A lo largo de los numerosos viajes que he efectuado por Asia, he tenido ocasión de ir recogiendo milenarias historias espirituales que he ido reuniendo en varios volúmenes. Estas narraciones o cuentos anónimos pertenecen a la herencia espiritual de Oriente, sobre todo de la India, y se han perpetuado a través de los maestros espirituales, quienes suelen utilizarlas al impartir enseñanzas a sus discípulos. Antes de ser puestas por escrito, estas historias formaron parte de una larga y fecunda tradición verbal.
Las historias, por lo general breves, expresan en pocas palabras más que tratados enteros de metafísica o filosofía. Admiten distintos niveles de comprensión y, a veces, permiten que la mente obtenga un destello de entendimiento transformador. Resultan, pues, inspiradoras y gustan a toda clase de personas.
En este trabajo he recopilado algunas historias que son como un “despertador” para sacar la consciencia de su letargo. Ayudan a discernir más reveladoramente y a encontrar orientaciones fiables en la larga marcha de la purificación de la mente, la evolución consciente y la realización del yo. Cada vez que volvemos a leer estas historias, nos brindan vislumbres de una realidad más alta y nos ayudan a examinar mejor nuestras prioridades existenciales, dándole más importancia a lo que realmente lo tiene y restándosela a las bagatelas y naderías. Estas historias, que he recuperado a lo largo de los años, están impregnadas de sabiduría y siempre resultan espiritualmente aleccionadoras. Se han convertido en herramientas para propiciar la transformación interior a través de “golpes de luz” que expanden la consciencia.
Para la mayoría de las personas, la mente representa un grave problema. A menudo, parece que la mente nos piensa en lugar de que nosotros pensemos. Cuando no tiene problemas reales, genera todo tipo de problemas imaginarios. Esta no es una buena mente. De hecho, el gran místico Kabir afirmaba que es un fraude, una casa con un millón de puertas. Esta mente, frecuentemente condicionada por la ofuscación, la avaricia y el odio, inspira y retroalimenta al ego, que, como dicen los antiguos textos, es un experto en trucos, artimañas y falsedades.
Un relato que ilustra esto es el de Dios que se reunió con cuatro almas que iban a encarnar. Les preguntó qué querían para su próxima vida:
Una de ellas se adelantó y dijo: – Señor, lo que quiero es mucho dinero.
Otra dijo: – Yo lo que deseo es ser muy poderoso.
La tercera intervino: – Quiero conocer todas las gentes y rincones del planeta.
La cuarta alma se quedó silenciosa y pensativa. – Y tú, ¿qué quieres, amiga mía? ella respondió: – Solo una cosa, señor. Una buena mente.
¡Una buena mente! Esto implica una mente liberada de ofuscación, avidez, odio, miedo y otras negatividades que roban la paz interior. ¿No es cierto que la mente puede ser la mayor fábricadora de sufrimiento? Sin embargo, podemos aspirar a construir una buena mente, para nuestro beneficio y el de los demás.
En otro ejemplo, un discípulo acudió a su maestro y le imploró: – Ayúdame a liberarme.
El maestro le respondió: – ¿Y quién te ata sino tu propia mente?
Contamos con enseñanzas y métodos para convertir la mente enemiga en mente amiga. No obstante, primero hay que despojarnos de esos inútiles cachibaches que desordenan y oscurecen nuestra mente.
Un discípulo le preguntó al maestro: – ¿Hago bien en no tener ideas?
El maestro contestó: – ¡Allá tú si quieres seguir con la idea de las no ideas!
Lo esencial es lograr una mente clara que resuelva complicaciones sin añadir otras. Necesitamos una mente que sea una aliada, en la que podamos tener confianza y que nos ofrezca lo mejor de sí misma. Pero lograrlo no es fácil; hay que entrenarla a través de meditación y atención consciente.
Un discípulo decidió meditar tres meses en el bosque y preguntó al maestro: – ¿Qué tema me das de meditación?
El maestro respondió: – Piensa en todo lo que quieras menos en monos.
Encantado, el discípulo se fue a meditar. Sin embargo, luego de tres meses, volvió agobiado: – Ha sido desalentador; en lo único que he podido pensar es en monos.
Así es la mente: a menudo una ment-ira.
La buena noticia es que la mente es perfeccionable y, con un desarrollo consciente, es una herramienta que debemos aprender a utilizar. Existen raíces insanas en la mente, como la ofuscación y el odio, pero también hay raíces sanas, como la lucidez, la generosidad y el amor.
A través de vigilancia y voluntad, y mediante la práctica regular de técnicas de autodesarrollo, podemos aprender a cultivar el lado más constructivo de la mente, evitando “roer” pensamientos inútiles. He aquí una analogía: un perro encuentra un hueso muy antiguo y, al intentar roerlo, se lastima y sangra. El perro cree que obtiene algo sustancioso del hueso, pero solo degusta su propia sangre.
Con razón, los antiguos textos hablan de que de la mente parten dos caminos; uno conduce al cielo y otro al infierno: el paraíso interior o el infierno interior. Todo depende de qué dirección tome nuestra mente.
Finalmente, un discípulo pregunta al maestro: – ¿Hasta qué punto es importante conocer la mente?
El maestro responde: – Es importante. Pero, más importante es conocer al que puede conocer la mente.
Ramiro Calle
Director del Centro Sadhak