Con el buen tiempo llega el tiempo de las terrazas y los eventos sociales (bodas, bautizos, comuniones) y, casi sin quererlo, incrementamos nuestro consumo de alcohol. El alcohol es la droga social más extendida en España. Tomar una copa, unas cervezas forma parte de la cultura de la socialización en nuestro país. ¿Y si nos estamos pasando? ¿Cuál es el límite razonable?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) fija como límite máximo el consumo de 2 vasos al día en el caso de los hombres, y 1 para las mujeres. En los últimos veinte años los investigadores y médicos indicaban que el alcohol en pequeñas dosis no resultaba tan nocivo como se creía e incluso que era beneficioso… pero nuevos estudios están cuestionando estas conclusiones.
El doctor Santiago Méndez de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), declaraba en un reportaje de El País que «para prevenir el cáncer es mejor no beber alcohol». Nada. Una recomendación que puede resultar tajante pero que se justifica porque ni una sola copa de vino o cerveza tiene «un riesgo cero desde el punto de vista oncológico».
Cada año mueren 3,3 millones de personas en el mundo debido al consumo de alcohol según datos de la OMS. Entre las enfermedades y síntomas que provoca está el envejecimiento prematuro, gastritis crónica, úlceras de estómago o duodeno, alteración de la función general del hígado y finalmente cirrosis, pancreatitis, hipertensión, depresión, ansiedad…
Alcohol y violencia
Pero hay otras razones para replantearnos el consumo de alcohol. Debemos empezar a preocuparnos cuando el consumo de bebidas alcohólicas interfieren en nuestra salud física, mental, social y/o familiar así como en las responsabilidades laborales.
El alcohol afecta a nuestro carácter y a cómo nos compartamos más de lo que somos conscientes y lo sufren nuestros compañeros de trabajo, amigos y familiares. En el ámbito familiar el consumo de alcohol está detrás de entre el 40 y el 50 % de los casos de violencia familiar según el psiquiatra Gerardo Florez, experto en Alcoholismo.
Y según el balance de la Dirección General de Tráfico (DGT) de 2017 el 23% de los accidentes de tráfico mortales se produce por consumo de alcohol o drogas. El alcohol multiplica el riesgo de accidente por cinco cuando se supera el límite legal (0,5 g/l en sangre, 0,3 para conductores noveles y profesionales), y por más de 100 cuando se sobrepasa el límite penal (1,2 gramos de alcohol por litro de sangre).
Las cifras pueden llegar a ser preocupantes: dos de cada tres conductores jóvenes reconocen haber viajado con un conductor bebido, y uno de cada tres con uno que había consumido porros, en los últimos seis meses. Y a los fallecidos hay que sumar el alto número de heridos de gravedad y las repercusiones legales que pueden desembocar en cuantiosas multas y cárcel. No esperemos a que suceda una desgracia al volante para tomar una buena resolución porque desgraciadamente, si beber y conducir se convierte en algo habitual, que el accidente se produzca es una mera cuestión de tiempo.
Un accidente de tráfico debido a un conductor ebrio puede provocar incontables daños, tanto materiales, como físicos y emocionales. La víctima de un suceso de este tipo debería ponerse en manos de un abogado especializado que le explique los pasos a seguir para recibir la compensación adecuada, ya sea por daños a la propiedad, gastos médicos, incapacidad o incluso muerte.
¿Qué hay detrás de la bebida?
Hay múltiples factores además del ya mencionado social. Mantener un estado de serenidad no es tarea sencilla en el mundo loco y estresante que nos toca vivir. El estrés y la ansiedad nos lleva a comportamientos compulsivos que no se desean realizar conscientemente pero que no se pueden evitar, manteniendo al hombre encadenado en su prisión de barrotes dorados.
Lo paradójico de una conducta compulsiva como el consumo de alcohol es que cumple la función de calmar la ansiedad generada por ella misma.
María Martínez Alcázar, experta en Programación Neurolingüística señala la importancia de ir al fondo del asunto: “Aunque a nivel consciente decida evitarlo, todo intento será fallido porque el subconsciente tiene su motivo, por ejemplo, obtener placer o relajación. No hacemos nada por nada… Pero ¿de dónde viene la ansiedad? Necesitamos ir más allá para atajar el problema desde la raíz, donde realmente se localiza. ¿Cuáles son las carencias que se tratan de suplir con la conducta?”
Cualquier persona que crea tener problemas con el alcohol debe buscar ayuda profesional. Hay psiquiatras y psicólogos especializados en adicciones y alcoholismo, tanto en la Seguridad Social como en clínicas privadas, y asociaciones como Alcohólicos Anónimos que ofrecen ayuda son gratuita. En la web de Alcóholicos Anónimos hay un cuestionario que nos ayudará a saber hasta que punto dependemos de la bebida y/o afecta a nuestra vida
También en Estados Unidos, el Instituto Nacional de Abuso de Alcohol y Alcoholismo tiene una página web destinada a ayudar a aquellas personas que sufren adicción a estas bebidas con un cuestionario con preguntas como por ejemplo: ¿cada cuánto bebe? ¿Experimenta ansiedad o una fuerte necesidad por la bebida? ¿Acaba involucrado en situaciones peligrosas o tiene conductas que ponen su vida en riesgo?
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