El mensaje de nuestras emociones

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La gestión de nuestras emociones suele ser una de las grandes asignaturas pendientes, sobre todo cuando tenemos que vérnoslas con aquellas que etiquetamos como ‘negativas’, como pueden ser la rabia, el miedo o la tristeza.

Y es que el primer problema empieza ahí, cuando las etiquetamos. Realmente, ninguna emoción es buena o mala, positiva o negativa. Las emociones tan solo vienen a darnos un mensaje que, si sabemos escuchar sabiamente, podremos gestionar de una forma mucho más sana y que juegue a nuestro favor.

Todas las emociones tienen una causa profunda detrás, más allá de la causa ‘superficial’ que creemos que ha sido el origen, y que es realmente donde debemos llegar para gestionar adecuadamente la emoción.

El primer paso necesario para gestionar cualquier emoción, en lugar de que esta lleve las riendas, es la aceptación. No podemos evitar que las emociones broten, ni debemos luchar contra el hecho de que lo hagan. La
inteligencia emocional no consiste en aniquilar las emociones que no nos gustan, sino en aprender a gestionarlas sanamente.

Muchas veces nos sentimos culpables por estar tristes o por sentir rabia. Sobre todo, cuando ya tenemos poco o mucho andado en el terreno del crecimiento personal, creemos que ya deberíamos ser capaces de no tener esas emociones. Error. Podemos aprender a gestionarlas, pero no podemos evitar que surjan. Todas tienen un fin, vienen a decirnos algo que debemos escuchar. Por eso, debemos aceptar conscientemente la emoción que sea como estación de paso necesaria para estar en disposición de gestionarla.

Vamos a profundizar en una de las emociones que más nos mortifican, la rabia, ya que en muchas ocasiones nos lleva hacia actitudes o decisiones viscerales que posteriormente desembocan en situaciones y sensaciones negativas.

¿Qué es exactamente la rabia?

Existen múltiples definiciones de lo que es la rabia, pero, a efectos prácticos y desde la perspectiva del Coaching, podríamos sintetizar que la rabia es nuestra capacidad innata para reaccionar ante injusticias, y así poder restablecer el equilibrio y la sensación de justicia.

Antes de entrar a intentar gestionarla sanamente, lo que debemos tener claro es que, cuando la sentimos, la rabia nos está dando el mensaje de que estamos ante una situación que nos parece injusta o incorrecta, independientemente de si eso es verdad o no. Mientras nuestra mente lo considere injusto, activará el mecanismo de la rabia. Sin (sensación de) injusticia, no hay rabia. Es por tanto una emoción fundamental que nos da la naturaleza para poder defendernos de aquello que consideramos injusto.

Aspectos ‘positivos’ y ‘negativos’

Como todas las emociones, la rabia tiene aspectos que podríamos calificar de ‘positivos’ y otros de ‘negativos’. Entre los primeros, estaría ese que nos lleva a luchar por aquello que consideramos justo, nos arma de valor para defendernos, nos impulsa a no caer en la sumisión o a buscar soluciones para reestablecer el orden.

En el lado negativo, estarían la hostilidad, ya que puede sacar lo peor de nosotros y desorbitar nuestra agresividad, anular nuestra bondad interior y llevarnos al odio, cegarnos y despertar el deseo de infligir dolor, volvernos crueles, hacernos buscar la humillación en vez del equilibrio.

Por tanto, para saber aprovechar las bondades de la rabia, y evitar llegar a sus aspectos negativos, es muy importante tanto saber gestionar la emoción en sí misma, como los patrones subconscientes que la suscitan.

Debemos tener presente que la supuesta injusticia que nos dispara la rabia, puede ser real o no. Nuestro subconsciente lo considera injusto, de eso no hay duda, pero existen dos realidades paralelas: nuestra realidad
interior y la realidad exterior que no vemos por causa del filtro que interponen nuestras creencias y recuerdos emocionales. Y para gestionar sanamente la rabia, debemos considerar ambas.

Una emoción necesaria

También hay que tener presente que no hay que sentirse mal por sentir rabia, es una emoción muy humana y absolutamente necesaria. Es de valiosa utilidad para poder ser libres y vivir en un mundo justo y con
buenos valores. Lo importante es que su poder esté al servicio de nuestra voluntad y trabaje para el bien común, y no para una parte primitiva e insensible que existe en algún lugar de nuestro cerebro primario.

Luchar contra la rabia, solo avivará su fuego. Cuando intentamos aplastar una emoción, bajo la idea de que no deberíamos tenerla, lo único que hacemos es añadir más material inflamable. Puede que consigamos un
pseudo progreso a nivel superficial, pero la rabia no gestionada estará ahí, esperándonos para saltar nuevamente, y con más vehemencia.

Para salir de la rabia, hay dos caminos: actuar para reestablecer la justicia y el equilibro o trabajar la compasión y el perdón. En ambos casos, se trata de tomar una decisión consciente y voluntaria, para la que necesitamos tener muy desarrollada la Inteligencia Emocional.

 

Agustín Piedrabuena
Coach Transpersonal y Director de Innerkey Coaching
inner-key.com

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4,2 minutos de lecturaActualizado: 07/04/2018Publicado: 02/03/2018Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: ,