60 años en la senda del yoga

Lo explico en mi obra «Autobiografía Espiritual«. Un amigo mío, llamado Rafael Masciarelli, y que jugaría un papel fundamental en aquellos años de mi vida, le hablaba a otro compañero de «yoga». Al instante pregunté qué era el yoga y Rafael repuso: «Un método para el dominio de la mente». El término «yoga» resonó  con fuerza en lo más profundo de mi ser. Yo tenía entonces  unos quince años de edad y desde ese momento ya nunca dejaría de indagar sobre esta disciplina milenaria, originaria de la India, y que me ofrecería mucho más de lo que yo nunca hubiera podido esperar. Ahí comenzó la larga marcha hacia la autorrealización; pero como confieso en mi relato espiritual más ampliamente difundido y mejor acogido «El Faquir«, sigo siendo un aprendiz y el deber de todo  aprendiz es continuar aprendiendo. Encontré en el yoga, tan poquísimo conocido entonces en España, una técnica  para irme liberando de la agitación y la incertidumbre, un médoto para empezar a conocerme, una ciencia psicosomática para poder armonizar mi débil y enfermizo cuerpo y estabilizar mi caótica mente, un refugio y una brújula con  la que comenzar a orientarme desde mi dolorosa desorientación. 

Con la inestimable ayuda de mis padres y de mis hermanos, acompañado y siempre incondicionalmente apoyado por Almudena Hauríe, abrí el centro de yoga Shadak en enero de 1971. Ya antes  había comenzado a publicar libros relacionados con el yoga y otras disciplinas orientales y había dado clases de yoga a domicilio, asi como impartido conferencias al respecto. Comenzaron los viajes por Europa y por Oriente para poder entrevistar a los más destacados swamis, mentores y orientalistas. El yoga se había convertido en la médula de mi vida: por un lado indagando e indagándome sin cesar, y por otro impartiendo mis clases de hatha-yoga y radja-yoga y meditación en Shadak.

He tratado siempre, y fiel a la esencia del yoga y otras técnicas de autorrealización asiáticas, de seguir compartiendo con los otros ese precioso regalo que llegó a mi de la mano de Rafael Masciarelli, y que se hizo aún más consistente cuando mi madre descubrió un profesor de yoga indio que había llegado a Madrid y me animó a recibir clases con él, como ella ya había empezado a hacer.  Desde entonces el yoga me ha dado aliento e inspiración a lo largo de toda mi vida, con la fortuna siempre de poder conducirlo hasta los demás y convertirme en un infatigable y muy agradecido difusor de la auténtica Enseñanza, convencido de que es un sistema solvente y fiable  para la persona que quiera evolucionar conscientemente y humanizarse. Desde el principio, hace ya sesenta años, me incliné por el yoga genuino y adogmático  y en Shadak no hemos hecho otra cosa que impartir el verdadero yoga y la auténtica meditación desde hace cuarenta y siete años, habiéndonos honrado con su presencia y confianza más de medio millón de alumnos, a los que siempre he tenido como motivantes amigos espirituales.

En el yoga uno encontrará filosofía, metafisica, mística, ciencia psicosomática, psicología (la primera del mundo), métodos de transformación y procedimientos para liberar la mente de sus oscurecimientos. El yoga no se mueve por creencias, sino por experiencias, siendo igual para teístas o no teístas, creyentes o agnósticos. Nada se ha dejado librado al azar, sino que todas sus técnicas han sido experimentadas desde hace más de cinco mil años. Los que critican el yoga desde sus estrechos puntos de vista religiosos o pseudocientíficos, evidencian que no tienen la menor idea de este sistema que, como dijo Willian James, es el sistema de espiritualidad  más venerable del mundo y, en palabras de Mircea Eliade, «el eje espiritual de Oriente”. 

 

Ramiro Calle
Director del centro Shadak

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