Yoga como senda espiritual

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En esta época de confusión también en el ámbito espiritual y donde muchos desaprensivos intencionadamente deforman las más genuinas y prístinas enseñanzas para la transformación interior y el autodesarrollo, es conveniente un examen riguroso de la médula de las más eficientes enseñanzas de crecimiento interior, más allá de la búsqueda de simples placebos o analgésicos espirituales. Este examen, por supuesto, debe ser desde una actitud por completo adogmática y desde el discernimiento, sin prejuicios y recuperando, en la medida de lo posible, el sentido original de las vías que las mentes espiritualmente más relevantes siguieron hacia la cima de la consciencia.

Cuando determinadas personas proponen el yoga sólo como una técnica semigimnástica o un ejercicio somático pseudoespiritual, no viene de más tratar de sondear en las raíces mismas del yoga y recobrar su principal propósito, que no era otro que el de tornarse un fiable cuerpo de enseñanzas y métodos no sólo para mejorar la salud o conseguir el cuerpo de un contorsionista, sino para poder aproximarse a esa esencia o naturaleza real que se esconde más allá del cuerpo, la mente, el ego y la máscara de la personalidad.

Pero por ofuscación y dada la ignorancia básica de la mente, la persona se identifica con sus procesos mentales y con sus tendencias latentes y da la espalda a su verdadera identidad o Sí-mismo. Pero toda persona con la motivación suficiente puede recuperar su naturaleza original y hallar la independencia mental y la libertad interior, mediante el desarrollo paulatino de la consciencia que va disipando la ofuscación, la avidez y el odio y revelando lo que mora en lo más íntimo de uno mismo. Para quien siente el llamado interior de esta búsqueda y lo sigue, la vida adquiere un mayor sentido.

En sus orígenes el yoga era primordialmente una técnica espiritual para poder establecerse en la denominada consciencia-testigo, que es como la puerta que nos conduce a la presencia del Sí-mismo. Nace además el yoga como método para acelerar la evolución de la consciencia y para poder facilitarle a la mente estados de especial conocimiento para convertirnos en aquel que nunca hemos dejado de ser.

En este sentido, para poder desencadenar ese conocimiento intuitivo o supraconsciente, el yogui se sirve de la suspensión de los automatismos mentales y del discernimiento claro, consiguiendo así una visión profunda y reveladora, realmente transformativa. Se trata de una sabiduría intuitiva que traspasa los velos de lo ilusorio de la mente y permite una aprehensión de lo que uno verdaderamente es, proporcionando un sentimiento de unidad. La meditación es el camino más directo hacia la naturaleza real, apoyada por una ética auténtica y el cultivo de la Sabiduría que permite ver tras las apariencias.

No se trata de afirmar el ego, como hacen algunas formas de pseudoyoga, donde se rinde un culto narcisista y a veces incluso patológico al cuerpo, sino de saber servirse de los componentes psicosomáticos para debilitar la actitud egocéntrica y poder desplazarse hacia la naturaleza real.

En numerosas ocasiones he visitado el ashram de Ramana Maharshi en el sur de la India. Ramana era tan puro que no es de extrañar que el psiquiatra Jung dijera de él que era «el punto más blanco de una hoja en blanco». En esta época de competición, exhibicionismo y envanecimiento, incluso en el terreno del yoga, no está de más recordar sus sabias palabras:

«El estado de no aparición del ego es el estado de permanencia del Ser. Sin efectuar esta búsqueda, consiguiendo la no aparición del ego, ¿cómo puede uno extinguirse de forma que el ego nunca vuelva a surgir? Sin ese logro, ¿cómo es posible permanecer en el estado que es el Ser?».

Ramiro Calle

Director del Centro Sadhak

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3,4 minutos de lecturaActualizado: 04/10/2018Publicado: 18/07/2013Categorías: RAMIRO CALLEEtiquetas: , ,

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