La composición física del ser humano procede de la naturaleza y a ella ha de retornar.
Hemos olvidado el nomos de la tierra, la correcta distribución de los territorios y el saludable cultivo y distribución de los productos. La consecuencia de haber perdido la relación justa con la naturaleza exterior es porque nos hemos alejado de nuestra naturaleza interior. Esta narcosis o estado vegetativo nos viene inoculada por el sistema usurero piramidal mundial que es el que controla todos los estratos: económico, político, social, educación, psicología, familia, espiritualidad, etc.
Viendo lo que está sucediendo en el mundo, es propicio volver al estado natural y espiritual retomando nuestro contacto con la naturaleza, con el campo, con el huerto; no de un modo romántico y fantasioso, sino pisando la tierra firme de nuestra realidad cotidiana y mejorarla.
Todo lo que hay dentro de nuestra piel y la misma piel procede de la naturaleza, pues somos mineral, vegetal, animal y, además, somos de naturaleza angélica luminosa. También somos agua, tierra, aire y fuego; y en nosotros se manifiestan las cualidades de cálido, húmedo, frío y seco. Si estos kilos de nuestro cuerpo que transportamos todos los días proceden de la naturaleza, entonces, ¿por qué no volver un poco más a ella y retomar el espíritu de la naturaleza?
¿Y qué es el espíritu de la naturaleza? En la mitología griega al dios de la naturaleza se le llamaba Pan, Fauno entre los romanos. En realidad, esta energía que crea y recrea la naturaleza por mandato de la Fuente, en algunas tradiciones se le llama Arcángel Miguel, (Mikael), haciendo todo lo que le ordena la Fuente. Este ángel tiene a su cargo miríadas de ángeles o fuerzas formativas de la existencia -como las llamaba Rudolf Steiner- encargados de hacer todo en la naturaleza: la clorofila en las plantas, inductora de la fotosíntesis para que toda planta pueda absorber energía a partir de la luz, etc. Es más acertado llamar ángel a esta fuerza formativa de la existencia que llamarle dios, o mito. Ángel significa mensajero de la Fuente.
El origen de la naturaleza. Todo en la creación está hecho con el Aliento del Misericordioso, el Gran Prana. Toda la creación se está renovando en cada instante a través de los múltiples alientos o pranas, (energía vital). Nuestra esencia-hálito es iluminada por la Fuente Luminosa. Estamos interpenetrados por el Todo que hace que la semilla germine, que el corazón pulse gracias al impulso eléctrico o que la madre alumbre a su bebé. Somos maravillosamente interdependientes de la Luz Generatriz.
Oxigenación y dióxido de carbono. Todo en la creación respira, todos los reinos de la naturaleza respiran, toda planta y toda tierra inspira y espira oxigenándose. Nosotros necesitamos el oxígeno y la glucosa pues son los combustibles indispensables para nuestra existencia. Un cuerpo bien oxigenado es un organismo alcalinizado y, por tanto, un terreno más libre de enfermedades. La respiración pulmonar de las personas suele ser algo deficiente, dándose bastante confusión a la hora de explicar el cómo respirar correctamente. Es propicio ejercer en el enseñar a respirar la máxima hipocrática «primum non nocere», lo primero es no hacer daño.
El ser humano: decodificador de los signos de la creación
Todo en la naturaleza está signado, codificado y el acto de decodificarlo es como un arado que abre la tierra y deja al descubierto sus secretos. Los signos son indicadores en el camino hacia la Tierra Bendecida, en donde lo importante es el proceso de transformación del viaje y alcanzar el objetivo luminoso, pues el símbolo en sí no es lo más significativo, sino su energía transformadora para llegar al Gran Puerto
La relación que establecemos con la naturaleza va más allá del simple mirar y observar. Es contemplar desde el ojo del corazón las cosas, o lo que es igual, contemplar la creación desde el centro de la conciencia del ser, desde la mismidad, siendo entonces más profunda la relación con la naturaleza.
Es bueno empezar a escuchar los sonidos internos de uno mismo, luego, se agudizará el oído más allá del oído físico, es entrar en el océano de la intuición. Es propicio salir del mundo ilusorio y adentrarse en la realidad de los diferentes mundos de la naturaleza exterior e interior.
Todo en el huerto está en conexión consigo mismo. Todo en la creación tiene correspondencias. Estamos configurados desde una cosmovisión óptima del mundo: el ser humano, la creación y el Creador de los Mundos. Es bueno compartir los frutos de la huerta exterior y nuestras huertas interiores. La generosidad es una gran virtud.
El grupo, la tribu en la burbuja athanor. Athanor es un horno alquímico usado para transmitir calor a la digestión alquímica a una temperatura constante y uniforme. En alquimia era el vehículo a través del cual se transmutaban los metales no nobles como el plomo en materiales preciosos. El encuentro, el huerto es un athanor en donde se cuecen a fuego lento las cosas y se destilan los asuntos. El fuego quema las impurezas emergiendo lo sustancialmente importante en la persona, rescatando la joya que habita entre los fermentos y las zarzas. Reconciliémonos con la naturaleza exterior y con los diferentes modos de nuestra naturaleza interior.
Somos semilla diamantina que tiene que llegar a fructificar en todo su potencial.
Toda planta está en potencia en una semilla-forma. Esta semilla en la oscuridad, bajo la tierra húmeda y cálida, germina y enraíza sólidamente y, una vez descendida su raíz a lo profundo y bien afianzada en suelo fértil, surge a la superficie ascendiendo y rompiendo el interespacio de la corteza para ascender a la luz del cielo.
Enraizamos en las generaciones anteriores pues de ellas heredamos una cultura aunque no totalmente saludable. Lo importante es lograr una configuración apropiada y exitosa. Nuestra semilla esencial interior tiene que enraizar correctamente y ascender hendiendo la corteza-armadura del ego-tierra para que el Yo verdadero sea alumbrado y ascender a las sagradas glorias de las alturas.
Que tu alimento sea tu medicina» (Hipócrates) y el buen cultivo de nuestro cuerpo-terreno
Nuestro cuerpo necesita alimentarse correctamente con productos saludables y no tóxicos para el organismo, así como una salutífera preparación de los mismos. Nuestro cuerpo-huerto precisa laboreo cotidiano, articulándolo mediante ejercicio físico y una postura correcta, llevándolo a un estado alquímico óptimo, oreado y sazonado.
Clima y carácter Todo vegetal se ajusta al clima en que vive o sobrevive porque el clima es apropiado para ese vegetal. Nosotros también compartimos con la naturaleza el temperamento de las cualidades de cálido, húmedo, frío y seco, pues hay correspondencias entre el carácter y el cuerpo.
«Bichos» Las plagas que atacan a las plantas cultivadas. También la invasión de plantas «malas» que engolfan a las buenas. Rescatar las plantas cultivadas para que el huerto resplandezca. Así, nosotros somos pasto de los rasgos negativos de la personalidad, de los «bichos», dragones que nos queman la vida. Tendremos que reconocer nuestros dragones interiores y reducirlos a nuestro servicio, de este modo las facetas de nuestro diamante interior resplandecerán.
Carlos Velasco Montes
Psicólogo por la Universidad Complutense, Madrid
Autor del libro «Las Enseñanzas del Caballero de la Armadura Oxidada» 14ª edición, Obelisco.