La Osteopatía visceral, nuestra gran aliada
Vivimos tiempos de continuo estrés. Nuestro día a día está marcado por las prisas y los hábitos poco saludables ganan terreno. Llega un momento en que en nuestro organismo salta la voz de alarma y empiezan las molestias.
Es momento de visitar al profesional de la salud en medicina alopática o en terapias naturales. En consulta se realiza la anamnesis y se localiza la zona de la molestia para después ponerle tratamiento pero en muchas ocasiones nos olvidamos de una herramienta muy importante: la Osteopatía visceral.
Pero, ¿en qué consiste la osteopatía visceral?
Esta técnica nos ayuda a tener un enfoque más global en nuestro bienestar y en mantener en equilibrio nuestro cuerpo ya que nuestras vísceras se mueven y necesitan de ese movimiento para realizar bien sus funciones. Las superficies de deslizamiento de las vísceras oscilan entre la zona parietal y visceral separadas por fluido que hace posible ese deslizamiento. Cuando nos encontramos cambios en el normal funcionamiento de nuestras vísceras, esa danza casi perfecta en donde predomina el equilibrio sufre una alteración. Hay cambios de presión y se generan adherencias. Estos cambios nos pueden ofrecer molestias en puntos lejanos de nuestra anatomía con respecto al lugar de origen y hacer más difícil afinar en el tratamiento, siendo pues el tratamiento visceral la llave que necesitamos.
Esta herramienta, que forma parte de la osteopatía, es algo indispensable si queremos acercarnos al verdadero origen del problema. Por ejemplo, tratándose del paquete visceral y de una persona con debilidad abdominal por sobrepeso “con la curva de la felicidad”, dicha debilidad hará que el peso generado en sus vísceras haga descender el paquete visceral (ptosis) que está protegido y recubierto por el peritoneo, creando adherencias y molestias en la zona de la pelvis menor afectando al mesentereo. Nuestro diafragma también se verá afectado y descenderá nuestro colon transverso concentrando tensión en los cuadrantes inferiores. Tendremos compresión visceral. También se creará pérdida de elasticidad y nuestros uréteres y psoas sufrirán dicha compresión y así mismo tirarán de estructuras adyacentes. Nuestra columna también vería afectada el área dorso-lumbar modificando su curvatura al tratar de compensar la ptosis y su consiguiente tensión muscular.
Ese mapa de dolor y molestias también lo vamos a tener reflejado en nuestra espalda y durante el tratamiento en camilla en muchas ocasiones nos encontramos bloques musculares que no logramos relajar después de estar mucho tiempo trabajándolos; y es que dependiendo de en qué segmento de la columna vertebral nos encontremos tendremos un órgano determinado que nos estará afectando.
La belleza de esta técnica reside en su sutileza delicada y en cómo aplicándola sin prisas la persona que se pone en manos del terapeuta observará cambios importantes mejorando en poco tiempo.
También hay otros factores clave como lo es la gravedad siempre presente, el factor emocional y en cómo nos adaptamos a estos estímulos diarios que nos impactan en mayor medida negativamente y que nuestro cerebro absorbe sin darnos cuenta.
Estas emociones también alteran en mayor o menor medida nuestro sistema nervioso autónomo desestabilizando nuestro biorritmo, haciendo que no descansemos bien por la noche y que nuestra reparación celular necesaria no se produzca en toda su magnitud o que por el día nos encontremos en un continuo estrés y en estado de alerta permanente y cansados.
Después de un tratamiento visceral la persona se siente renovada, con menos carga a todos los niveles, físico, mental y emocional y su estado de ánimo es notablemente más satisfactorio.
Francisco Roque
Terapeuta Momentum Natura