Algunos consejos para prevenir naufragios
Las ideas que tienes de ti misma y del mundo son la columna vertebral de tu existencia, en ellas te apoyas y desde ellas te mueves. De forma más o menos consciente todas tenemos firmes creencias, sobre todo en cuanto a quiénes somos o podemos llegar a ser. A la vez sólo son “ideas” y muchas cambian a lo largo del tiempo influidas por nuevas circunstancias; otras en cambio son increíblemente resistentes, te sientes definida por ellas o son como un susurro que siempre vuelve a tu pesar.
Los cambios en la concepción que tenemos de nosotras mismas a menudo nos favorecen, de ahí que cumplir años suela aportarnos madurez y seguridad, pero en este viaje también acechan los peligros y en algún bache puedes perder la confianza o la ilusión que antes tenías. Vamos por ello a procurar ser previsoras y repasar algunas actitudes que pueden mermar nuestro sentimiento de valía personal.
Una actitud pasiva: lleva a cabo tus decisiones y cultiva tus deseos.
La fidelidad y el compromiso hacen posible que te obedezcas a ti misma, y que por lo tanto puedas perseguir tus deseos de manera eficaz. Eres tú quien debes elegirlos y cultivarlos, y quien debe asegurarse de que las “malas hierbas” no los consuman. Si no sabes lo que quieres dale la mayor prioridad: necesitas dedicar tiempo a mirar dentro de ti para poder encaminar tu vida. Si aun así sigues sin desear nada en particular y tu vida te resulta banal pide ayuda profesional, es el síntoma más claro de que algo va mal.
Ser demasiado “autosuficiente”: no compitas, ¡aprende!
Hay personas que se sienten mal cuando alguien sabe más que ellas, no pueden tener “maestros”. No poder admirar a nadie significa no tener a nadie de quien aprender, y esto hace imposible el movimiento que nos vuelve proactivas. ¡Necesitamos imitar y contagiarnos de la ilusión de los demás! No trates de hacerte a ti misma sin contar con nadie; más bien elige bien tus compañías y haz equipo. No quieras ser la “jefa” y disfrutar de total libertad en todos tus proyectos: adáptate, ten paciencia y escucha a las personas que tienen experiencia y están dispuestas a colaborar contigo.
No rebelarse ante un trato injusto: demuéstrate quién eres.
Si no te sientes mínimamente valiente la impotencia acaba apoderándose de tu vida. Defender tus principios es un ejercicio que desarrollará tu coraje. ¡Hacerlo además implica que los tienes! No es lo mismo pensar en abstracto que eres “buena persona” que sentirte guiada por tu propio sentido moral, con tus dilemas y errores, pero tuyo al fin y al cabo.
La excesiva “bondad”: supera el miedo a ser egoísta.
La modestia y la generosidad son maravillosas pero también son muchas veces una manera de prevenir reproches y envidias; es mejor superar este tipo de temores y actuar libremente. No me cansaré de decir que las mujeres debemos huir como del demonio de las actitudes sacrificadas si queremos evitar acabar siendo consideradas quejicas o depresivas. Priorizar la realización personal es fundamental y en nuestro caso una cruzada.
Tomarse las cosas demasiado en serio: ¡nadie es perfecto!
Tener altos ideales está muy bien si resultan inspiradores, ¡pero pueden machacar tu vida si realmente crees que vas a alcanzarlos! Reírse de una misma y del mundo en general implica aceptar que hay un abismo entre cómo “deberían” ser las cosas y cómo acaban resultando, lo cual por cierto resulta enormemente liberador. Si no lo haces estarás siempre frustrada y agotadoramente atareada tratando de superarte y de cambiarlo todo, además de derrochar un humor de perros. El sentido del humor multiplica los amigos y aligera las cargas ¡No pierdas nunca de vista lo que te hace reír!
En el siguiente artículo exploraremos unas cuantas actitudes más que pueden resultar útiles para mantener nuestra autoestima a flote. ¡Os espero!