Las semillas de la vida

 

Querida «Madre Antigua» hoy te escribo para agradecerte con las palabras de mi alegre corazón todas las llamadas que a lo largo de mi vida has depositado en mí como semillas de pasión.

Un día, hace ya bastantes Ruedas en este tiempo del mundo medio en el que como viajera de tu Vida he ido experimentando la luz y las sombras, sentí de forma consciente tu primera llamada salvaje, y fue a través de tu sexualidad manifestada en mi como locura Dionisiaca que toda mi ilusión de control se destruyó.

Al recordarlo me doy cuenta de que esto sucedió en un momento en que yo viajaba subida en las luces celestiales, volando con mi mente por espacios infinitos en que todo parecía ser brillante amor sin sexo, ilusión de amarlo todo y de sentirme tocando lo sublime. Sin embargo, tu llamada fulminante no admitió escapes ni huidas, fue imposible, no podía. La vida del instinto poseyó mi mente y mi control y el dolor fue tan tremendo que por un instante sentí que me rompió.

Hoy rememoro Madre querida aquella primera llamada y reconozco que, aunque no sabía reconocerte pues mi mente desconocía tu memoria de Serpiente y mi cuerpo la guardaba adormecida, no podías llamarme de otra forma, a través de la cordura, pues hubiera intentado someterte y someterme. Hoy, aunque sigo sintiéndome inexperta en la Vida apasionada que despiertas en mí, he comprobado cómo tus leyes son pura sabiduría para mi más allá de lo que yo quiera o desee. Tu sabes mejor que yo cual es el camino del gozo que a veces no puedo ver.

¿Recuerdas Madre Antigua, cuántas veces a lo largo de estos años, después de un vuelo en que sentía mi expansión, seguía después una experiencia de descenso?… Al principio pensé que algo estaba haciendo mal, que ese estado maravilloso de unidad debía ser eterno y miraba lo que tenía que cambiar para que así fuera.

¡Cuánto me ha costado aceptar que así no funcionan tus leyes! pues tu solo buscas mi equilibrio: «después de grandes alturas, grandes profundidades», después de vida hacia afuera, tirón de vida hacia adentro, después de palabras que se desbordan, silencio para recogerlas, después de ilusión de espiritualidad o amor sin ataduras, instinto salvaje que te somete. Tu sabes de mis ciclos internos mucho más que yo, y además eres maestra en tu NATURALEZA para que de ti yo aprenda que existe un tiempo, un espacio, un ritmo para cada cosa y por eso me haces viajar por tu RUEDA con el sol, la luna y las estrellas.

Con el espíritu de este tiempo y de este lugar ahora llegas a mi vida como alegre primavera. Da igual como yo me sienta por dentro; tu vas a volver a hacer que las cosas emerjan, que todo lo que está oculto bajo la tierra ahora vea la luz, que la intensidad de tu sexualidad gozosa posea toda la vida.

Da igual lo que yo haga, pues tu primavera sucederá como ha sucedido tantas veces. Tomo una decisión consciente y te entrego mi vida para que la hagas Tuya. Me dejo poseer por tu espíritu de doncella, ¿qué más da la edad que yo tenga? Ahora me toca ser tu alegre primavera.

Soy semilla bajo la tierra que ahora florece con el sol, semilla de Vida eterna que toma la forma de mi vida cíclica, soy la fuerza del gozo que viaja hacia la máxima expresión de su belleza. Soy la forma cambiante de tu espíritu que ahora sale del reposo del invierno hacia su plenitud de danza y de luz.

Gran madre antigua te entrego mi pequeño ciclo misterioso para que lo abraces en tu «amplio seno» y pueda aprender a confiar en ti y en todo aquello que desde tu misterio a mi vida llega.

Bienvenida seas preciosa doncella, ahora tu eres mi alegre primavera.

 

 

Guadalupe Cuevas
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