Decíamos en otra nota que para perdonar no es preciso que el otro nos pida disculpas, ni que reconozca nada, ni que se arrepienta y ante esto podemos preguntarnos: ¿Acaso no nos han predicado que para que Dios nos perdone es necesario nuestro arrepentimiento, el reconocimiento de nuestras faltas? Efectivamente, así es porque el perdón que nos da Dios, en la persona de Jesucristo, es DISTINTO del perdón que dan los hombres. Uno no juega a ser Dios cuando perdona al otro. Para sanarnos a nosotros mismos, y restaurar el vínculo con nuestro Dios que el ego rompe por ignorancia, necesitamos reconocer lo que ha pasado, reconocer nuestra sombra, iluminarla e integrarla. Cristo restaura el vínculo de amistad y se deshacen las consecuencias.
Pero cuando perdonamos a otros, lo hacemos para quedarnos libres de la violencia que hemos sufrido y de sus secuelas. Estamos en el nivel de las relaciones entre hombres y no en el nivel espiritual que pertenece al campo de la fe que cada uno tenga.
Y si perdonar no es olvidar, ni justificar, ni esperar las disculpas, ni restaurar una relación, ¿qué es el perdón?
Como muy bien explica el teólogo Ariel Alvarez, base de estas notas, EL PERDÓN ES ANTE TODO UNA DECISIÓN que cada uno puede tomar o no, según le parezca; es independiente del sentimiento y de lo que el otro haga. Y es una decisión personal. No es necesario hablar con quien nos ofendió porque lo que se busca es liberarse del odio y resentimiento reactivo. “Se realiza silenciosamente en el corazón de cada uno, como una plegaria sencilla e íntima”.
¿Y cómo saber si uno ha perdonado? Aquí Jesús en los evangelios nos da varias pistas. Se ha perdonado, primero cuando ya no se desea el mal al otro; segundo, cuando se renuncia a la venganza; y tercero, cuando uno es capaz de ayudar al ofensor si se le ve con una necesidad que podemos solventar.
Perdonarnos y perdonar a los demás es apostar por la alegría, por la salud; es apostar por la vida, es cerrar las puertas a la tristeza, a la amargura y a la larga o a la corta a la enfermedad.
Al final, es únicamente deshacer el error y la ignorancia.
Feliciana García
E.H.