La amistad de dos amigos se puso a prueba cuando viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron.
Uno de ellos dió una bofetada al otro. El ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: “HOY, MI MEJOR AMIGO ME DIO UNA BOFETADA.”
Continuaron su camino y llegaron a un oasis donde se bañaron. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un cincel y escribió en una piedra: “HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVO LA VIDA”.
Intrigado, el amigo preguntó: “¿Por que después de que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?”
Sonriendo, el otro amigo respondió: “Cuando un amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrar y hacer desaparecer la ofensa.
Por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento del mundo podrá borrarlo.
Reflexión sobre la amistad
Es mi buen amigo y leal alumno Antonio García Martínez quien me ha hecho llegar este significativo cuento, sabiendo cuántos años llevo recuperando historias con un sentido humanista o espiritual.
La amistad es la amistad. Mucho más segura que el denominado amor sentimental; infinitamente más vigorosa que cualquier otro lazo humano. No hay vínculo afectivo tan poderoso como el de la amistad, tan confortador e inspirador. Pero no quiere decir que en la amistad, como en cualquier otra relación humana, no puedan surgir desavenencias, incompatibilidades o desencuentros, que presto hay que examinar y no permitir que el vínculo se resienta.
La verdadera amistad es perdurable y supera todos los equívocos o malentendidos. Por eso es el bálsamo más efectivo. La verdadera amistad no tiene fecha de caducidad. El amigo no va y viene como una ola, sino que es la playa que permanece.
La amistad es el encuentro de dos almas, más allá de la disparidad de carácteres o intereses vitales que pueda haber. Es el fuego sagrado del almor(amor del alma). Las heridas que involuntariamente nos pueda hacer un amigo deben dejar un rastro más leve que el que deja el pez al nadar.
Se puede prescindir de muchas cosas, pero el que lo haga de un amigo es porque es necio o insensible y por tanto en uno u otro caso no es merecedor de la verdadera amistad. ¿Qué mayor castigo puede haber que carecer de amigos? En esta sociedad despiadada y convulsa, atrozmente egoista y competitiva, el mejor regalo es el amigo incondicional que sabe aceptarnos y al que sabemos aceptar.
Ramiro Calle
Centro Shadak