El conocimiento de las enzimas nos permite visualizar cómo se desarrollan muchas de las reacciones que nos permiten vivir. Hablar de las enzimas es entrar en el vasto mundo interior de nuestro cuerpo y entender cómo las moléculas orgánicas participan en la creación de nuestra existencia.
Desde tiempos remotos, se intentaba explicar el proceso de fermentación, asociándolo con la “fuerza vital”, que se creía albergaba el secreto de la vida. Investigaciones posteriores otorgaron a las enzimas el estatus de “fuerza vital” de nuestros antepasados, cimentando las bases de la moderna bioquímica. En diversas culturas de América Central, Sudamérica, África e India, se aprovechaban la papaya y la piña como cataplasmas curativas; hoy entendemos que el verdadero poder radica en el alto contenido de proteasas de estas frutas.
Las enzimas se definen como biocatalizadores, que son sustancias responsables de las transformaciones químicas en nuestro organismo. No hay función fisiológica que pueda llevarse a cabo sin la presencia de estas pequeñas moléculas. Por lo tanto, comprender su importancia es vital; son piezas clave en todas las funciones del cuerpo y su conocimiento puede ayudarnos a mejorar nuestros hábitos diarios, motivándonos a cambiar.
Deberíamos considerar el estudio de las enzimas tan fundamental como el estudio de las vitaminas. Son la piedra angular de nuestro sistema defensivo, y muchas enfermedades surgen por una perturbación en este. Nuestro cuerpo tiene una notable capacidad de recuperación ante agresiones, gracias a un sistema inmunológico increíblemente complejo y eficiente. Sin embargo, el estilo de vida y los hábitos alimenticios pueden atacar la función enzimática, contribuyendo a enfermedades comunes como alergias, reumatismo, cáncer y muchas más.
Aproximadamente existen 3000 enzimas diferentes que desempeñan roles cruciales para mantener nuestra salud y operan a velocidades sorprendentemente rápidas. Estas enzimas son proteínas, formadas por cadenas de aminoácidos que se organizan en estructuras complejas. La zona activa es donde ocurre la magia: similar a una cerradura, solo se activa cuando el sustrato correcto, actúa como la llave, se une a ella.
Para una unión eficaz, necesitamos coenzimas, que aportamos al organismo a través de la dieta. Las principales coenzimas son nuevas porciones de vitaminas, oligoelementos y minerales. Por ejemplo, la cascarilla del arroz integral es una fuente prudente de vitamina B1, mientras que las frutas frescas son ricas en vitamina C.
Asimismo, es esencial entender la existencia de inhibidores enzimáticos, tanto producidos naturalmente por el organismo como aquellos que ingresan externamente, a menudo a través de medicamentos. Por ejemplo, los antibióticos como la penicilina y los corticosteroides pueden inactivar las enzimas, interrumpiendo este intrincado equilibrio.
A nivel alimenticio, nuestra ingesta se compone de proteínas, carbohidratos y grasas, lo cual requiere la acción de enzimas específicas: proteasas, lipasas y amilasas. La digestión comienza en la boca; un proceso que debe ser pausado y consciente, similar a realizar una práctica de yoga. Cada bocado requiere una masticación adecuada, facilitando así el trabajo enzimático al estómago y más allá.
Por otro lado, la digestión se completa principalmente en el duodeno, donde el páncreas libera jugos digestivos ricos en enzimas. Los componentes esenciales son absorbidos en secciones siguientes del intestino delgado, donde las enzimas continúan trabajando.
Algunas sencillas recomendaciones para maximizar el efecto de las enzimas incluyen:
- Consumir alimentos frescos y saludables como la piña, que le proporciona protección enzimática. Las frutas enlatadas no tienen este beneficio.
- Evitar cocinar y calentar en exceso los alimentos, ya que esto puede desnaturalizar las enzimas, volviendo los alimentos inertes.
- Iniciar las comidas con vegetales frescos, como ensaladas, que fomenten la salud digestiva.
- Activar frutos secos en agua para eliminar inhibidores enzimáticos y disfrutarlos más.
- Consumir germinados y brotes que son ricos en enzimas.
- Cuidar la salud digestiva evitando el uso excesivo de medicamentos que alteran la producción de jugo gástrico.
- Prescindir del microondas para mantener las enzimas activas.
- Mantener una buena salud bucal; la masticación es el inicio del proceso enzimático.
El tema de las enzimas es vasto e intrigante. Hay amplia bibliografía sobre la enzimoterapia y su aplicación en diversas enfermedades. Lo que he tratado de hacer es ofrecer una breve introducción para sensibilizar sobre la importancia de cuidar nuestro cuerpo con hábitos saludables. La responsabilidad sobre nuestra salud recae en nosotros mismos.
Katia Ruiz Alvear
Odontóloga Neurofocal
Especialista en Rehabilitación y Estética
Clínica Princesadent
www.princesadent.com