En ocasiones, cuando dos personas comienzan una relación de pareja, se dicen algo así como: “Yo te voy a hacer feliz y a cambio tú me vas a hacer feliz a mí”. Aunque esto no se llegue a verbalizar de forma explícita, sí ocurre de manera implícita. Alrededor de esta promesa comienzan a girar todo tipo de expectativas, y en su mayor parte, **imposibles de cumplir**.
¿Cómo esperar que el otro te quiera si tú no te quieres a ti mismo?
¿Cómo pedir al otro que te respete si tú no te respetas a ti? ¿Cómo esperar que el otro te cuide si tú no cuidas de ti mismo? Y parafraseando un poema de Borges, ¿por qué esperar que alguien te traiga flores, si tú no plantas tu propio jardín? Esto nos lleva a la **incoherencia en las relaciones**. Vivimos sin darnos cuenta de que el único responsable de nuestra felicidad es uno mismo; porque cuando experimentas el amor dentro de ti, no esperas que el otro te haga feliz, ya que entiendes que la felicidad está en tu interior.
Entender esto es liberador, aunque también puede causar **vértigo**. Ya no puedes culpar a los demás por tu infelicidad; ¡Tú decides! Si internalizas este concepto, pasas de ser víctima a ser **vencedor**. ¿No crees que es fascinante vivir sin victimarios alrededor, simplemente porque has decidido dejar de actuar como tal?
Dejar atrás el rol de víctima puede ser un desafío. Muchos crecemos con esta **actitud** sin saber cómo cambiarla. Nos han enseñado a relacionarnos de manera dependiente y **sin inteligencia emocional**. Las telenovelas, series y realities que muestran luchas de poder nos hacen pensar que esto es lo normal, pero es muy distinto a que sea