No somos plenamente conscientes del verdadero poder de una respiración nasal adecuada hasta que nos enfrentamos a circunstancias que limitan su plena capacidad. La nariz no solo capta aire; también carga electrostática y equilibrantes iones que afectan nuestra energía vital.
Desde tiempos remotos, los yoguis han reconocido la magia de una respiración completa, donde no solo se involucra el diafragma o el tórax, sino que la limpieza nasal juega un papel crucial para que el aire llegue a los pulmones en óptimas condiciones. A lo largo de los siglos, han utilizado la Lota y agua salada para purificar la nariz, lo que resalta la relevancia de este hábito.
La nariz nos conecta con uno de nuestros sentidos primordiales: el olfato. Aunque hoy en día no dependemos tanto de él como otros animales, en nuestros primeros años, el olfato es esencial. Desde el nacimiento, un bebé reconoce a su madre a través de su aroma, y viceversa. Esta conexión es tan profunda que nuestros recuerdos olfativos están ligados a emociones, despertando memorias olvidadas al inhalar un olor familiar.
Todos hemos expresado en algún momento: “esto me huele mal”, una advertencia instintiva que evoca la sabiduría ancestral del rinencéfalo. De hecho, el olfato también juega un papel en la selección de pareja, ya que nuestras terminaciones nerviosas detectan feromonas, especialmente en momentos específicos del ciclo menstrual femenino.
Además, es nuestra herramienta para identificar alimentos en mal estado. Los receptores olfativos se encuentran en una pequeña área de la cavidad nasal, englobando dos estructuras clave:
La pituitaria roja, ubicada en la parte inferior, se encarga de limpiar y calentar el aire que inhalamos, mientras que la pituitaria amarilla, situada en la parte superior, alberga millones de receptores olfativos que envían señales al cerebro. Estos receptores son susceptibles al daño, pero nuestro cuerpo tiene la sorprendente capacidad de regenerarlos cada seis a ocho semanas.
El gusto y el olfato son compañeros inseparables; una correcta función olfativa es esencial para apreciar los sabores. Después de narrar esto, queda claro que las interferencias en la respiración, como a raíz de una cirugía nasal, pueden alterar significativamente nuestra experiencia sensorial.
Una clienta que se sometió a una rinoplastia en octubre me contactó, ansiosa por la falta de aire y la disminución de su olfato. A través de un proceso de drenaje linfático y terapia manual, buscamos aliviar no solo las tensiones físicas, sino también las emociones acumuladas. En cada sesión, ella reportaba mejoras significativas, desde la reducción de la inflamación hasta una claridad mental renovada.
Las terapias integrativas, como la terapia cráneo-sacral, jugaron un rol vital, ayudando a desbloquear tensiones acumuladas. La conexión entre la movilidad de la nariz y la respiración se volvió evidente, facilitando el proceso de sanación.
Después de unas sesiones, los avances fueron notablemente positivos. Su médico notó mejoras significativas y le sugirió esperar más tiempo antes de considerar una nueva intervención. El poder de diferentes técnicas de sanación combinadas es invaluable y puede transformar la recuperación tras una cirugía.
Carmen Benito.
Directora del Centro de Bioestética Carmen Benito