El maestro y uno de sus discípulos fueron a dar un paseo por el campo. De súbito se escuchó el cacareo de un gallo y el joven exclamó lamentándose:
– ¡Ah, si pudiera conocer el lenguaje de los gallos!.
Un poco después baló una cabra, y el joven exclamó:
– ¡Si pudiera conocer el lenguaje de la cabras!.
Pasado un rato, mientras seguían paseando, mugió una vaca y el joven exclamó:
– ¡Si pudiera conocer el lenguaje de las vacas!.
Poco después se escuchó el graznido de un cuervo y el joven exclamó:
– ¡Si pudiera conocer el lenguaje de los cuervos!.
Y entonces el maestro, en términos terminantes, dijo;
– ¡Ah, si pudieras conocerte un poco más a ti mismo!.
REFLEXIÓN:
Todos los sabios, tanto de Oriente como de Occidente, han insistido en la necesidad de conocerse a uno mismo. Para ello tenemos que observarnos y vigilarnos, y aprendiendo sobre nuestras reacciones, rasgos, tendencias, deseos y temores. A través de la observación de nosotros mismos nos iremos conociendo más y más, y así sabremos qué es lo que tenemos que transformar para propiciar nuestro autodesarrollo y autorrealización.
Mediante la observación conocemos un monumento, un paisaje, a otra persona. Mediante la observación de uno mismo iremos poco a poco conociéndonos. Buda declaraba: «Si te estimas en mucho, vigílate bien». Al examinarnos, sabremos qué hay que afirmar en nosotros, por ser constructivo, y qué hay que ir debilitando, por ser nocivo.
Pero el ser humano tiene la misteriosa tendencia a querer conocerlo todo menos a sí mismo: ni siquiera se empeña en conocer al que conoce. Así, uno se convierte en un desconocido al que lleva consigo a lo largo de toda una vida. El autoconocimiento nos hace más libres y nos otorga una mente más calma e independiente. No es facil, porque muchas veces no queremos ver nuestro lado difícil y juegamos al escondite con nosotros mismos, pero hay que aprender a desenmascararse a uno mismo, por doloroso que sea, para poder crecer interiormente y acelerar la evolución de la consciencia.
Era el gran sabio Shankaracharya quien aconsejaba: «Refuerza tu identidad con tu Ser y rechaza al mismo tiempo el sentido del ego con sus modificaciones, que no tienen valor alguno, como no lo tiene el jarro roto».
Director del Centro de Yoga Shadak y escritor