Aunque la mayoría de las personas hemos sentido alguna vez la necesidad imperiosa de tomar un dulce o un snack repleto de azúcar; para otras el deseo de dulce supone un reclamo constante de su cuerpo. Tanto es así, que no es infrecuente que utilicen la palabra “mono” para describir esta situación.
Es saludable que nuestros niveles de glucosa en sangre se mantengan con oscilaciones suaves. Cuando los niveles de glucosa bajan mucho, sentimos la imperiosa necesidad de volver a subirlos de forma inmediata y para ello lo más común es utilizar un hidrato de carbono rápido (como el azúcar) que los vuelven a subir. El problema está en que esa subida rápida viene seguida de una caída profunda que vuelve a reclamar un hidrato rápido, entrando así en una rueda sin fin, que agota nuestro cuerpo y nuestra vitalidad, entre otros.
Aquí os presento algunas estrategias basadas en la medicina occidental y en la oriental para poder acabar con este ciclo tan perjudicial para nuestra salud.
Transforma tus fuentes de energía: El poder de los hidratos de carbono complejos
• Introducir hidratos de carbono complejos
Si de forma habitual tomamos hidratos de carbono complejos como fuente principal de energía (también llamados de absorción lenta o de cadena larga), el cuerpo, de forma natural, nos va a pedir menos azúcar. Estos hidratos de carbono saludables los encontramos en los cereales integrales (el arroz integral, el mijo, la quínoa, la avena, la cebada, el trigo sarraceno, etc.), las legumbres y la verdura. Enfatizar el consumo de vegetales dulces como las zanahorias, la calabazas, las cebollas cocinadas o las chirivías, añade un dulzor natural a las comidas que va satisfaciendo nuestro apetito hacia este sabor.
El arte del equilibrio: Sal y proteínas
• Reducir la sal y los productos con sal
Para que una dieta esté equilibrada es necesario tomar un poco de sal de buena calidad (sal marina sin refinar); una falta de la misma puede causar fatiga, estimular el deseo de comer de más y potenciar el deseo de comer proteína animal. En el polo opuesto, consumir sal en exceso, aunque sea de buena calidad, estimula la apetencia por el dulce. De hecho, tener sed y antojo por el azúcar puede ser un indicador de un consumo excesivo de sal en la dieta.
• Reducir la proteína animal
Aunque socialmente se acepta que la proteína animal debe estar presente de forma continuada en nuestro plato, hay evidencia de cómo su exceso puede provocar problemas de salud, entre ellos cáncer de colon, de próstata o de mama. Desde la perspectiva energética, un exceso de proteína animal (exceso de yang) va a atraer un exceso de yin (de azúcar). Resulta mucho más sencillo disminuir el consumo de un polo (el azúcar) cuando también se disminuye el consumo del otro (producto animal: carne, huevos, pescado, quesos curados).
Los hábitos alimentarios que marcan la diferencia
• Reducir la cantidad de comida
Comer de más, aunque sea equilibrado y biológico, produce fatiga y aletargamiento; esto hace que nuestro cuerpo pida algún estimulante, como el azúcar.
• Comer con más frecuencia a lo largo del día
Saltarse comidas o esperar demasiado tiempo hasta la siguiente hace que nuestros niveles de glucosa bajen. Así, para cuando por fin llega el momento de comer, arramplamos con lo primero que encontramos, muchas veces un hidrato rápido (el azúcar). Además, en estas circunstancias solemos comer de más, con los efectos que ello conlleva (nos remitimos al punto anterior).
• Evitar comer antes de dormir
Todos tenemos la experiencia de lo que produce tomar una cena copiosa y hacerlo tarde. Comer justo antes de dormir hace que necesitemos dormir más, que soñemos mucho y que nos despertemos cansados y fatigados. Esto a su vez, provoca que a la mañana siguiente, nuestro cuerpo pida un estimulante: el café, el azúcar o ambos. Por el contrario, un buen sueño reparador nos lleva a un día más ligero y con mucha más energía.
• Evitar el azúcar
Suena obvio, pero es importante; tomar azúcares simples hace que nuestra glucosa en sangre suba y después baje, estimulando la necesidad de más azúcar en un ciclo sin fin. Cambiar el azúcar por una fruta biológica con piel (si es posible) y masticarla bien ya es un buen comienzo. La fibra de la piel ralentiza la absorción del azúcar de la fruta.
• Hacer ejercicio moderado de forma consistente
Hacer un poco de ejercicio aeróbico diario mejora la circulación y los niveles de glucosa. Es interesante probar con 20-30 minutos al día de algún ejercicio que resulte placentero (caminar, andar en bicicleta, trote suave).
Gestionando nuestras emociones e impulsos
• Expresar las emociones
Expresar nuestras emociones no quiere decir que uno tenga que estar continuamente contando lo que le pasa a cualquiera, sino expresar las cosas importantes a las personas que son significativas para nosotros. Utilizar la comida, sobre todo los dulces, es una forma a veces de anestesiar nuestros sentimientos, de taparlos o de hacer como que no existen. Además, consumir azúcar es una forma de darnos placer, ya que provoca un alivio temporal del estrés que estamos sintiendo. Sin embargo, el azúcar dificulta tener una energía estable y claridad mental, lo que a largo plazo puede comprometer nuestra capacidad para hacer frente a nuestras vicisitudes emocionales.
• Estar atentos a factores emocionales que “desencadenan” nuestro antojo
Muchísimas asociaciones psicológicas están relacionadas con la comida y nos influyen poderosamente. Estar consciente de en qué situaciones el cuerpo nos pide determinados alimentos como el azúcar, parar, ver qué está pasando y sentir cuál es la necesidad real, es un hábito interesante a desarrollar.
Os invito a que probéis estas propuestas (no son excluyentes si no complementarias y trabajan a distintos niveles) y que incorporéis también una dosis de paciencia. Los hábitos que llevan mucho tiempo instalados, a veces necesitan también de un tiempo para ser transformados.
Eva T. López Madurga
Médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública
Nutrición y Macrobiótica; Terapia Gestalt
www.doctoraevalopez.com
Asesora de EL VERGEL
www.el-vergel.com