“Como tantos otros sentimientos, los miedos no nacen en lo íntimo y se generalizan en lo social sino que se interiorizan desde la Historia”.
(Guillermo Rendueles. El demonio de la burbuja. Periódico Diagonal nº178. Del 5 al 18 de julio de 2012)
El miedo paraliza la acción transformadora, especialmente en el contexto actual que vivimos. El miedo nunca viene solo; se presenta como desencadenante de emociones adversas y potencialmente peligrosas, afectando nuestra capacidad de diagnóstico y precipitándonos a la acción de manera desorganizada.
Este sentimiento de pánico se entrelaza con la ira, la depresión, la culpa y la vergüenza, y puede llevar a instintos violentos, provocando lo que a menudo se describe como una “guerra entre pobres”, donde competimos por los escasos recursos que quedan.
Estado Emocional de la Población Española
Rendueles, en su análisis, refleja el estado emocional de la población española. Los jóvenes están asustados y resentidos por la herencia de dificultades económicas, dirigiendo su frustración hacia los más vulnerables: pensionistas y emigrantes. Este temor se fusiona con un sentimiento de incredulidad entre los mayores ante la pérdida de derechos fundamentales.
Durante años de bonanza, esta generación se sintió apartada de las crisis globales, creyendo que nunca serían parte de esos horrores. La expectativa de un envejecimiento tranquilo ha sido sustituida por un sentimiento de desesperanza y una actitud de negación frente a la dura realidad: “Todo se arreglará y volveremos a la normalidad”.
La ilusión de pertenecer a la “clase media” se convierte en un escudo, brindándonos una falsa sensación de seguridad que es profundamente frágil y engañosa. Cuando Soraya Sáenz de Santamaría expresó su compasión por los desahuciados, fue un recordatorio de que la culpa de la situación se asigna erróneamente a las víctimas.
La Vergüenza como Fantasma en Nuestros Hogares
La vergüenza se convierte en un fantasma que recorre nuestros hogares. Desde el padre que no puede alimentar a sus hijos hasta el hijo que regresa a casa de sus padres en busca de apoyo. Este ciclo de culpa y dependencia se extiende, y la pobreza se traduce en una estigmatización peligrosamente común.
Rendueles observa que hace años, la pobreza era parte de la vida cotidiana y no generaba vergüenza. Hoy, se ha convertido en un estigma que, en vez de unir, divide. Esto se debe a la ilusoria noción de normalidad que perpetúa la idea de ser ‘clase media’, cuando en realidad, el sentido de pertenencia a la clase obrera debería ser mucho más válido en nuestras descripciones sociales.
Como dice Rendueles, “Bajo el capitalismo nunca estamos lo suficientemente asustados para no transformar el miedo en esperanza”. Lo que realmente necesitamos hoy es convertir nuestro miedo en una indignación legítima, entendiendo que la injusticia afecta a todos y que nuestra lucha debe ser común, no individual.
La Solución No Está en la Superación Personal
No debemos avergonzarnos de nuestros miedos, ni de aquellos que parecen haber triunfado ante la adversidad. La solución a nuestros males no se encuentra en la superación personal, ya que el origen de nuestras dificultades no radica en fracasos individuales. Lo que se necesita es una transformación colectiva, donde nuestra desdicha pueda convertirse en un reto compartido. El verdadero fracaso es no luchar por un mundo más justo y equitativo para todos.
Para avanzar, debemos unirnos en la búsqueda de justicia y dignidad, convirtiendo nuestro miedo en una fuerza de cambio y transformación social. Esto nos conectará, desbloqueando un poder colectivo que puede desafiar la opresión en cualquier forma que esta se presente.