Ángeles y Demonios

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“Los que conciben al diablo como partidario del mal y al ángel como combatiente del bien aceptan la demagogia de los ángeles. La cuestión es evidentemente más compleja. Los ángeles no son partidarios del bien, sino de la creación divina. El diablo es, por el contrario, aquel que le niega al mundo toda significación racional. La dominación del mundo, como se sabe, es compartida por ángeles y diablos. Sin embargo, el bien del mundo no requiere que los ángeles lleven ventaja sobre los diablos (como creía yo de niño), sino que los poderes de ambos estén más o menos equilibrados. Si hay en el mundo demasiado sentido indiscutible (el gobierno de los ángeles), el hombre sucumbe bajo su peso. Si el mundo pierde completamente su sentido (el gobierno de los diablos), tampoco se puede vivir en él.”
(Milán Kundera. El Libro de la risa y el olvido. 1978)

La ambivalencia es humana por excelencia. Pocas veces estamos seguros de nada, y así debe ser, pues los que presumen de poseer las soluciones perfectas y la razón indiscutible resultan finalmente ser unos farsantes, unos ingenuos o por lo menos demasiado pretenciosos. Sin embargo no podemos evitar desear sentirnos más seguros de nosotros mismos de lo que nos sentimos, gustarnos más de lo que nos gustamos, y completar incansablemente una vida a la que siempre parece faltarle algo. Somos seres “en falta”, pero no por “pecadores” como me enseñaron de niña, sino por nuestra a veces insoportable necesidad de desear.

En este sabios, de que un sentido nos ampare o de perdurar en algo bello.

Susana Espeleta
Psicóloga colegiada.
Psicoterapeuta individual y de grupo

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