El proceso de comprensión intelectual y espiritual tiene muchos paralelismos con el proceso digestivo. En el mundo de la nutrición, se repite constante el axioma de que “somos lo que comemos”. Sin embargo, para un entendimiento más riguroso y profundo, deberíamos añadir que “somos lo que nuestro sistema digestivo es capaz de digerir”. Un concepto que va más allá de la simple nutrición física.
La parte no digerida de lo que consumimos es expulsada, pero otra parte, si no se maneja adecuadamente, puede descomponerse o fermentar. Esto puede resultar en la acumulación de toxinas en nuestro organismo, comprometiendo nuestras defensas naturales.
Del mismo modo, podemos proyectar esta metáfora en cuanto a la manera en que asimilamos conceptos más sutiles, como las verdades universales o los misterios espirituales. A nivel de conciencia, somos el resultado de aquello que somos capaces de integrar
Quizás has vivido una experiencia similar: Un amigo te recomienda un libro espiritual cautivador y, entusiasmado, decides leerlo. Al finalizar, te sientes lleno de energía, como si estuvieras en la cima del mundo. Sin embargo, tras unas semanas, te encuentras decepcionado, vislumbrando que aquella chispa espiritual se ha desvanecido, dejándote con un vacío. Esta situación no es aislada; a menudo, pasamos por múltiples indigestiones de conocimiento sin lograr la transformación deseada.
En el ámbito digestivo, todos estamos familiarizados con el fuego localizado en el Subdosha Pachaka Pitta, una especie de “caldera” que transforma los alimentos en energía vital. Este proceso es esencial para la dilución y absorción efectiva de los nutrientes.
De esta manera, podemos también encontrar un fuego cognitivo que actúa como catalizador en nuestra comprensión intelectual.
Como profesor, he tenido la oportunidad de interactuar con un variado grupo de estudiantes, desde aquellos que se inician en la materia hasta expertos en disciplinas afines. La verdad es que cada uno aporta una chispa única al aula, y es un privilegio guiarlos en este camino.
Durante una clase reciente, pedí a mis alumnos que relacionaran 15 subdoshas en función de sus movimientos en el cuerpo y sus energías. Mientras que muchos pudieron realizar esta tarea con facilidad, una alumna con una sólida formación previa en yoga tuvo dificultades. Sus conocimientos la mantenían atrapada en conceptos preestablecidos, evitando que fluyera su intuición. A menudo, esto ocurre cuando el conocimiento se convierte en una barrera en lugar de ser un puente hacia la comprensión.
En ocasiones, el primer paso para integrar un nuevo conocimiento es “desaprender” o, al menos, permitir un espacio mental despejado. La misma forma en que un ayuno puede beneficiar nuestra digestión, despejar nuestra mente puede avivar el fuego interno necesario para asimilar nuevas ideas.
Vivimos en un mundo saturado de información. Este constante bombardeo, en lugar de aumentar nuestra sabiduría, a menudo sólo genera ruido. Esta energía conectada al entendimiento corresponde al subdosha Shadaka, íntimamente relacionada con Pitta, un elemento transformador y alquímico. Es esta llama que enciende las cuevas de nuestra conciencia, iluminando y madurando nuestro entendimiento.
Cuando finalmente logramos digerir y hacer nuestras ciertas verdades universales, estas resuenan dentro de nosotros, dejando una huella imborrable en nuestro ser.
Así, como podemos aprender de la digestión física, también debemos reflexionar sobre la manera en que asimilamos conceptos espirituales. La autenticidad de nuestras experiencias depende de nuestra capacidad para digerir y metabolizar las sabidurías que encontramos en el camino.
Pedro Arce Cifuentes
Lic. químico y terapeuta ayurvédico TR/K/576/2013 aprobado por el gobierno India.
Imparte clases de bioquímica y Medicina ayurvédica en IEN El Vergel
Profesor de yoga RYT-500 y meditación.
www.ienelvergel.com
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