Preguntas y respuestas II

¿Quieres más?

¿Te gustaría estar siempre al día con las últimas tendencias, consejos y secretos?  Suscríbete a nuestro boletín mensual y sé parte de una comunidad exclusiva.

PREGUNTA: Hago hatha-yoga y meditación. Como los que hacemos además del hatha-yoga el yoga mental y la meditación, ¿podemos obtener el máximo beneficio de las técnicas del hatha-yoga?, ¿cuál es la mejor actitud a seguir y mantener durante la ejecución de las técnicas para ir mejorando al máximo también nuestra calidad de vida psíquica?

RESPUESTA: Tenemos que meditar a través del cuerpo y sus funciones cuando hacemos los asanas, es decir,

estar muy atentos y perceptivos, con la mente unificada e integrada en el cuerpo. Es como tratar de hacer un yoga mental a través del cuerpo, lo cual no quiere decir que dejeis la meditación como tal. Mantened una actitud de vigilante atención, firmeza de mente y ecuanimidad, concienciando el esquema corporal. Durante las asanas, sentid las presiones o masajes, los estiramientos y la respiración evitando las distracciones mentales. Tratad de estar con la mente conectada al cuerpo y a través del cuerpo iremos afinando la mente y logrando esa perfecta unidad de cuerpo y mente que es yoga. Vivid la posición desde adentro hacia el cuerpo y del cuerpo hacia los adentros. Si precisamente en el verdadero hatha-yoga (que nada tiene que ver con los yogas atléticos: un simple culto neurótico al cuerpo) se mantienen un tiempo las posiciones, es para poder interiorizarse y unificar la consciencia. Este trabajo consciente sobre el cuerpo es muy importante. En el verdadero hatha-yoga (y no se os ocurra hacerlo nunca en una sala a temperatura elevada, que eso es atroz para el cuerpo y la mente) se trabaja en tres niveles: el somático, el energético y el mental. El cuerpo se convierte en un laboratorio viviente sobre el que trabajamos. A través del trabajo sorbe el cuerpo, alcanzamos la mente. A través del trabajo sobre la mente, alcanzamos el cuerpo. Poned también el máximo de atención al efectuar las técnicas de pranayama (que en ninguna sesión de hatha-yoga deben faltar) y al hacer el savasana o relajación y otras técnicas del hatha-yoga, como los mudras, bandhas y kriyas.

P: ¿Tan necesaria como nos dices es la meditación?

R: Para comprender el por qué de la necesidad específica de la meditación, tenemos que entender la naturaleza de la mente. Nuestra mente siempre está creando conflictos. La mayoría de las veces no pensamos lúcida y conscientemente y somos pensados por los pensamientos. La meditación nos entrena para estar más atentos ay ecuánimes, más perceptivos y sosegados. Nuestra mente fabrica confusión y desdicha y todos estamos sometidos a emociones nocivas de angustia, rabia, envidia, odio, celos o malevolencia. Añadamos a todo ello nuestras heridas psíquicas, nuestros traumas y complejos, nuestras frustraciones. Una mente condicionada, esclava. En nuestra vida diaria la mente es muy débil y muy vulnerable, muy reactiva y, en suma, muy neurótica. Por eos es necesario ir cambiando el signo de la mente, porque como reza la antigua instrucción yóguica, «la misma mente que te ata es la que te tiene que liberar». ¿Cómo vamos a ir cambiando esta mente que genera tanta desdicha propia y ajena? Pues mediante un método. Un método que por sí mismo tenga la suficiente solvencia y fiabilidad para volvernos menos distraídos, inestables, más atentos. Tenemos que adiestrarnos para ser menos reactivos y más ecuánimes y armónicos, y poniendo los medios para que logremos estar más sosegados, tener mayor lucidez o entendimiento y poder estar equilibrados incluso ante las adversidades o vicisitudes de la vida diaria. La meditación es así no solo un pasaporte a la libertad interior, sino también una técnica para el mejoramiento de la relación con nosotros mismos y con los demás. Es también, claro que sí, la senda directa hacia nuestra naturaleza real y nos enseña a desidentificarnos de lo que no somos. Hace que se cumpla la recta aspiración a ser más dichosos. Esa mente atenta, sosegada y clara que tratamos de mantener durante la meditación, tenemos luego que trasladarla a la vida diaria. Hay que cuidar la mente, no queda otro remedio y poder así actualizar todos sus potenciales larvados. Le preguntaron a un maestro muy aventajado si era necesaria para encontrar la Sabiduría, y repuso: «No parece ser que haya otro modo».

P: Nos hablas mucho de la aplicación de la atención, de la lucidez, de vigilarnos. ¿No puede convertirse eso en represión? ¿No puede robar la espontaneidad?. Por esos mecanismos de autodominio, ¿se puede perder la naturalidad?.

R: Me alegra que me hagas estas preguntas. Preguntadme siempre de lo que queráis y que nada quede en la oscuridad. Si hay preguntas, hay respuestas. Tenemos que utilizar el discernimiento y llegar al fondo de las cosas. El tema que planteas lo hemos discutido otras veces. Lo hemos explorado cuando hablamos del arte de la guerrería, donde se aprende a «controlar y soltar». Los yoguis, miles de años antes que los psicoanalistas, ya sabían que la represión es nociva. El control que propone el yoga no es un control neurótico, feo, acartonado y rígido, sino bien al contrario, porque es el «control» hermoso que proviene de la lucidez de la mente y de la consciencia ensanchada. Viene el disfrute y disfrutas con consciencia y si apego; viene el dolor inevitable y sufres sin aborrecimiento y con consciencia. El control que busca el yogui no es otro que el de una consciencia más despierta y el darse cuenta, mediante la atención del aquí y ahora, de lo que sucede dentro y fuera de uno. Se adquiere una nueva significación existencial. Pero el control es una fase, un control sano. Otra fase es soltar, fluir. Una fase es tensar el arco (control), otra soltar fluidamente la flecha hacia la diana. Lo que nosotros llamamos espontaneidad a medida es impulsivismo, automatismo o compulsión. Hay otro tipo de verdadera espontaneidad. Pero estamos en una especie de sonambulismo psíquico y estando dormidos todo resulta automático, robótico, compulsivo pero no realmente espontáneo, porque no nace el comportamiento de la libertad e independencia de la mente, sino de sus condicionamientos. La mecanicidad no es espontaneidad. Una máquina no es espontánea; es condicionada. ¿Qué sucede con los pensamientos? Nos piensan mecánicamente. ¿Qué sucede con la palabra? Nos habla mecánicamente. No estamos movidos por la sabiduría, sino condicionados por viejos patrones. No todo lo que la gente tiene por normal es fecundo y creativo, cooperante y constructivo. Muchas veces en esta sociedad lo normal es lo aberrante. Estar atentos, apoyándonos en la genuina ética y la sabiduría, es un propósito muy bello de la vida. Vale más un día de permanecer así que millones de días de una vida mecánica, superflua, neurótica y haciéndonos daño a nosotros mismos y a los demás.

P. Hay una sentencia que reza que tenemos que ser firmes como una montaña, sin dejarnos perturbar por el vendaval del halago o la censura. ¿Tal es posible?

R. Es posible. No es fácil, pero es posible. Depende de tu actitud, depende de tu ego, depende de tu reacción, depende de tu grado de autoimportancia. Conseguir eso es posible con la ecuanimidad. La gente a veces insultaba a Buda y jamás se le veía afectado por ello. Le preguntaron sus discípulos a qué se debía que nunca se alterase y repuso: «Los demás me insultan, pero yo no recibo el insulto». En otra ocasión dijo: «El mundo guerrea conmigo, pero yo no guerreo con el mundo». La persona ecuánime ha conseguido una visión tan clara

que no se deja perturbar. Sabe que todo es inestable, pero lo sabe con el ojo de la sabiduría y no del siempre intelecto. Todo es inestable y en cualquier paso efímero. El que hoy te insulta, otro día te pueda halar, como el que hoy te elogia otro día te puede insultar.

P. Lo confieso. Soy muy egocéntrico. Se que me hace daño pero me cuesta desmontar el ego, como tú dices «humildarme». ¡Vaya problema que tengo!

R: Todos tenemos un gran problema con el ego. Con razón Patajnjali lo enumera como uno de los mayores escollos en la senda de la autorrealización. Pero depende de lo que hagas con tu ego, por grande que sea. Ponlo al servicio desinteresado de los demás, y será un gran bondadoso ego. Una soga nos puede ahorcar, como el ego, pero si está quemada no tiene poder alguno. La vemos y si vamos a cogerl a se deshace. No nos puede hacer el menor daño. El ego de un sabio realizado no tiene maldad, ni afán de posesividad, apego u odio, ni miedo. El ego exacerbado es un gran controlador. Es tu problema, es mi problema, es el problema de todos. Mi gato Emile tiene infinito menos ego que yo. No acarrea los agravios, no se ofende, no juzga, no odia. El ego tiene una tendencia a dominar y manipular. Mira el ego de un Alejandro Magno, de un Napoleón y no digo nada de un Hitler. Pero el egocéntrico vive aislado, se pdure en su propia cárcel interior, está solo, nunca tiene el sentido hermoso de la unidad y la plenitud. Más ego, menos ser. Más egocentrismo, menos autorrealización. Hay gente que confunde la ego-realización con la autorrealización. El narcisista se convierte en su peor castigo, pues no ve las necesidades de los demás, el ojo de su corazón está cerrado. ¡Vaya vida de miseria que le espera! El sentimiento de individualidad que nos hace consciente a la par de que todo está interconectado, es bello. El sentimiento de ego puede llegar a ser un horror y muy feo. Así que sí, tienes un problema, como todos nosotros. Sírvete del discernimiento, de la vigilancia de las tendencias egocéntricas para debilitarlas, de la observación de las reacciones narcisistas para superarlas, del recordatorio de la muerte y la finitud y de la meditación. Transforma la energía de tu ego, que sirva también para tender lazos afectivos sanos con los demás y que no haga sentirnos compasivos y no egoístas. El ego es fuerza. La fuerza construye o destruye, como la electricidad da luz y calor o electrocuta. El ego es un problema si te rindes al ego en lugar de rendir el ego. ¡Podemos llegar a ser tan mezquinamente egoístas!. Eso nos convierte en pordioseros de la consideración y la afirmación de los demás. El ego puede convertirse en un globo inmenso. Hay que pincharlo. Nadie puede vivir sin ego, pero necesitamos un ego funcional, una personalidad que podamos dirigir, un pensamiento más libre de apego y odio. Un ego bien dominado y maduro nos ayuda; un ego desmesurado nos pierde, nos desayuda, nos enferma. El ego exacerbado tiene mucho de paranoico. Todo le altera, le agravia, le ofende, le vulnera. Quiere más de todo, no sabe soltar, se puede volver un loco muy peligro. Ahí tienes el ego de los políticos. Transforma. Contamos con todas las actitudes y herramientas para transformar. El ego nos impide mirar cara a cara al Ser. El ego oscurece nuestra visión. El ego es muy mal aliado. Miramos para detrás y vemos cuánto hemos sufrido por el maldito ego. Lo mejor es reírse de él. Riéte de él. A nada conduce el ego desmesurado y eso tenemos que verlo mediante la lúcida reflexión consciente. ¿Dónde queda el ego cuando estamos gravemente enfermos? ¿Dónde quedará cuando estemos agonizando? ¡Qué de apegos bobos, qué de mezquindades e incordios, qué masa de sufrimiento inútil debido al ego! Hay que hacer el ejercicio de humildarse, pero no hacer de nuestra humildación un show, porque entonces estamos otra vez en las garras del ego. Cuando uno toma consciencia de cuán frágil es, surge mucha humildad y mucha compasión.

Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak

Ramiro Calle

Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak

Ramiro Calle

Haz tu buena obra del día ¡Compártelo!

10,5 minutos de lecturaActualizado: 27/06/2024Publicado: 01/03/2013Categorías: Ramiro CalleEtiquetas:

Comenta este artículo