Música y autoconocimiento

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8 minutos de lecturaActualizado: 20/09/2024Publicado: 13/07/2015Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: , ,

La musicoterapia, más allá de la escucha de música, busca la participación de toda persona en su proceso de desarrollo personal o terapéutico a partir de la improvisación musical con la voz, instrumentos de percusión u otros, con el fin de conectar con sus propias emociones y facilitar el tránsito hacia un estado de serenidad y bienestar que repercuta de forma positiva en su salud y calidad de vida.

Si hay un elemento típicamente humano que nos acompaña desde que nacemos, e incluso antes, y que es capaz de movernos emocionalmente, ya sea hacia la alegría, la tristeza, el miedo o la agresividad, independientemente de edad, sexo, creencias o culturas, seguramente es la música. Aunque hay muchas definiciones sobre lo que es la música, la que siento más cercana al tema que nos ocupa en este artículo hace referencia a la sucesión de sonidos y silencios que se diseña de forma intencionada, con una estructura. La forma de diseñar esa sucesión sonora ha ido variando con el propio desarrollo de la humanidad, con grandes diferencias según culturas, localizaciones geográficas, momentos históricos, etc.

Se dice que la música consta de varios elementos: el ritmo, la melodía y la armonía. El ritmo consiste en una sucesión ordenada de golpes fuertes y débiles en la secuencia de sonidos, de modo que puede establecerse una regularidad que facilita el movimiento corporal. Es el elemento más visceral de la música, el que nos conecta más a la tierra, el que nos empuja a la acción. La melodía es una secuencia de sonidos con distintas alturas o tonos, que suele tener un fuerte significado emocional. La armonía es un elemento propio de la música occidental, en el que se realiza un acompañamiento de la melodía con otros sonidos simultáneos en forma de acordes, siguiendo unas normas establecidas. Si bien la creación de la armonía es un proceso eminentemente cognitivo, intelectual, su efecto es muy potente desde un punto de vista emocional, pues la sucesión de acordes puede dar lugar a “atmósferas sonoras” muy sugestivas emocionalmente.

Uso terapéutico de la música
El uso de la música con un fin de sanación o terapéutico se remonta a los albores de la humanidad. Por ejemplo, en culturas ancestrales, el uso del canto y la percusión era fundamental para facilitar el acceso a estados no ordinarios de conciencia, y tenía un gran significado dentro de la comunidad. Dejando a un lado el significado que la música ha tenido en cada civilización, el concepto de musicoterapia como disciplina profesional con base científica es relativamente reciente, pues surge a mediados del siglo XX. La definición que se da actualmente es la de un proceso sistemático de intervención en el que un musicoterapeuta establece una relación de ayuda con la/s persona/s con las que trabaja mediante el uso de la música y/o de sus elementos musicales (sonido, ritmo, melodía, armonía) en un encuadre adecuado, con el fin de promover y/o restablecer la salud y mejorar la calidad de vida de esa/as persona/s, satisfaciendo sus necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas, y fomentando cambios significativos en ellas.

A nivel del público general, e incluso de los profesionales sanitarios, la musicoterapia sigue siendo una gran desconocida. En general, se la relaciona con la audición de música, habitualmente grabada, para inducir estados de relajación y bienestar. En otras ocasiones, se hace alusión a sesiones de terapia de sonido, con cuencos tibetanos o de cuarzo. Si bien todo ello puede tener un efecto terapéutico, en general, el sujeto tiene un papel más bien pasivo, recibiendo el sonido que presuntamente ejercerá un efecto sobre su estado de salud. Sin embargo, el concepto de musicoterapia abarca mucho más, y los modelos que más se han extendido abogan por un papel activo del sujeto, a partir del descubrimiento del ser musical que todos llevamos dentro, para su participación en sesiones que emplean la improvisación musical como motor de cambio, principalmente a nivel emocional.

Recursos musicales con interés terapéutico
Partiendo de ese planteamiento activo para el sujeto, el principal recurso musical con el que contamos todos los seres humanos es la voz. Todo nuestro cuerpo es una gran caja de resonancia que permite la emisión de nuestro principal elemento de expresión sonora. Nuestra voz delata nuestro estado de ánimo, nuestro estado físico (si existen zonas con bloqueos musculares, dificultades respiratorias, etc), incluso nuestra autoestima a partir del grado de aceptación de esa voz que nos caracteriza. Permitir su expresión libre, sin juicios, jugando con ella como si fuéramos niños, cantando, hablando, susurrando, gritando, suspirando, gimiendo, llorando… es un primer paso para comenzar a conectar con nuestras emociones, a descubrir nuestro potencial musical, a recordar momentos clave de nuestra existencia.

El ritmo es otro elemento fundamental que nos ayuda a aumentar nuestra conciencia corporal y coordinación motora, facilita el aprendizaje del lenguaje, y es un elemento muy importante de organización de funciones cerebrales. El recurso principal con el que se trabaja el ritmo es la percusión. En los últimos años, se han desarrollado diversos métodos de percusión corporal que están demostrando una gran eficacia para el abordaje de dificultades de aprendizaje en niños, además de mejorar funciones cognitivas y motoras en personas de avanzada edad y con demencia. No obstante, la percusión corporal es útil para cualquier persona, pues es un medio ideal para mejorar su conciencia corporal, su destreza motora, además de facilitar la concentración y así contribuir a desactivar los círculos viciosos de pensamientos no productivos derivados de ciertos bloqueos emocionales.

La percusión instrumental es otra gran herramienta que, además de los beneficios mencionados para la percusión corporal, permite liberar una gran descarga emocional, principalmente del enfado o la ira. Tanto en niños como en adultos, el uso de pequeña (caja china, pandereta, claves, etc) o gran percusión (bongos, djembé africano, etc) resulta muy útil en la improvisación clínica. A partir del ritmo que lleve el sujeto (totalmente definido por él, de forma espontánea), el musicoterapeuta acompaña con un instrumento armónico (piano o guitarra), respetando la intensidad, la energía, las fórmulas rítmicas, a la vez que los acordes que se introducen facilitan el tránsito del sujeto hacia diversos estados emocionales que finalmente suelen terminar en un momento de serenidad, de aceptación.

El sujeto puede también emplear el piano, aunque no tenga conocimientos musicales. Habitualmente, se colocaría en la parte izquierda para tocar de forma espontánea una melodía, y el terapeuta acompañaría intuitivamente con acordes desde la parte derecha, con sonidos graves, del piano. Todo este diálogo sonoro que se ha ido exponiendo puede realizarse de forma no verbal todo el tiempo, o alternarse con periodos en los que el sujeto va exponiendo cómo se siente, o incluso va verbalizando mientras interpreta.

Estructura de una sesión
Se puede adoptar un enfoque mixto respecto a los modelos existentes en el ejercicio clínico de la musicoterapia. La persona es protagonista de su proceso de autoconocimiento, y por ello, es muy importante su implicación activa durante las sesiones. En adultos, estas sesiones suelen tener una duración de 2 horas. La mayor parte del tiempo, se realiza en posición de sentado, con los ojos cerrados.

Estudios recientes han demostrado la mayor activación de determinados centros cerebrales relacionados con las emociones (principalmente la amígdala) cuando se procesa música con ojos cerrados. También se facilita el acceso a un estado no ordinario de conciencia, con menos filtros a nivel cognitivo y mayor conexión con recuerdos, imágenes, emociones y sensaciones corporales.

Tras un periodo de inducción de la relajación mediante la respiración, diapasones terapéuticos y cuencos tibetanos, se pasa a una etapa de expresión vocal libre, utilizando un instrumento de viento con fuelle, la shruti box (de origen indio), que produce un sonido continuo y envolvente que facilita la desinhibición de la persona para comenzar a liberar su voz.

Posteriormente, continúo con una etapa verbal, en la que el sujeto comparte qué siente, qué imágenes y recuerdos le han venido a la mente, qué sensaciones corporales tiene, etc. Suele ser frecuente que aparezca la ira en este momento. Y ahí, se les invita a golpear el tambor del modo que les nazca de forma espontánea, acompañándoles con guitarra en ese proceso. Así la persona va experimentando un recorrido por diferentes estados emocionales hasta llegar a sentir cierta liberación.

Las sesiones se van adaptando según la necesidad de cada persona, pero el objetivo final es que aparezca un estado de serenidad, y que hayan aparecido informaciones que puedan ser procesadas de forma consciente en el día a día, hasta la siguiente sesión. Se trata de un procedimiento muy intenso emocionalmente, pero que también facilita en gran medida el proceso de autocomprensión y aceptación.

Juan Manuel Morillo Velázquez
Máster en Musicoterapia.
Experto en Inteligencia Emocional
www.sencillamente-ser.org

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