No somos totalmente conscientes de la importancia de una respiración nasal correcta hasta que determinadas circunstancias nos llevan a vernos mermados de su capacidad plena para captar no sólo el aire que respiramos, sino también la carga electrostática del mismo, sus iones positivos y negativos que nos ayudan en nuestro equilibrio energético.
Ya desde hace siglos los yoguis conocen la importancia de una respiración completa no sólo por la utilización del diafragma o del tórax al respirar, sino también por la limpieza nasal para que al absorber el aire llegue en las mejores condiciones a nuestros pulmones.
Durante siglos han utilizado la Lota y el agua salada para limpiar la nariz, esto nos da una idea de su importancia.
La nariz alberga uno de los cinco sentidos: el olfato y, aunque aparentemente ya no nos guiemos por él tanto como otros animales, en las primeras etapas de nuestra vida sigue siendo fundamental ya que cuando el bebé aún no ha madurado de los otros sentidos se guía por el olfato para reconocer a la madre y también la madre es capaz de reconocer a su hijo a través del olfato.
Nuestros recuerdos olfativos son sumamente potentes, un olor puede despertar en un momento recuerdos muy antiguos ya que el olfato está conectado a través del sistema límbico a la corteza de los lóbulos frontales del cerebro donde se reconoce el olor, también está directamente conectado con el subconsciente.
Todos hemos dicho en algún momento la frase: «esto me huele mal» en base a una advertencia instintiva en situaciones de peligro que viene de nuestro rinencéfalo o cerebro olfativo, la más ancestral de las estructuras cerebrales que tenemos.
También nos guiamos por el olfato a la hora de elegir pareja, aunque no nos demos ni cuenta hay en nuestra nariz unas terminaciones nerviosas capaces de captar las feromonas que liberan posibles parejas sobre todo en determinadas épocas del ciclo menstrual en las mujeres, aquellas en las que son más fértiles.
También nos permite determinar si un alimento puede estar en mal estado por el olor a descomposición.
Estos receptores del olfato se sitúan en una región muy pequeña de la pared superior de la cavidad nasal donde se distinguen dos estructuras:
La pituitaria roja que se sitúa en la zona inferior y que está muy vascularizada, encargándose de limpiar el aire y calentarlo.
La pituitaria amarilla que se sitúa en la zona superior y es donde se localizan los receptores olfatorios (millones de ellos) que son células bipolares, un extremo de estas células forma una especie de vesícula provista de cilios o pelos olfatorios que son estimulados por los olores, el otro extremo es un axón que atraviesa el hueso etmoides entrando en contacto con el bulbo olfatorio de donde salen los nervios encargados de hacer llegar la información del olor hasta el encéfalo. Se necesita de la mucosa nasal para que los cilios se estimulen.
Estas neuronas receptoras olfatorias sufren muchas agresiones externas por lo que tenemos la capacidad de reemplazarlas cada seis a ocho semanas.
El gusto y el olfato interactúan constantemente, pues para que detectemos los sabores necesitamos que el olfato funcione correctamente.
Después de lo expuesto es fácil comprender la de interferencias que una cirugía de nariz nos puede causar.
El pasado mes de octubre me llamó una de mis clientas muy preocupada. Le acababan de hacer una rinoplastia con reconstrucción del tabique nasal derecho. Según el informe médico que me trajo presentaba un ángulo naso frontal muy abierto con gran caballete osteocartilaginoso, alas de la nariz muy débiles y desviación con obstrucción del tabique nasal derecho por formación osteocartilaginosa.
La cirugía fue abierta (aunque hoy se evita gracias a la cirugía láser), mediante incisión columelar en V invertida. Realizaron una septoplastia tocaron la lámina perpendicular del hueso etmoides, extirparon la cresta ósea que le impedía respirar por el tabique nasal derecho (que se desviaba hacia el lado izquierdo) y utilizaron una parte del cartílago septal para hacerle autoingertos y crear nuevas cúpulas en las alas de la nariz.
Tras esta complicada cirugía fue dada de alta del hospital al día siguiente pasando a consulta externa para la supervisión médica.
Al cabo de una semana y tras ver su médico que no mejoraba de las inflamaciones de la cara, le sugirió la posibilidad de tratarse con drenaje linfático. Por lo que justamente una semana después de la cirugía comenzamos la recuperación.
Cuando llegó a mí una parte importante de la inflamación ya había bajado, pero sentía que no podía respirar a penas por la nariz lo que le causaba mucho malestar y ansiedad. Tenía la impresión de que algo no iba bien. Por supuesto había perdido gran parte del olfato y el gusto.
Comenzamos el tratamiento de drenaje abordando en primer lugar el punto principal de conexión entre sistema linfático y circulatorio: «Término profundo» para continuar por el cuello, el mentón, trabajar después labio superior y dirigir la linfa hacia la primera cadena ganglionar que se sitúa en los laterales de la mandíbula inferior por debajo de la oreja. Ya desde el primer momento comenzó a sentir que todo se movía por debajo de la piel.
Pero la sensación de máxima relajación llegó cuando comencé a estirar suavemente la zona de los huesos zigomáticos próxima a las aletas de la nariz, facilitando no sólo el drenaje sino también la apertura de éstas. Continué trabajando la zona de las ojeras, sobre todo desde lagrimal hacia afuera para descongestionar los senos paranasales, siguiendo por la parte superior del párpado presionando suavemente por encima del lagrimal, manteniendo la presión unos segundos para permitir después el paso de la linfa. A continuación traté la frente y toda la bajada de liberación lateral desde las sienes a la zona mandibular donde había comenzado el tratamiento.
Después de media hora de trabajo le sugerí la posibilidad de tratar a través de las zonas reflejas del pie las partes relacionadas con la cirugía y también su columna vertebral, ya que de la tensión de dormir varios días en posición sentada tenía el cuello muy rígido y dolorido, lo que a su vez, estaba impidiendo el drenaje correcto de la zona.
Así lo hicimos y al estimular las zonas relacionadas con su tabique nasal izquierdo, me dijo que por fin sentía que se le despejaba la nariz en esa fosa y al menos podía respirar por ella mucho mejor.
La primera semana acudió a tratamiento tres veces, y notamos un gran avance, desaparecieron prácticamente los hematomas de la cara y se redujo mucho la inflamación. Tras dos semanas de tratamiento observamos que no conseguíamos despejar la fosa nasal derecha. Era como si el injerto que le habían puesto en esa zona se hubiera enquistado y endurecido.
Solicitó una visita a su médico y éste le confirmó que efectivamente el injerto no había cogido y se lo tenía que quitar allí mismo. Lo pasó muy mal, y posteriormente ese ala de la nariz al estar sin injerto se cerró más que la del otro lado, dando la impresión de torcida.
Cinco días después volvió al médico porque seguía sin poder respirar por el tabique nasal derecho y la situación volvía a ser de inflamación junto a las aletas de la nariz y en las bolsas. Le confirmó que si no mejoraba tendría que operar de nuevo, con el consiguiente desánimo para mi clienta.
Ante eso decidió volver a los drenajes que habíamos suspendido momentáneamente hasta ver qué decisión tomaban. En la siguiente sesión después del drenaje le sugerí terapia cráneo-sacral, así que comencé a liberar sobre todo las suturas del cráneo, observando que efectivamente tenía muchos bloqueos principalmente en huesos de la cara, en el frontal, en el parietal derecho y el esfenoides. Lo que más llamó mi atención al trabajar en los huesos propios de la nariz, es que al conectarme con su fascia esta se movía siguiendo la posición en la que había estado siempre, hacia la izquierda, ya que su desviación de tabique nasal era de la infancia, intentando volver a un equilibrio anterior a la cirugía.
Después del tratamiento me comentó que se sentía con la cabeza mucho más despejada y que efectivamente siempre había tenido problemas de dolor de cabeza en la zona parietal derecha, donde había observado la restricción.
Al sentirse mucho mejor decidimos volver a trabajar en la siguiente sesión con drenaje y terapia cráneo-sacral, pero esta vez introduciendo también los movimientos del sacro, ya que lo tiene ligeramente desplazado hacia afuera.
En la siguiente sesión además del movimiento del sacro trabajé los plexos: pélvico, diafragmático y torácico, fue muy interesante observar las restricciones en la caja torácica con respecto a la respiración cuando la nariz no puede realizar su función correctamente. Cuando llegué a la zona de los huesos de la nariz y trabajar el movimiento de la fascia observé que por primera vez empezaba a dirigirse hacia el lado derecho, facilitando la recolocación tras la cirugía, como si su cuerpo comenzara a aceptar el cambio.
Ha vuelto al médico y le ha dicho que la ve mucho mejor que hace unos días, por lo que le aconseja que espere hasta después de las navidades para que los tejidos se recuperen lo máximo posible de la inflamación y que para haber transcurrido poco más de un mes desde la operación la ve muy bien.
Cuando conocemos diferentes herramientas de trabajo podemos utilizar las que nos sean más útiles valorando siempre la situación de la persona. En este caso el drenaje linfático junto con la terapia cráneo-sacral son el complemento ideal para seguir trabajando en la recuperación del tejido tras la cirugía y también en sus memorias. Después de Navidad veremos lo que realmente hace falta volver a operar.
Carmen Benito.
Directora del Centro de Bioestetica Carmen Benito