facultad exclusivamente humana que nos permite sentir nuestra dimensión creadora al servicio de la vida, fomentando tanto nuestro crecimiento personal como el de los demás. A pesar de que compartimos muchas emociones con el reino animal, como el miedo y la alegría, ninguno de ellos tiene la capacidad de experimentar orgullo por una tarea bien hecha, ni de admirar a sus congéneres, porque su existencia está determinada por el instinto.

Parafraseando a Blas de Otero, podríamos clasificar al ser humano como un “animal con emociones profundamente humanas”. La admiración, como un concepto opuesto a la envidia, es algo que podría considerarse como un símbolo de nuestra evolución. En algunos países, la cultura de la envidia permea, haciendo que nos sintamos orgullosos del infortunio ajeno, en lugar de celebrar el éxito de quienes nos rodean. La pregunta es: ¿por qué no sentirnos inspirados por el crecimiento de otros?

La autoestima es un concepto que nos ha sido transmitido por generaciones. Mi madre, quien falleció hace poco menos de un año, siempre nos recordaba que “donde se pone uno, se pone otro”. Esta es una lección duradera sobre superar limitaciones. Adoptar la mentalidad de que todo puede aprenderse o alcanzarse con dedicación y disciplina, sin rebajar nuestras expectativas.

Del lado de mi padre, un académico con gran rigor que exigía perfección en su obra, aprendí que es fundamental cuestionar nuestro propio nivel de autoestima. Siempre tomemos en cuenta que, vivir con una autoestima inflada puede llevarnos a situaciones incómodas y dolorosas. Como aquellas ocasiones en que pensé que podía recorrer las calles de Río de Janeiro a medianoche sin consecuencias, o momentos en que no defendí mis derechos por temor a ser visto como alguien demasiado orgulloso.

Vivir en el equilibrio del orgullo es esencial. Esta emoción, en su justa medida, nos ayuda a identificar nuestro lugar en el mundo y a seguir avanzando en nuestro proceso de transformación. El orgullo nos permite buscar, imaginar y crear, desarrollando así un sentido del GUSTO no solo en el arte, sino en cada aspecto de la vida.

¿Es casualidad que en tiempos de crisis se tenga que fomentar el orgullo colectivo a través del entretenimiento en masa, mientras muchos sufren? Esto nos lleva a reflexionar; ¿cómo podemos resistir la presión social del miedo y abrazar el orgullo genuino de nuestras capacidades y logros?

Carl Rogers nos enseñó una verdad fundamental: “Todo ser humano, por su mera existencia, merece respeto incondicional”. Si todos compartiésemos esta creencia, la verdadera igualdad podría manifestarse. En los momentos en que todos nos sintamos como neuronas interconectadas de la vida, podremos celebrar nuestra humanidad en su forma más pura.

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