A lo largo de más de tres décadas he ido recuperando y publicando historias espirituales de Oriente que dicen en pocas palabras más que tratados enteros de filosofía, metafísica o psicología.
Son historias anónimas que me fascinan, y que se han ido transmitiendo de maestro a discípulo y representan un magnífico legado espiritual y cultural y una preciosa herramienta para obtener una comprensión más profunda y transformativa. Las hay de muchos tipos y son ingeniosas, sagaces, divertidas, pero siempre en el intento de abrir la mente a realidades que se nos escapan. Una de las historias que más me conmueven y me gusta recordar es la siguiente:
Un hombre estaba llorando desconsoladamente ante la puerta de una casa. Pasa por allá otro hombre y pregunta:
– Pero, buen hombre, ¿por qué lloras tan desconsoladamente?.
El hombre ante la puerta, sin poder contener las lágrimas, responde con la voz entrecortada:
– Porque no encuentro la llave de esta puerta.
Y el otro hombre, exclama:
– Amigo, ¡al menos tú has encontrado una puerta!. Yo ni siquiera eso.
Con la lectura de estas historias milenarias, cada lector puede sacar sus conclusiones, pues además tienen diversos niveles de comprensión. En mà esta historia en concreto remueve algo muy hondo, porque para mí la puerta es la Enseñanza, lo que los budistas e hindús denominan el Dharma, o sea el mapa espiritual que nos han dejado los grandes maestros, el cúmulo de instrucciones para seguirá la senda hacia adentro. La llave cada uno tiene que hallarla por sí mismo, pero está bruñida por el valioso bronce de la motivación, el esfuerzo, el método y la paciencia.
Podemos desfallecer, experimentar altibajos, vivir retrocesos o estancamientos, debilitarnos espiritualmente o desmotivarnos, sentirnos desfallecidos o confusos, pero si hemos encontrado la puerta, no hay lugar para el excesivo desmayo psíquico o la desesperación.
Todos los que buscamos más allá de lo aparente y banal, pasamos por momentos difíciles, incluso desgarradores. Pero cada uno de nosotros tiene que poner la llave. La puerta se nos ha dado generosamente y haberla encontrado es un evento muy afortunado, pero después el trabajo depende de uno mismo.
Los grandes maestros han dicho: «Yo soy la puerta«, no ellos en sí mismos, sino la sublime enseñanza que han mostrado y perpetuado para que al final sea posible encontrar la llave, abrir la puerta y convertirse uno en su propio maestro.
Esta puerta no sabe de dogmas, ni petrificados cultos religiosos, ni de fanatismos ni supersticiones.
Es la puerta sin puerta, porque estás abierta para todos los buscadores de una consciencia más elevada y realmente humana, del mismo modo que los maestros independientes de cualquier culto dogmático, nos recuerdan que la senda sin senda es la Senda. No va hacia fuera, sino hacia adentro y no persigue otra conquista que no sea la de uno mismo.
UN POCO DE INFORMACION:
Debo taxativamente aclarar que yo no he formado personalmente a ninguna persona que no sean mis profesoras, todas ellas con más de veinticinco años de experiencia en la docencia del yoga. Todo aquel o aquella que ha estado haciendo público en sus redes, Facebook, web, etcétera, que ha sido personalmente formado/a por mí (como es el caso concreto de Violeta Arribas, a quien ya pedí hace años eliminase ese falso mensaje), falta descaradamente a la verdad. Asistir a mis clases un tiempo no quiere decir que ese alumno/a haya sido personalmente formado por mí.
Mi relato espiritual «El Derviche», se ha reeditado como «Los Ojos del Corazón (Editorial Martínez Roca). Se ha traducido al inglés mi novela iniciática «El Faquir», que .
Podéis seguir visionando en la plataforma on-line VIMEO el magnifico documental «Sadhaka, la senda del yoga«, de Nicolás Gauthier, la mayor parte del mismo filmado en la India e incursionando en las raíces del verdadero yoga.
En mi obra «» (Editorial Kailas) recojo cientos de narraciones espirituales.
A lo largo de más de tres décadas
Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak
Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak