ANTE LA MUERTE TODO PALIDECE

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No aprovechamos más la vida porque no somos realmente conscientes de la muerte.

Así los días se consumen sin estar alertas, sin poner los medios para lograr una mente clara y un corazón tierno. Como creemos que solo se mueren los otros, nos permitimos toda clase de mezquindades, ñoños estados de ánimo, fricciones y rencillas. ¡Cómo si hubiera mucho tiempo, como si fuéramos eternos en este plano de existencia!.

Y así terminamos por convertir la vida en dos o tres momentos de confusión y se acabó. Una vida que no puede recuperarse, como la flecha disparada; una vida que se consumió en la semiconsciencia, la mecanicidad, el conflicto, el apego y el aborrecimiento, en un mar de pensamientos neuróticos, adictos a la personalidad y lo aparente, pero no al ser y lo real. ¿Eso es vida? ¿O un simulacro de vida, un pobre reflejo de lo que debería haber sido?
La muerte camina codo con codo con  nosotros, pero la ignoramos. Tan hipnotizados estamos por lo superfluo que nos desconectamos de lo esencial, y máxime en una sociedad que, como dijera Sri Anirvan, hemos convertido en un erial y un estercolero.

   Tempus fugit. Todo viene y todo parte. Mientras me obsesiono con las pequeñas cosas, me aferro a bagatelas y banalidades, la vida se escapa. Cada día morimos un poco. Cada día estamos muriendo.
No hay tiempo, pero por un enfoque incorrecto creemos que nos queda todo. La  muerte es siempre hoy. Hoy puede llegar y ya no habrá más oportunidades. Por tanto, sería más sabio vivir con plenitud y amor cada instante, cada momento que se fuga. Duramos menos que un guiño en el ojo del Absoluto.
En lugar de aplicarnos a descubrir nuestros adentros y conciliar con lo más auténtico de nosotros mismos, nos extravíamos en el pantano de los inútiles disgustos, las insensatas preocupaciones y el sufrimiento evitable. Si creemos que todo dura, ¿qué prisa tenemos?
Nos permitimos la «enfermedad del mañana». Mañana estaré más atento, seré más cariñoso con los seres queridos, me mostraré menos irritable y seré más generoso… ¡La enfermedad del mañana!. Para el final descubrir que lo que postergamos para mañana nunca llegará.  Hoy es día para humanizarse. Quizá no quede otro. Cada uno puede ser el último. La enfermedad se presenta de repente y aniquila. Seguir enmascarando no sirve de nada; seguir disfrazando la realidad es necedad. Ante la muerte todo palidece. ¡Tantas bagatelas, banalidades, asuntos superfluos, trivalidades e inútiles ocupaciones!.
   ¿Qué harías si te quedara un día de vida? Al final solo quedará uno.
Reflexionando sobre la muerte ensalzamos la vida y le damos a cada instante su peso específico. Lo que tengas que hacer de importante, hazlo. No hay tiempo que perder.  Mi abuelo me decía: «La vida no dura nada». Si ahora yo tuviera nietos les diría lo mismo. Al final, el ego lo captura todo y es él quien vive y  no nosotros. ¡Vaya negocio miserable!.

Estoy escribiendo este trabajo en Noche Vieja, ¡cómo si alguna no lo fuera!. Algunos se preguntarán si quiero amargarles las uvas, pero por la lucidez hiriente se llega a la Realidad sin máscaras y entonces podemos ver nuestro rostro original. Quizá este trabajo no es apto para ser leído por los tanatofóbicos. Pero la muerte es una gran mensajera divina y su recordatorio nos ayuda a no perder la vida persiguiendo engañosos reflejos de lo que es necesario hallar.

El texto que sigue ha sido motivo de reflexión para mí día a día y quiero compartirlo. Es de Ramaprasad:
 
«Considera alma mía, que no tienes nada que puedas llamar tuyo. Vano es tu errar sobre la Tierra. Dos o tres días y luego concluye esta vida terrena; sin embargo, todos los hombres se jactan de ser dueños aquí. La Muerte, dueña del tiempo, vendrá y destruirá tales señoríos.».

Este año han vuelto a morir muchos seres queridos, que dejan en nuestra alma una herida larga como un río. Y millones de seres que no hemos conocido pero que formaban parte de la gran familia de seres sintientes. Murió el padre de mi amado amigo Jesús Fonseca; murió tambien el padre, hace muy pocos días, de mi muy querida amiga Adoración Gracia; murió hace cuatro días una encantadora vecina de mi casa; murió hace poco más de un mes una entrañable alumna: murió una gran mujer de alma muy noble y generosa llamada Lianne. Pero como dijo Ramana Maharshi, el gran sabio de la India, cuando iba a morir y le pedían que no se fuera: «Siempre estaré con vosotros, ¿a dónde podría yo ir?»

¿No será también que como Jacinto Benavente le dijo a mi amigo Ramón Soto veinte días antes de morir «se muere tantas veces en la vida que lo de menos es morir?».

Dentro de  seis días mi hermano Miguel Angel hubiera cumplido 70 años. Murió hace poco más de dos años. Hablábamos a menudo de la muerte, porque otras muertes muy dolorosas habíamos vivido juntos. La suya fué una inmensa grieta en mi alma.

Así que en conclusión, queridos amigos, y como ante la muerte todo palidece, lo más sensato sería recordar las palabras de Buda que dicen:

«Yo también he de morir, no me libraré de la muerte; más vale que, mientras pueda, haga el bien de pensamiento, palabra y obra».

Que todos disfruteis de un año en sosiego, porque no hay nada que pague un instante de paz. 

Ramiro Calle

Director del Centro de Yoga Shadak y escritor

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4,9 minutos de lecturaActualizado: 04/04/2024Publicado: 02/01/2015Categorías: RAMIRO CALLE, SOY MUJEREtiquetas: , , ,

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