¿Por qué nos cuesta tanto modificarnos?

¿Quieres más?

¿Te gustaría estar siempre al día con las últimas tendencias, consejos y secretos?  Suscríbete a nuestro boletín mensual y sé parte de una comunidad exclusiva.

3,8 minutos de lecturaActualizado: 19/09/2024Publicado: 17/07/2014Categorías: Ramiro CalleEtiquetas:

Tras llevar cuarenta y cinco años impartiendo clases de meditación, muchas veces ha habido alumnos que me han preguntado: «¿Por qué cuesta tanto cambiar algunas tendencias aún sabiendo que nos hacen daño a nosotros y a los demás?». Cuando hace cinco años mantuve una larga entrevista con el profesor de meditación budista Upul en su centro de Sri Lanka, le pregunté por qué meditar, repuso: «Para evitar hacernos daño a nosotros mismos y a los demás»

¿Por qué la meditación es una solución? Pues porque va debilitando las raíces insanas de la mente, esas que por su carácter destructivo o autodestructivo tanto nos perjudican a nosotros y a los demás.
En todas las personas hay una serie de propensiones que son negativas o neuróticas. Estas tendencias están muy enraizadas y varían de unas a otras personas. Surgen por un lado de los códigos biológicos y por otro de la historia psicológica y la configuración del ego. Son nocivas porque hacen daño; son insanas porque perjudican la relación con uno mismo y con los demás.
Como es rara la persona que haya tenido un desarrollo psicológico armónico, estas tendencias, cualesquiera que sean, persisten, y como uno no trabaje muy seriamente para irlas debilitando, estarán activas hasta las postrimerías de la vida. Se pronuncian debido también al núcleo de caos y confusión que yace en el aparato psíquico de la persona y, sobre todo, porque una y otra vez vamos reaccionando en base a estas tendencias negativas y así las retroalimentamos y perpetuamos, sean la ira, la envidia, los celos, la altivez y tantas otras.

Cada vez que ante un estímulo exterior o un proceso emocional o mental reaccionamos negativamente (sea con rabia, ira, envidia, celos, odio o lo que fuere), estamos potenciando la tendencia nociva que subyace en lo profundo de la psiquis, como si cuando está saliendo un clavo lo remachamos. Toda reacción, sobre todo desmesurada o neurótica, que nos identifica y toma, activa y refuerza las tendencias nocivas. Unas veces cedemos a la reacción desmesurada de la susceptibilidad o suspicacia, otras de la irascibilidad o el disgusto, otras de la arrogancia o los celos. De ese modo no solo estas tendencias nocivas no agotan su impulso, sino que lo fortalecen.

Incluso cuando uno cree que una tendencia nociva ha sido superada, esta puede volver a presentarse con todo vigor. ¿Por qué se da este proceso? Porque la tendencia nociva puede haberse debilitado (que ya es importante), pero no ha sido destruida en su raíz. Se utiliza, desde antaño, el ejemplo de la palmera: aunque se corte el tronco, si no se saca el troncho, se reproduce. Si la tendencia perniciosa no se desenraiza, puede de nuevo brotar con intensidad. Entonces la persona se desespera o desfallece, pero en lugar de ello debe seguir trabajando para mutar sus modelos mentales y obtener una actitud de lucidez y ecuanimidad que frenen la reacción desmesurada.

En tal sentido la práctica metódica de la meditación juega un papel esencial, pero también estar más vigilante a uno en la vida diaria para no dejarse arrebatar por tendencias nocivas, sean destructivas o autodestructivas, insanas o neuróticas. Se requiere ir entrenando la capacidad de estar atento a las propias respuestas mentales y emocionales e ir pudiéndose distanciar interiormente de los impactos que nos alteran y promueven dichas tendencias.
No es fácil, pero poco a poco se va consiguiendo esa visión esclarecida e inafectada que logra cambiar para bien la psiquis de la persona. También se requiere honestidad en la observación y examen de uno mismo, evitando dejarse atrapar por la red de autoengaños y subterfugios.
Por supuesto juega un papel determinante la fuerza de voluntad y la motivación.

Hay una antigua instrucción que merece la pena recordar: «Si hoy no cambias algo en tí, nada te puede hacer pensar que mañana será diferente».
Una suma de pequeños cambios van consiguiendo un gran cambio interior. Aquí no hay lugar para el enmascaramiento, el pretexto o el autoengaño. Hay que verse intrépidamente y de verdad querer cambiar para que vayan así extinguiéndose las tendencias nocivas y pueda ir floreciendo lo mejor de uno mismo.

Ramiro Calle

Director del Centro de Yoga Shadak y escritor

Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak

Ramiro Calle

Autoridad del Yoga y Escritor. Director del Centro Sadhak

Ramiro Calle

Comenta este artículo

Haz tu buena obra del día ¡Compártelo!