Alimentación, consciencia y amor universal

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En estos días se han puesto de moda términos como «alimentación consciente», » holístico», natural…,nivel de vibración, unidad con todo. Pero muchas veces somos poco profundos al usar estos términos y no vemos todo su alcance. Hoy disponemos de mucha información y también de mucho ruido ambiente, que al final se traduce en desinformación y pérdida de sentido.

Creemos por ejemplo que «comer bien» y cuidarse es alimentarse de crudos o lechugas producidas en un invernadero, o bien que sustituir el pan con mantequilla por tortitas de arroz industriales, es más sano.

Hoy hay quien cree que la margarina es más sana que la mantequilla de toda la vida, o que la leche de soja es una alternativa saludable a la leche de vaca. Hay para todos los gustos, hay quien come frutas y verduras tropicales sin plantearse de donde vienen y a que coste, o carne sin interesarse por su procedencia ni la salud del animal.

Desde mi humilde opinión quiero hacer un llamado al sentido común de nuestras bisabuelas, cuando se comía lo que producía la tierra y no se fabricaban animales de forma acelerada en industrias avícolas o cárnicas. Cuando la carne y los lácteos eran un lujo.

He encontrado personas que hablan de técnicas amorosas de amor universal, que después se comen un filete sin preocuparse de la vida que ha llevado el animal consumido, utilizada toda su vida como si de un objeto sin alma se tratara.¿Donde está el alcance de eso que llamamos amor universal?

Creo que es urgente que nos planteemos en tiempos de globalización y de «Consciencia» con mayúsculas, realmente, las implicaciones ecológicas y económicas de nuestra forma de vivir y de alimentarnos. Porque la crisis no es más que un escaparate, colocado ahí, porque es la única forma de que nos demos cuenta de que es imposible para el planeta mantener el nivel de consumo al que hemos llegado. Independientemente de que haya unos cuantos «egoístas» o «dueños del mundo» somos cada uno el reflejo de ese mismo egoísmo cuando ni nos molestamos en preocuparnos de comprar productos locales y ecológicos, que compren vida y no más basura envenenamiento y muerte.

No digo que haya que volverse radical, pero sí consciente e ir disminuyendo aquellas cosas que no interesan y aumentando las otras, y sobre todo informar e informarnos.

No se trata de ir por ahí comiendo cereales en mueslis crudos y verduras tropicales crudas, se trata de mirar un poco hacia atrás y ver con el sentido común, cual es la forma de alimentación humana de las antiguas civilizaciones. Gente como Sócrates o Platón que se alimentaban de cereal, productos animales naturales, verduras y frutas de temporada. Que vivieron, en una época sin avances médicos ni vacunas, hasta aproximadamente los 85 y 87 años. Solo tenemos que comparar esto con las cifras actuales de obesidad, cáncer y enfermedades degenerativas, para darnos cuenta de que algo no anda bien.

La mortalidad está bajando su edad de nuevo, y la esterilidad el cáncer infantil y cesáreas van en aumento. Como especie inteligente y consciente….nos estamos extinguiendo y muriendo. El primer paso para sanarlo es «darnos cuenta». Y es que ya no podemos seguir al coste que tiene, utilizando petróleo para traer verduras a que sean comidas fuera de su zona. No ya porque esto es un desequilibrio, ya que el clima donde se producen y donde se consumen es diferente, y esto confunde al organismo, que no sabiendo a que clima debe adaptarse, se enferma. Si no porque planetariamente es inviable mantenerlo, no podemos obrar con despilfarro y luego quejarnos como niños por la crisis energética.

Hay que pensar si al ritmo de pescado diario o semanal, pollo, vaca y cerdo, que consumimos, podemos llegar a vivir y nuestros nietos e hijos también podrán. Si entendemos que todo está relacionado con todo, tal vez no sea tan raro o extremo comer menos proteína animal, más cereales y verduras, y respetar más la vida en pro de un futuro.

Nos quejamos de la crisis, de las guerras, pero ¿cuantas personas sobran en el mundo para que yo pueda tomarme una papaya, o para que puedas comer ternera cinco veces por semana?

Tenemos que ver que con el cereal que se ceba una vaca comen muchas de familias, optimizar los ciclos del agua, y valorar los recursos.

Si gestionamos bien la abundancia del planeta estoy convencida de que hay energía y alimento para todos de sobra. Gracias al estudio de macrobiótica ayurveda y Tao he llegado a la conclusión de que el planeta es un organismo vivo en el que nada sobra, absolutamente cada ser tiene un lugar y una acogida dentro de su consciencia y amor, exactamente como cada una de nuestras células tiene alimento calor y vida en nuestro cuerpo. Si esto es así…realmente, ¿que estamos haciendo? Simplemente alejarnos con la mente y con la alimentación del orden natural y violar sus leyes generando escasez y desequilibrio.

Ahora nos enfrentamos a un cambio de paradigma, al tiempo de la honestidad total, al tiempo de ser consecuente de veras.

Tenemos información suficiente en internet, para saber de donde viene cada artículo que compramos, y tenemos poder como consumidores para cambiar las cosas. Solo falta que tengamos interés de ahondar y llegar a las raíces del meollo de lo que está pasando y ver que es una cuestión de «tomar conciencia» pero en profundidad.

Puedes empezar a preguntarte si el marisco de la piscifactoría que comiste en nochevieja, vino de asfixiar los manglares con antibióticos, macrocriaderos de marisco «barato», que sale muy caro… pues se están destruyendo millones de especies y ensuciando las esponjas reguladoras de agua del planeta que son estos lugares. Todo ello para comernos un marisco envenenado con su significado y procedencia. No podemos seguir haciendo esto mientras brindamos por tiempos mejores.

O plantearnos el agua que se gasta para un filete de pollo o de ternera, es ir mucho más allá de cerrar el grifo cuando me lavo los dientes, agua de un canal cerrado que en realidad se recicla, pero el agua de la fruta criada fuera de temporada, o de la soja transgénica que alimenta al ganado es un agua que constituye una violación al ciclo del planeta y un mal uso.

Hay numerosas formas de optimizar energía y volver a la salud, económica, existencial, vital y energética y todo pasa por una integración de conocimientos ancestrales, y una vuelta al sentido común.

Desde luego no se trata de comer o sustituir unos productos industriales por otros. Se trata de poner el juicio a cada cosa que me como o introduzco en mi vida, y si es química, procesada, manipulada y extraña, y no sale de la tierra, seguro que tiene desaprovechados petróleo, energía, dinero, recursos y químicos, este producto, ni es saludable para el planeta ni lo será para mi cuerpo, mi mente, ni mi alma.

Desde este lugar, es todo una cuestión de amor, de consciencia y de sentido común.

No es difícil, es ir desmontando un castillo de naipes y aprendiendo de nuevo a discernir y a vivir. La recompensa pasa por conectarse con el verdadero amor, despertar el canal central y abrir de verdad los chacras. Estar conectado con la gran madre, mediante «línea directa» con los intestinos, comiendo sus productos y desde ahí, desde esa sensación «real», de saberse parte de un todo, vivir la vida como una célula amorosa despierta, que lucha por el bien común, y nunca más como una cancerosa que se siente y cree aislada de todo y rodeada de un medio hostil.

 

Diana Isabel López Iriarte

Consultora macrobiótica y profesora de cocina en la Biotika.

www.labiotika.es

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6,8 minutos de lecturaActualizado: 17/10/2018Publicado: 22/02/2013Categorías: Estilo de VidaEtiquetas: , ,

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